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Si todo fuera cálculo aritmético…

Joel Solís Vargas

Van unas líneas a propósito de la visita de Claudia Sheinbaum a Acapulco con motivo de la Convención Bancaria.

“Claudia (Sheinbaum) es buena matemática”, dijo la doctora Rosaura Ruiz Gutiérrez, integrante del equipo de Diálogos por la Transformación de la candidata del oficialismo a la Presidencia, en el programa La Hora de Opinar, de Leo Zuckermann, en Foro Tv, en una especie de debate que sostuvo el martes pasado con el representante de la alianza opositora, Juan Carlos Romero Hicks.

Y debe serlo, porque tiene una licenciatura en Física y un doctorado en Ingeniería Energética, especialidades que requieren del intenso manejo de números y cifras; las matemáticas han de ser pan comido para ella, en particular la muy elemental aritmética.

Y conocedora, como es, de las matemáticas, lo más seguro es que las estadísticas reales —no las falaces que cada tanto divulga Morena— de las preferencias electorales la tengan en estado de terror.

Van las cifras exactas

En el 2018, año en que Andrés Manuel López Obrador ganó la elección presidencial, el padrón electoral mexicano era de 89 millones123 mil 355 ciudadanos. De esos millones que podían acudir a las urnas, votaron en total 56 millones 611 mil 27, o sea que hubo una participación de 63.5 por ciento de todos los que podían votar. Este porcentaje es un poco mayor a los de la elección de sus antecesores Felipe Calderón (58.6) y Enrique Peña Nieto (63.1), de manera que es que es previsible que en la elección del 2024 esa cifra se eleve a entre 64 y 65 por ciento.

En el 2018, cuando López Obrador y Morena fueron la sensación, cuando medio México estaba enojado con Enrique Peña Nieto y su gobierno, votaron por el hoy presidente 30 millones 113 mil 483 mexicanos (53.2 por ciento de todos los que acudieron a votar en esa jornada electoral).

En el 2024, en el padrón electoral había, al 27 de marzo, 100 millones 33 mil 50 mexicanos que podían votar. En seis años, durante el sexenio de López Obrador, el padrón electoral creció en 10 millones 909 mil 695 mexicanos; 11 millones, en números redondos.

Nunca había habido tantos ciudadanos en el padrón electoral mexicano. Por eso hay quienes dicen que la de este año será la elección más votada en la historia de México.

Ahora bien…

Los ciudadanos arrepentidos de haber votado por López Obrador y por los otros candidatos de Morena de seguro se cuentan por millones (médicos, enfermos de cáncer, enfermos de VIH, familiares de desaparecidos, policías en abandono, víctimas de violencia de género, amas de casa, madres solteras, y un largo etcétera), y jamás volverán a votar por esa opción.

Pero el voto duro de López Obrador de seguro se mantiene. ¿Cuántos ciudadanos constituyen ese voto duro? Un excelente referente es el ejercicio innecesario de la consulta de revocación de mandato del 10 de abril del 2022, cuando todo el aparato del gobierno y Morena se volcaron para llevar a los lopezobradoristas a las urnas a participar, y acudieron 16 millones 502 mil 636 ciudadanos, 17.77 por ciento de los votantes inscritos en la lista nominal de ese año (que ya ascendía a 92.87 millones). De ellos, 15 millones 159 mil 323, es decir 91.86 por ciento, votaron por que López Obrador continuara en la Presidencia; 1 millón 63 mil 209, es decir 6.44 por ciento, votaron por revocarle el mandato, y 280 mil 104 (1.69 por ciento) anularon su voto.

Quienes ese día acudieron a darle el sí a su líder, es decir 15 millones 159 mil 323, son la verdadera fuerza de López Obrador; son los que ese domingo decidieron dejar la comodidad de la casa, dejar el sofá y el partido de futbol en la televisión, incluso dejar de asistir a misa de Domingo de Ramos, y juntarse con otros devotos lopezobradoristas para pagarse el taxi hasta la casilla que les correspondía. No cualquiera lo hace; no cualquiera va a una consulta que no tendrá consecuencia alguna, porque nadie disputa el poder al líder; no cualquiera suspende el merecido descanso dominical por causa de un mero ejercicio caprichoso de alguien que deseaba probarse a sí mismo que el pueblo lo amaba.

Puede concluirse, entonces, que ese era el voto en verdad duro de López Obrador: 15 millones 159 mil 323, que en el 2022 era una porción de la lista nominal menor que en el 2018. Ahora, tres años después, cuando el padrón electoral ha crecido en 11 millones de personas, esa proporción ha disminuido aun más y equivale apenas a 15.15 por ciento del padrón.

¿Ha crecido el número de seguidores de López Obrador desde el 2018? Es muy poco probable porque, más bien, López Obrador ha dado más motivos para decepcionarse de él que para entusiasmarse por él, y ésta no es una apreciación subjetiva. Pero, suponiendo que haya quienes decidieron sumarse al ejército de devotos, aún hay que descontar a los que en el 2018 ya cursaban el último tramo de su vida y que han muerto en estos seis años, así como a los que murieron en la pandemia gracias a la ineptitud de uno de los funcionarios consentidos del Presidente: Hugo López-Gatell, y a los que murieron por el cáncer porque el gobierno no tuvo sus medicamentos, igual que a los que fallecieron por el VIH. Entonces se podría concluir que el número de convencidos sigue siendo de 15 millones 159 mil 323.

