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SERAPIO

JORGE LUIS REYES LOPEZ

El torito donde Lapo vivía también era su consultorio. Sus pacientes eran vecinos, amigos, conocidos, familiares. Tenía la magia de provocar al paciente para que platicara y tenía la paciencia suficiente para escucharlo. No siempre había condiciones para el parlamento. Algunas curaciones iban acompañadas de dolor, y así no se podía hacer más que pujar, retorcerce o de plano gritar.

Preparando remedios resultaba cómodo para hablar. Brígido tenía rato diciendo que le dolían los riñones y planeaba visitar a Lapo para que le diera algún remedio. Finalmente se decidió y se apersonó en el torito y empezó a platicar sus males, sentado en una silla de madera tejida con pitas. Serapio, después de oirlo, puso en el fogón de la chimenea una ollita de barro con agua, removió las cenizas con uno de los tizones que sobraron de la comida y acomodó los otros leños, luego les aventó un chorro de petroleo y después encendió un cerillo y lo echo al fogón.

Al instante se oyó una explosión sorda, muy queda, seguida de un humo espeso, negro, maloliente que fue desplazado por una incipiente lengua de fuego que poco a poco se apoderó del escenario produciendo sonidos secos y repetidos como si golpeara las paredes del fogón.

En la mano traía Lapo un puño de cabellos de elote. Dirigiéndose a Brígido, le dijo que esperarían a que hirviera el agua para depositar los cabellos de elote y aguantarse un ratito para retirar la olla del fuego y después dejarla reposar.

Te lo tomas como un té en ayunas y antes de meterte a la cama para dormir. Te va a ayudar a limpiarte los riñones y si tienes piedritas también te las quita. Trata de comer sandía, piña, plátano, manzana, naranja y melón. En alguna milpa encontrarás y si no, a lo mejor María Landa o María Pineda pueque vendan. Brígido puso atención a las instrucciones, pero cuando oyó los nombres de las Marías puso cara de ansiedad. Luego luego notó Lapo que el hombre traía algo en el pecho que le estorbaba. Hay tiempo para saber de qué se trata, pensó.

Mira Brígido, soltó el abuelo, mientras se dirigía a su hamaca, nos vamos a entretener tantito, ten paciencia. La mera verdad Lapo, ahorita que mencionaste a las Marías me acordé de lo que está pasando allá en El Limón. ¿Qué traes con las Marías? Nada, con ellas nada, solo que cuando mencionaste a María Pineda me acordé de una familia que vive cerca de los hornos de cal, esos por los que pasa seguido Martín Arciniega. Ya sabes el alboroto que se traen con el chaneque Chanito. Dicen que con todo y lo travieso que es se ha hecho muy amigo del jefe de la casa con el que platica mucho, nadie lo ve, pero este señor lo oye, por eso lo encontramos a veces hablando solo, tanto que pensamos que le habían dado alguna pócima. Siempre hay gente mala. Fue entonces que me dijo que platica con Chanito el chaneque. ¿Tú qué crees, Lapo? Todo puede ser, respondió el abuelo. Solamente que todavía no entiendo lo de María Pineda. La cosa está así: En algunos días después de comer, el dueño de la casa se va de compras a la tienda de María Pineda, de ahí se surte unas dos veces a la semana, en otras ocasiones llega a ir hasta tres veces. Se va caminando pero cuando compra más, se lleva un burro manadero color canela que tiene amarrado en el corral. En la casa nomás vive él con su mujer. Se va después de comer para que no se le haga oscuro en el camino. Hace como un mes llegó un primo de él, dijo que estaba de paso, pero ya lleva mucho tiempo y no se le ven ganas de irse. El caso es que en estos días cuando se estaba preparando para ir de compras, pasó algo muy raro. A los chaneques solo los oyen los que ellos quieren que los oigan, aunque sean traviesos, pero es muy raro que más de una persona al mismo tiempo los escuche. En esta ocasión el marido ya tenía el burro ensillado y se metió a la casa para preguntarle a su mujer los encargos del mandado, después dio media vuelta con la intención de salir de la casa y fue ahí mero cuando todos oyeron a Chanito diciéndole “No es buena idea que vayas a comprar”. El visitante seguía sentado. ¿Por qué, por qué no es buena idea?. Cuando tú te vas, tu primo se acuesta con tu mujer, respondió Chanito. Oye Lapo, el primo brincó de la silla con los ojos pelados buscando a Chanito sin poder verlo y gritó, mira Chanito mitotero, hijo de tu reverenda madre ¡Te voy a matar! Buscó el machete, lo agarró, era un remolino como cortaba el aire, buscando sin encontrar al chaneque.

Otra vez la voz de Chanito diciendo, “a este sinverguenza malagradecido, le diste casa y así te paga”. El primo del marido más se desesperaba, seguía macheteando al aire y gritándole insultos a Chanito. Luego se apagaron los insultos y empezaron unos gritos de espanto, tiró el machete y salió corriendo. Al otro día por la mañna lo encontraron sentado debajo de un huje, hablando solo, nada se le entendía. Desde entonces nada se ha sabido de Chanito.

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