SOS COSTA GRANDE

 (Misael Tamayo Hernández, in memóriam)

Dentro de los procesos de formación espiritual, estimado lector, me acaban de enseñar algo tan valioso que quiero compartírselos, porque considero que los principios de alta espiritualidad van más allá de lo que la religión en sí misma ofrece, ya que se relacionan con el ideal de individuos y, por ende, de la sociedad que estamos obligados a construir, partiendo de los preceptos que hace miles de años recibió el pueblo hebreo.

Se trata de la tzedaká o caridad, la ayuda al prójimo. Este precepto se mide en ocho niveles, siendo el más bajo el número 1, y el más alto el número 8.

Así pues, el máximo nivel de caridad es el invitar a alguien a hacer una sociedad en algún negocio o proyecto productivo. Aunque va implícito el interés de tener una ganancia de parte de quien practica este tipo de caridad, lo verdaderamente valioso de esto es ofrecerle a alguien que está en necesidad, pero que tiene habilidades y conocimientos suficientes, la oportunidad de convertirse en un empresario, aunque sea en pequeño, financiándole y garantizándole un porcentaje de las ganancias.

Hay bien poco que agregar a esto, salvo que la gente que recibe este tipo de ayuda suele no agradecerlo y termina cometiendo fraudes, pero aun cuando así sea, el que hizo la caridad recibe la recompensa en el terreno espiritual, ésta no se invalidad; y obviamente el que cometió el fraude también recibe su paga, que es del mismo nivel.

El nivel que sigue, el 7, que también es muy alto, es el ofrecer un empleo a alguien que pide ayuda. Es decir, que en lugar de ayudarle con algunas monedas o darle alguna despensa, se le ofrece un puesto de trabajo.

¿Qué sucede con esta forma de caridad? El individuo no mendiga, sino que usando sus habilidades, conocimientos y fuerza física, toma un trabajo que le es pagado periódicamente.

Entonces, el valor de esta caridad es que se le ofrece al individuo la oportunidad de ganarse su manutención y la de su familia de manera digna, sin necesidad de estar pasando la vergüenza de caridad.

Los siguientes 6 niveles de caridad también son valiosos, pero a mi juicio estos dos son de lo más importante, a propósito de que el gobierno federal ha diseñado programas para que la gente se levante, pero alejándonos del pobre concepto de asistencialismo, y acercándonos más al concepto de desarrollo social.

Ahora, en lugar de que se convoque a la gente a alguna plaza pública para darles una pobre despensa, se le está entregando directamente a los jóvenes menores de hasta 29 años la  oportunidad de emplearse y al mismo tiempo capacitarse, para que al término de un año esté en condiciones de solicitar un empleo o poner su propio negocio.

Como ya dijimos, dependerá de los beneficiarios si agradecen este tipo de apoyos, o lo echan a la basura. Si aprovechan el año de capacitación para renovar su vida y reencauzarla, o terminan el año siendo los mismos individuos mediocres y sin capacidades que como ingresaron.

En este caso, la sociedad habrá perdido dinero, pero el individuo habrá condenado a sus descendientes a vivir en pobreza permanente, hasta por 5 generaciones, que es cuando se considera que se rompen los esquemas de esclavitud espiritual heredados.

Es decir, que el no agradecer una caridad, venga de donde venga, se convierte en una maldición, más que en una bendición.

Y por favor, no se espante, que no estábamos hablando de asuntos espirituales, sino de una ciencia, de un arte, que debiera ser retomado por la clase política, para descontaminarse de corrupción, latrocinio, ambición y todo lo que está aparejado con el desfalco del erario público.

Los otros niveles de caridad son buenos, se deben practicar, pero ninguno tan valiosos como los dos primeros. Por ejemplo, se le puede dar a alguien sin que la persona beneficiada sepa quién es su benefactor. También se le puede dar apoyo a alguien, aunque éste sepa quién se lo dio.

Incluso se le puede dar apoyo a un necesitado aunque de mala gana, y también cuenta porque aunque a regañadientes, se cumplió con el precepto. Éste, sería el nivel más bajo de una caridad, de hecho, pero igualmente le es contado al que lo practica. Es el caso de cuando se acercan a  nuestra puerta a pedir algo, y uno que está en sus trabajos no quiere interrupciones, pero igualmente apoya. Por el sólo hecho de haber ayudado, ya es suficiente.

Concluyo entonces, que a los políticos les hace muchísima falta aprender algo del pueblo hebreo –que no de los judíos, aunque los judíos son los únicos practicantes de este conocimiento que le fue dado a 12 tribus. Recordemos que el pueblo judío sólo se compone de 2 de las 12 tribus de Israel, las otras 10 están dispersas en el planeta, asimiladas con diferentes culturas-.

Practicar caridad nos hace mejores personas. Dicen los sabios hebreos que el cumplir con este precepto ayuda a rectificar el alma. Por eso decimos que el dar algo nos hace sentir bien.

Si la sociedad cumpliera con este precepto, entonces, no habría nadie mendigando pan.

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