(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
El presidente de la República está en Guerrero. Ayer jueves estuvo en Iguala, donde puso en marcha las becas para el bienestar, y hoy estará en Ciudad Altamirano, para poner en marcha el programa de fertilizante para productores de granos básicos, único en su tipo a nivel nacional.
En esta ocasión –a diferencia de lo que sucedió en Tlapa- se están cuidando muy bien los escenarios y no hubo abucheos para nadie, y sí muchos aplausos. Sobre todo cuando el presidente, Andrés Manuel López Obrador, anunció que gracias a las gestiones e intervención del gobernador Héctor Astudillo Flores, se estaría entregando este beneficio a los productores guerrerenses de manera especial.
Y precisó que Astudillo “se ha portado bien, muy bien, requetebién”. AMLO no dijo qué fue eso de portarse bien, y no faltará quien lo acuse de ser condescendiente con el gobernador. Pero seguramente se refiere a que Astudillo fue el primer mandatario estatal en apoyar la propuesta de la creación de la Guardia Nacional. Además, aplaudió sin poses el combate al huachicoleo que está secando a Pemex.
Mientras otros gobernadores –priístas, panistas y perredistas- se ponen todavía sus moños y quieren una Guardia Nacional sin dientes, pues la presencia de una corporación con tinte militar les provoca prurito, más que las decenas de miles de muertos y desaparecidos que este país produce cada año; mientras otros gobernadores, decíamos, cuidan sus palabras y pretenden servir a Dios y al diablo, Astudillo ha sido muy claro en su postura de que la Guardia Nacional es algo no sólo necesario, sino también urgente.
Astudillo, como pocos gobernadores –incluidos los que le antecedieron- ha dicho sin espavientos pero sí con preocupación, que su gobierno apoya ampliamente la creación de la Guardia Nacional, lo cual implica que su partido en el estado también está a favor de esta medida, reconociendo que en la entidad se carece de una fuerza policial suficiente y entrenada para hacer frente a los grupos delincuenciales que se pelean entre sí por el control de regiones y municipios.
Mientras que los demás gobernadores de Guerrero han navegado de a muertito en el gravísimo problema de inseguridad y violencia que afecta a la entidad, Astudillo puso los puntos sobre las íes desde su llegada al poder y trató de que avanzaran dos iniciativas: primero, la de la legalización de la amapola con fines medicinales. Y, segundo, la creación de un mando único.
Sus dos propuestas se murieron en el intento simplemente porque quedaron empantanadas en una gruesa madeja de intereses que tenían que ver con la elección de julio de 2018, cuando los partidos políticos ya no se ocupaban del avance del país, sino de conservar sus prebendas, intereses y posiciones de poder. El resultado para los partidos tradicionales fue una de sus más terribles derrotas, y es el caso que ahora los vemos dando bandazos, llamando bueno a lo malo, y malo a lo bueno. A eso creo que se le llama tener mente réproba.
Recordemos que Astudillo llegó al poder en 2015, como resultado de la debacle del PRD por el Caso Ayotzinapa –por cierto, ayer AMLO ofreció protección para cualquiera que aporte datos de esa negra historia, a la comisión especial del caso. Y en lugar de tapar el cochinero que encontró, lo dio a conocer. Un desfalcó por 19 mil millones de pesos, un parque vehicular inexistente y un largo etcétera. Pero sobre todo puntualizó la situación de la inseguridad en Guerrero, cuál era la causa de ello, y cómo podría resolverse.
Por esta postura, el presidente de la República lo apapachó ayer en Iguala. Con esto no sólo lo desagravió con lo de Tlapa, sino que marcó una nueva ruta de entendimiento y colaboración entre el gobierno federal y el gobierno del estado.