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SERAPIO

JORJE LUIS REYES LOPEZ

En noviembre, lomas y cerros que rodean a la bahía están verdes. Los bocotes salpican de blanco con sus pequeñas flores. Sentado en las raíces de uno de estos árboles y recargada la espalda en el grueso tronco, Serapio miraba dos Zihuatanejos, el de antes de las expropiaciones federales y el posterior a las mismas. Desde su observatorio veía nítidamente la bocana y la bahía completa. De una ojeada barrió todo el escenario y detuvo la vista en un emblemático lugar. En el viejo campo de futbol, utilizado también para jugar al beisbol. Luego sobreponía al hospital general y a la concesionaria alemana de autos. Sacudía la cabeza como rechazando acontecimientos de la historia de la ciudad y la ponía patas arriba.

La huerta de Fernando Bravo colindaba con el campo de futbol. Fernando, empleado federal, encargado de la oficina de telégrafos. Varón corpulento y bonachón. A su huerta se podía acceder a los cocos sin la angustia de esperar una reacción violenta del propietario. Era un buen vecino del espacio deportivo. La cancha de futbol tenía mucha jarilla que fue desterrada con machete en mano y tarecua que los jugadores afanados lograron eliminar. Muchas alegrías visuales se vivieron. El entusiasmo brotaba en los espectadores cuando Pedro, el Coco Lara conducía el balón. Jugador rápido, hábil para la gambeta, derrochaba elegancia. Sin duda pudo ser un jugador de trascendencia nacional. Lo mismo pasó con José, La Caica Pineda, portero magnífico, valiente y buen manejador de su área. ‘Vencerlo era difícil. Sus reflejos y colocación bajo los tres palos le complicaban la vida a cualquier delantero. Espectacular era verlo estirarse en el aire y expulsar los balones que parecían destinados a besar las redes de las porterías que defendía.

Lapo saboreo otro novedoso momento vivido en el añoso terreno deportivo. Ese acontecimiento fue la primera transmisión radiofónica de una actividad deportiva. El mérito se lo llevó el beisbol. La incipiente radio era propiedad de un dinámico hombre de apellido Orta. Jorge Bustos Aldana se metió a la cabina a narrar el encuentro entre dos equipos con mucha rivalidad. El narrador era un personaje: Capitán piloto aviador; Expresidente municipal y ex cronista de la ciudad. Uno de los equipos representaba a los pobladores de la vecina comunidad de Agua de Correa, y el otro a Zihuatanejo. La vieja rivalidad era añeja, mucho antes de que se jugara el beisbol. Parecía que la gente de Zihuatanejo disfrutaba fastidiar a los varones de Agua de Correa con el epíteto cuestionador de su virilidad. La sola duda era suficiente para encender los ánimos que generalmente terminaban en batallas individuales o grupales. El beisbol acrecentaba e intensificaba las divergencias haciendo más participativa la tensión. Genial, chusco y bravucón era el ambiente en las tribunas. Libo Ramírez, fan de Agua de Correa, fanfarroneaba  burlonamente con el trofeo que se llevarían los beisbolistas de Zihuatanejo. Por su parte Sofía Pineda le respondía con ademanes enérgicos indicándole donde acabaría su mentado trofeo. Ese potrero convertido en suelo de uso común, vio nacer los primeros equipos de futbol femenil de la ciudad y de la región. Serapio seguía jugando con el tiempo.

Entraba y salía del pasado al presente y viceversa. En un espejo estaba Dalia Orbe, una chiquilla apasionada por patear el balón, pero el otro espejo refleja la figura de esa niña ya abuela de setenta años, comandando la cocina de antojitos mejicanos en Agua de Correa, con la nieta menor refunfuñando por la edad de la abuela, como si esta pretendiera tener una menor edad. Los espejos del tiempo se multiplican y traen más imágenes de niñas y adolescentes fundadoras del futbol femenil. Las Velázquez López: Lolis, Columba, Maribel y Chuchena. Una familia donde hermanas y hermanos, salvo María Elena, Meye y Servando, vivieron y disfrutaron su pasión por el deporte de la patada. Miguel Angel, la Quitulla, buen portero. Yobel y Pipo excelentes delanteros. Este clan familiar parece ser un caso único en la historia del balompié local. Todos padecieron la misma locura deportiva. Ni benigno Velázquez Gaytán, ni Guadalupe López Espinoza imaginaron tener una prole tan pródiga.

En los inicios del futbol femenil, destacada fue la participación de Hortensia Moreno, hermana de un buen futbolista, Juan, La Canela, dotado de cualidades defensivas sobresalientes por cierto. Lapo sigue atento el desfile de rostros y nombres de mujeres que rompieron tabúes sociales. Bien templadas y seguras de su sexualidad, en nada les afectó las pullas ignorantes de quienes pensaban herirlas acusándolas de machorras. El gol sigue siendo el as, nada lo mata. Todo lo domina, y María Elena Suazo tenía el toque de las goleadoras. Era la joya de la corona. Había que mirarla correr y disparar con un sabio olfato de oportunidad y precisión.

El gol era su felicidad. La Guera Angelina Gutiérrez Cadena, chamaca de catorce años, trabajaba en la planta pesquera, productos pesqueros mexicanos, empresa que impulsó el deporte local, primero patrocinando al equipo Akali, llamado así en honor a la salchicha de tortuga, que no era de tortuga, y después patrocinando al Propemex, quizá el equipo más mediático en la historia del futbol local, incluyendo los tiempos actuales. La Güera Angelina se asentó en la zona defensiva. Después de jugar en Zihuatanejo se integró al equipo de su natal Agua de Correa, y ahí compartió créditos con Isela Reglado, hoy esposa de Fernando Pineda, El Loro, otro entusiasta futbolista. En el equipo de Zihuatanejo jugó Ricarda que siendo habitante de Agua de Correa, se decantó por el equipo porteño.

Los lugares hablan. Lapo está convencido de que cada rincón de la ciudad tiene un pasado glorioso que se extiende en el tiempo sin barrera que le impida estar en el presente. No está dispuesto a claudicar, ni a pactar con el olvido. La sociedad actual necesita recuperar su historia y nada sirve más a este propósito que retroalimentarse de las hazañas y acontecimientos de tantas mujeres y hombres que deben rescatarse del injusto anonimato en el que a veces las voces oficiales parecen querer sepultarlas.

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