(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
Dos importantes decisiones tomaron ayer los diputados locales, concerniente al desarrollo del campo guerrerense, que indudablemente sigue siendo uno de los pilares de la economía local; pero, sobre todo, el sector del que depende la subsistencia alimentaria del país.
La LXII Legislatura el dictamen de adiciones a la Ley de Desarrollo Rural Sustentable del Estado de Guerrero Núm. 814, para que el Gobierno del Estado, a través de Sagadegro y del Sistema Producto Maíz, junto con los productores de este grano, organizaciones y el Consejo Guerrerense para el Desarrollo Rural Sustentable, pongan en marcha mecanismos de protección, producción y fomento de maíz nativos y criollos.
Además, se ordena la constitución de Consejos Locales de Productores de Maíz Nativo y sus Centros de Abasto, con el objeto de preservar dichas especies, en cumplimiento de la legislación en la materia.
La diputada tlalchapense, Celeste Mora Eguiluz, fue quien dio lectura al documento.
Además, la diputada terracalentana dio lectura a otro dictamen para reformar la misma ley, para que el Gobierno del Estado, a través de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Rural (Sagadegro), en coordinación con los gobiernos municipales y el Gobierno Federal, “implementen acciones y políticas públicas que aceleren la igualdad sustantiva entre mujeres y hombres que laboran y viven en el sector rural de Guerrero, con el objeto de que tengan las mismas oportunidades de inclusión y acceso a los programas de subsidio productivo, equipamiento, asistencia técnica, seguros y financiamientos”.
Estas dos propuestas son cruciales para generar equilibrios e igualdades en el campo, particularmente en las zonas rurales indígenas, donde la mujer es base del hogar y de la economía, pero sin embargo no se le reconoce como beneficiarias de programas, incentivos y apoyos, que generalmente están enfocados a los hombres.
Pero hablemos del rescate y conservación del maíz criollo. Nos hemos olvidado que las semillas de los cultivos de cada región pasan a ser su patrimonio. Sin embargo, bajo el modelo económico actual que priva en el mundo, empresas trasnacionales se han apoderado de ellas, y las patentaron. De modo que si alguno de nosotros quisiera en un futuro cultivar, por ejemplo, maíz morado, tendría que ser con permiso del dueño de la patente, y usando las semillas que él vende, las cuales están modificadas genéticamente.
¿Y por qué las modifican? Para su control comercial. ¿Cómo? Fácil. La semilla está programada para dar cosecha una sola vez. Pero si uno quisiera resembrarlas, ya no se daría la mazorca. Entonces cada año los campesinos tienen que ir a conseguir a las tiendas la semilla “mejorada”, que en realidad es “modificada”.
Este modelo atenta contra el derecho de los pueblos a explotar sus recursos naturales y, obviamente, pone en riesgo su sobrevivencia. Por lo cual, es importante que alguien ayude a los pueblos originarios a patentar sus semillas, no sólo de maíz, sino de todos sus cultivos criollos, que son los que en un futuro serán los que se adapten a los cambios climáticos.
En una tercera vertiente está el aspecto cultural, pues el maíz no sólo constituye el alimento básico de Mesoamérica; además es uno de los pilares de la cultura de nuestro país.
Recordemos que México, como algunos otros países, es centro de origen y diversidad de decenas de especies de plantas alimenticias, entre las que destaca el maíz.
Según expertos, existen unas 60 razas de maíz criollo en el país, cada una con diversas variedades domesticadas y silvestres.
Ahora mal, desde 1998, una moratoria a la siembra a campo abierto bajo cualquier régimen (incluido el experimental) de maíz transgénico, lo cierto es que eso es puro papel; porque la venta y uso de semillas transgénicas sí está autorizada en el marco de la Asociación de Libre Intercambio de Norteamérica con Estados Unidos y Canadá. Por si no lo sabía usted, amable lector.
Y esto es grave. Los maíces transgénicos contaminan a las semillas criollas, mediante la polinización las van modificando genéticamente también. Y es cuestión de años para perder todo nuestro banco natural de semillas en el país. Sin contar los efectos a la salud y el medio ambiente.
Aplaudimos entonces la iniciativa de nuestra paisana, la diputada Celeste Mora Eguiluz, pues es de suma importancia proteger la gran riqueza genética del maíz que existe en nuestro país, e impedir que siga contaminándose con transgenes. En caso de que no se atienda este problema de manera inmediata, se vislumbran algunos escenarios no deseados.