Pues bien, esa cifra, que en el 2018 equivalía a 17 por ciento del padrón de 89 millones 123 mil 355 electores, hoy, seis años después, equivale sólo a 15.15 por ciento.

¿Y por quién votarán los electores nuevos del padrón? Aquí sólo queda especular y tratar de acertar con datos inciertos.

Uno de los investigadores electorales más reputados, por sus aciertos comprobados, es Gabriel González Molina, autor de varios estudios, el más reciente titulado Switchers S2. El segmento de la orfandad.

En esta obra, González Molina divide las preferencias electorales en cuatro segmentos y asigna una denominación a cada uno de estos (los porcentajes están expresados en número de votos del padrón electoral 2024 y se refieren sólo al total de los que sí acuden a las urnas a votar):

1. Leales (voto duro pro-AMLO): 21 por ciento (13,339,407) de los que votan (63.5 por ciento del padrón)

2. Switchers 1 (voto suave pro-AMLO): 21 por ciento (13,339,407)

3. Antis (voto duro anti-AMLO): 23 por ciento (14,609,827), y

4. Switchers 2 (“huérfanos”, sin casilla elegida): 35 por ciento (22,232,345)

Según esta exploración, en dos años, entre el 2022 y el 2024, López Obrador ha perdido 1 millón 819 mil 916 votos duros, al pasar de 15 millones 159 mil 323 a 13 millones 339 mil 407. Aparte están los que fue perdiendo entre el 2018 y el 2022; en total, en los seis años podrían sumar unos 4 millones de votos.

Escribe González Molina en su libro que, si la candidata de Morena gana todo el segmento Switchers 1, que le es muy favorable, tendrá 42 por ciento de los votos. Su problema es que ese porcentaje no es un piso, sino un techo: es lo más que podrá ganar.

Para el lado opositor, la buena noticia es que los Anti-AMLO son 23 por ciento, un voto duro mayor que el de López Obrador. Su problema es que el segmento Switchers 2 está alejado del Presidente, pero tampoco es seguro para la oposición: es un segmento de votantes que hay que ganar ofreciéndole lo que quieren, no lo que inventan candidatos o partidos.

¿Y qué quieren estos Switchers 2? Resume González-Molina: valoran su esfuerzo para salir adelante; aprecian el trabajo como fuente de riqueza; necesitan apoyo emprendedor, empleos con potencial de crecimiento, impulso a los micro y pequeños negocios. Exigen mejoras en educación y salud y una estrategia real contra el crimen organizado. Son sensibles a una narrativa de oportunidades para salir adelante y la esperanza de vivir mejor. Son, pues, aquellos que López Obrador llama “aspiracionistas”.

Quien gane el voto de esos mexicanos de las clases medias ganará la elección de este año.

Por eso son tan preocupantes para el régimen los aplausos que, incluso de pie, dieron los banqueros a Xóchitl Gálvez en la Convención Bancaria hace dos días en Acapulco, a diferencia de los que le ofrecieron a Claudia Sheinbaum.

Otros datos

Así resulta que la candidata presidencial de Morena tendría, a lo sumo, 26 millones 678 mil 814 votos, 3 millones 433 mil 295 menos que los que obtuvo López Obrador en el 2018 (30 millones 112 mil 109). En ese año salieron 63.5 por ciento del padrón a votar; este año podrían agregarse 1 o 2 puntos porcentuales (según la tendencia que muestra la estadística histórica); entonces votarían entre 64.5 y 65.5 millones de personas; 26.7 millones lo harían por Sheinbaum Pardo; ¿por quién lo harán los 35 millones restantes?

Esta es la duda que no ha de dejar dormir tranquila a Claudia, ni a su jefe. Por eso han declarado guerra total: van contra periodistas; contra Xóchitl Gálvez, a quien quieren ver en la cárcel; contra la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, a quien quieren hacerle juicio político; aprobaron una ley de amnistía para liberar a los delincuentes que elija López Obrador; reparten dinero en efectivo, y no sólo entre damnificados de Otis.

El voto lopezobradorista es ahora menos de la tercera parte del padrón. ¡Es un desastre! Claudia no tendrá más votos que López Obrador; trata de parecerse a él hasta en su dequeísmo y en su entonación tabasqueña, pero le sobra soberbia y le falta carisma. Además, la guerra intestina de Morena no augura buenas cosas para ese partido.

Este cálculo, que es simple aritmética y algo de álgebra, de seguro ya lo hicieron los genios de Presidencia y del cuarto de guerra de Claudia. Y de seguro los números no les cuadran.

Algunos votarán por el candidato de Movimiento Ciudadano, Jorge Álvarez Máynez. Pero para eso lo postularon, para dividir el voto de la oposición. Porque él no tiene posibilidades reales de ser presidente.

El partido oficial repite hasta la saciedad que su candidata tiene gran ventaja sobre la oposición; trata de hacer creer que ya todo está dicho, que Claudia ya tiene la victoria en las manos, para que los que no están de acuerdo con el régimen se desanimen y no salgan a votar, para que piensen que ya no vale la pena hacer el esfuerzo.

Claro, este resultado podría cambiar si el Presidente sigue metiendo las manos y ensuciando el proceso desde sus mañaneras; si el crimen organizado sigue interviniendo en las campañas; si Xóchitl equivoca de manera grave la táctica y la estrategia; si los líderes de los partidos que la apoyan la traicionan (yo supongo que son capaces de hacerlo), y si el gobierno sigue soltando miles de millones de pesos para respaldar a Claudia.

Pero, ¿tendrá tiempo y arrestos el régimen para torcer el proceso a su favor?

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