SOS COSTA GRANDE

 (Misael Tamayo Hernández, in memóriam)

Hay tensión en el ambiente social. Sobre todo en estos meses de “septambre” y “octambre”, en que los puertos turísticos padecen un receso en el flujo de visitantes, algo que es parte de un proceso natural, pero que imprime una gran presión económica en los municipios y localidades.

De esto hablaba ayer, precisamente, algunos conocidos que tiene experiencia en el plano económico. Están preocupados. Dicen que la recesión viene y que el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, así lo deja entrever en sus declaraciones de hace tres días, cuando dijo que debemos estar preparados.

¿Preparados para qué?

El presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, sin embargo, está confiado. Afirma que la deuda pública no aumentará, y que poco a poco iremos recuperando la capacidad económica que antes tenía el país.

Pero los escenarios son adversos, sobre todo en materia de inversión privada. Básicamente se estancó la inversión, a pesar de que el presidente ha estado dando una y otra vez garantías plenas para los empresarios, quienes a pesar de ello se resisten, aunque se reúnen con el mandatario, ponen buena cara y hasta dicen estar contentos con la Cuarta Transformación.

Por ejemplo, la inversión fija bruta, hasta julio pasado, se desplomó en 9.1 por ciento, en comparación al mismo mes de 2018, según el INEGI. ¿Cuánto representa ese porcentaje?

Cientos de miles de millones de pesos en inversión que no se hizo y que, por lo tanto, el empleo también se estancó.

Tan sólo en el rubro de inversión extranjera se tiene una importante diferencia. En 2018, la inversión extranjera fue de 22 mil 278 millones de dólares.

Para 2019, de 18 mil 102 millones de dólares.

Ahí tenemos una diferencia de más de 4 mil millones de dólares.

Es obvio que en este primer año de gestión, la clase empresarial, sobre todo, era la que más dudas tenía acerca de los alcances y profundidad de los cambios. Y vaya que han sido muchos, sobre todo lo relativo a la prohibición de condonación de impuestos, que beneficiaba directamente a los grandes inversionistas.

Hasta podemos afirmar que su capacidad de inversión se debía precisamente a que no pagaban casi nada al Fisco, operaban en completa holgura, con sus ganancias intactas, mientras que un contribuyente común debe pagar altos impuestos, y de sus ganancias más de 30 por ciento.

Es decir, que los empresarios mexicanos de alto poder adquisitivo, reinvertían el dinero que le tenían que pagar al SAT. Algo así como que invertían con nuestro mismo dinero, al tiempo que aumentaban sus bienes.

Ahora, con todos los cambios decretados por el gobierno lópezobradorista, las empresas se están preparando para hacer frente a esa obligación que para ellos es nueva, y sin duda su capacidad de inversión será menor.

Lo otro, es que estén reteniendo sus dineros e incluso sacándolos del país en busca de algún otro paraíso fiscal, como medida de presión para el gobierno actual, para que les dé algunas prebendas.

Pero parece que se están topando con pared. Antes de aflojar la cuerda, parece que se tensa más, y las consecuencias no sabemos hasta dónde podrán arrastrarnos.

¿Qué hay que hacer? Muy poco. México irá normalizándose y dejando de ser un paraíso fiscal para los inversionistas extranjeros. Por ejemplo, ahora se sabe que a los bancos –todos extranjeros-, se les exentaba el pago de impuestos, pese a sus muy jugosas ganancias y a sus prácticas de usura.

Los inversionistas que se queden, será para jugar con las nuevas reglas fiscales. Los que no, emigrarán en busca de países en donde sus autoridades les entreguen los bienes de la nación, les permitan prácticas de usura y depredación, sin pagar casi nada.

Salir de este bache no será nada fácil. Estos economistas señalaron que el presidente se está preparando para la crisis, precisamente bajando los dineros directamente a la base social, no tanto para garantizar su aplicación, porque eso podría hacerse con base en una fiscalización estricta, sino para amortiguar el golpe que pegaría con una recesión.

Por ahora, hay elementos para estar tranquilos: el peso está fluctuando pero no se ha disparado, y tampoco hay inestabilidad social. Entre tanto, el presidente lucha por recuperar el sector energético, cuyos ingresos son vitales, al grado de que en otras épocas se evitó con ello una revolución.

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