Skid Row y el Entendimiento Bicentenario

Guadalupe Correa-Cabrera

A propósito de la reunión del viernes pasado en la Ciudad de México entre funcionarios de alto nivel de México y Estados Unidos—que marca el fin de la Iniciativa Mérida y el inicio del denominado “Entendimiento Bicentenario”—me gustaría hacer una breve (y quizás profunda) reflexión. El día de ayer tuve la oportunidad de leer un reportaje basando en fotografías en el diario británico The Independent sobre la crisis de drogadicción que enfrenta Estados Unidos. Esta extraordinaria pieza de material visual se titula: “Skid Row: Dentro del Epicentro de la Crisis de Mendicidad y Metanfetamina de Cristal en Los Ángeles”.

Dicho reportaje presenta, de forma cruda y a través de imágenes impactantes, la vida de personas sin hogar y adictas a las drogas—particularmente la metanfetamina de cristal—en el área de la ciudad de Los Ángeles, California, conocida también como el Este de la Ciudad Central (Central City East). Skid Row alberga a una de las poblaciones más grandes de personas sin hogar en la Unión Americana. En la zona a la que alguien se refiere como la “Disneylandia para los Adictos” se consume de todo: alcohol, heroína, metanfetaminas, fentanilo, crack, mariguana, lo que sea. Se calcula que el 70 por ciento de los adictos sin hogar utilizan la metanfetamina (o los cristales).

Las fotos en este extraordinario—pero escalofriante—reportaje fueron tomadas por el antropólogo cultural, escritor y fotógrafo de guerra, Teun Voeten, quien me compartió la historia en una versión más larga y sus fotografías—de las cuales incluyo en este texto sólo seis (con el permiso que me otorgó él mismo Teun).

Dicen que “una imagen vale más que mil palabras” y esto aplica perfectamente al trabajo que se presenta en el diario The Independent. Las fotografías de personas adictas sin hogar en Skid Row tomadas por el Dr. Voeten me impactaron bastante y me recordaron el mismo fenómeno que he visto en otras ciudades estadounidenses recientemente. Quizás esta terrible situación se haya agravado de manera exponencial en los últimos años, o puede ser que yo no me había dado cuenta del grave problema que impera en la Unión Americana. Sin embargo, pienso que cada vez la situación empeora y es mucho más visible. Las ciudades formadas por tiendas de campaña (tent cities) se multiplican por decenas (o quizás centenas) en todo Estados Unidos, y aquellas ya bien establecidas como Skid Row se van extendiendo por varias cuadras más.

Es realmente trágico lo que sucede en algunas zonas de las grandes ciudades estadounidenses como San Francisco, Chicago, San Diego, Filadelfia, Houston, Detroit o Washington DC. El problema parece imperar en las urbes más importantes de una nación que se considera (o se consideraba) “la potencia mundial”. Hace unos días visité Seattle en el estado de Washington y pasé por una calle (la Tercera Avenida) que me recordó mucho a las fotografías de Teun. En un segmento de esa calle me pareció ver que se detenía el tiempo; muchas de las personas que ahí deambulaban parecían perdidas, otras sin futuro, muchas parecían estar drogadas, algunas parecían estar rodeadas por una obscuridad macabra, como si fuera la escena de una película de zombis. Las drogas y la miseria parecían haber destruido a mucha de la gente que ahí se encontraba; muchos parecían haber entrado en un trance de autodestrucción y estar esperando la muerte en esa calle de una ciudad bastante desarrollada, extremadamente bonita en algunas partes, bien planeada y muy próspera en lo general.

Así es el “capitalismo depredador” que describe Teun Voeten en su más reciente libro titulado: Violencia relacionada con las Drogas en México: Guerra Híbrida, Capitalismo Depredador y la Lógica de la Crueldad (Small Wars Journal–El Centro. Bloomington: XLibris, 2020, https://smallwarsjournal.com/blog/mexican-drug-violence-hybrid-warfare-predatory-capitalism-and-logic-cruelty). Por cierto, el Dr. Voeten ampliará su análisis en un libro de próxima publicación sobre las tendencias mundiales de la metanfetamina de cristal.

Sí, depredador es el capitalismo que genera las desigualdades atroces y que se refleja en lo que está sucediendo en la nación más rica del mundo. El ingreso se polariza de forma monstruosa y la gente queda en la calle después de no poder pagar las exorbitantes rentas que ocasionan las llegadas de los grandes corporativos y sus majestuosos desarrollos inmobiliarios. En este proceso hay personas que lo pierden todo, empezando por su casa, pasado por su salud mental y terminando con su vida. El capitalismo del que habla Teun genera a los billonarios de Silicon Valley, de la industria farmacéutica, del sector energético, de la minería, y al mismo tiempo genera un ejército de zombis miserables que se destruyen entre ellos y a sí mismos con las drogas que les llegan fácilmente en bolsitas de cinco dólares con cristales según lo leí en el artículo del diario británico ayer.

Estados Unidos tiene un problema y éste es demasiado profundo. Este país tan rico tiene una porción de su población con graves problemas de salud mental, adicciones, mendicidad y desigualdad brutal. En la “Tierra de los Libres y Hogar de Valientes” existen sitios de excepción donde imperan la inseguridad y la violencia, y además donde la prohibición de las drogas (hipócritamente) no opera. Y esto sucede pareciera ser que con el objeto de mantener dormida y distraída a la población más miserable. ¿Dónde está la policía estadounidense que permite que se distribuyan así las bolsitas de cinco dólares con metanfetamina de cristal? Además, cabe destacar que aunque las drogas que se consumen en la nación más rica del mundo—o las sustancias activas que se utilizan para producirlas—provengan de México, Colombia o de algún país de Asia, muchas de ellas se manufacturan en laboratorios clandestinos y se distribuyen ágilmente (aunque es ilegal) en los Estados Unidos.

De nada parecen haber servido los billones de dólares destinados a la DEA y mucho menos las fallidas acciones de esta agencia “supuestamente” antinarcóticos en el hemisferio. El papel de la DEA y otras agencias estadounidenses que colaboran en operaciones antinarcóticos dentro y fuera de la Unión Americana, lejos de combatir el consumo de drogas en ese país, contribuyen además a generar centenas de miles de muertos con los planes e iniciativas que han apoyado en el continente—tales como la Iniciativa Regional de Seguridad para América Central (CARSI), Plan Colombia y, por supuesto, Iniciativa Mérida.

No sorprende, por ello, que después de todo Estados Unidos haya cambiado su discurso para con México. La Enmienda Bicentenario representa, en el discurso por lo menos, un cambio significativo en los términos de la cooperación con su vecino en el tema de la seguridad. Pero ojo, aún la DEA se sigue quejando de que sus agentes no tienen visa y de que el Gobierno mexicano no hace lo que antes hacía—es decir, no los deja operar en su territorio a discreción. También se mantienen en la mesa los planes para desarticular, de manera conjunta, las redes de delincuencia organizada transnacional (a las cuales los gringos suelen llamar TCOs o DTOs por aquello del tráfico de drogas).

No entiendo por qué Estados Unidos mantiene este enfoque fundamental en la oferta de droga cuando su propia gente se está muriendo y en su propia tierra. Los resultados de las operaciones antinarcóticos y el papel de la DEA han sido penosos a lo largo de la historia reciente, por decir lo menos. Mientras tanto, los especialistas en Washington, los burócratas antinarcóticos estadounidenses y la mayor parte de los periodistas y académicos interesados en el tema de las drogas siguen enfocados en las historias de narcotraficantes latinoamericanos—y sobre todo en los mexicanos.

El problema de Estados Unidos con las drogas parece ser más bien un problema de salud pública y, en mucho menor medida, una cuestión de bandidos y policías (es decir, de capos del narco y sus redes de protección) en países subdesarrollados. La demanda, en este caso, genera su propia oferta. Los billones de dólares tirados a la basura en las operaciones antidrogas de las agencias de seguridad estadounidenses lo demuestran. El caso de las ciudades de tiendas de campaña en Estados Unidos, y los campos de extermino a lo largo y ancho de México, nos plantean de forma cruda qué tan estúpida, malsana e inefectiva fue la Iniciativa Mérida. Si el Entendimiento Bicentenario no es más que “dar atole con el dedo” para seguir con poco más de lo mismo—pero con un discurso más amable a altos niveles—, no sólo sufrirá México, sino que las zonas como Skid Row o Kensigton Avenue en Filadelfia se seguirán tristemente multiplicando y extendiendo en todo lo que un día fue la majestuosa Unión Americana.

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