Rellenera deleita a capitalinos con sus manjares

Cuauhtémoc Rea Salgado 

TECPAN. Doña Valentina Romero Moreno es una persona que nació en esta ciudad y está vendiendo su relleno de cuche en Chilpancingo desde hace ya varios años poniendo en alto su ciudad natal. 

“Este lugar puede ser un pedacito tecpaneco, un pedacito de Tecpan que traigo a los chilpancingueños”, asegura Valentina Romero Moreno, ahora localizable a través de la fanpage Relleno Tecpaneco en Chilpancingo.

Costilla, brazuelo, pierna, maciza, piel, surtido. Una inconfundible variedad de sabores debido a los jugos naturales de la carne, el plátano, las verduras, el chile preparado que da el color rojizo al caldo levemente condimentado, todo junto ya sea con el bolillo o tortillas hechas en el momento, acompañado de un buen café de la olla, con piloncillo y canela.

Se trata de una actividad suya que se ha estado dando a conocer sin ninguna publicidad más que la recomendación de boca en boca, de clientes que hablan de este negocio y lo han recomendado a sus amigos y familiares, “se ha hecho una cadena grande”.

Una receta típicamente de Tecpan de Galeana, en la Costa Grande del estado, “ahí nací y crecí, ahí me casé, ahí crie a mis hijos, ahí nacimos, entre la calle Reforma y la calle Independencia, cerquita del panteón”.

De allá, de su Tecpan en donde “no hay fin de semana que alguien no tenga una fiesta y no haga un relleno, es de cajón”.

Responde de inmediato doña Vale cuando se le pregunta si esta tradición que mantiene tuvo un origen personal-familiar, “mi madre, Tomasa Moreno, esa mujer tenía el arte en sus manos para cocinar, me da mucho orgullo saber que yo le heredé ese arte”.

“ Crezco ayudándole a mi madre a cocinar desde los 6 años, que me meto a la cocina, tenía que subirme al metatero para alcanzar la chimenea. Desde los 6 años no he parado-, recuerda la entrevistada, quien por idiosincrasia familiar se le prohibió estudiar –tiene educación primaria, que concluyó a los 15 años- pero a cambio de eso se enseñó a realizar diversas labores, además de la cocina, como coser ropa –otra de sus especialidades- y trabajar en el campo, con todo y sus herramientas, en un entorno muy humilde de dos padres y seis hermanos, iniciándose en la cocina a base de leña, petróleo y conchas de coco -muy útiles para el fuego-, así como procesos de cosechas, como por ejemplo del arroz”. 

¿La comida de su infancia?, evoca doña Vale preparados que, dice estar segura, ya no habrá en Tecpan quien sepa de su preparación, como el manjar, una añeja tradición familiar, “un atole de maíz hervido con pura leche de vaca, sin una gota de agua, y la panocha, que se hace también allá, como la charamusca y el melao, se deriva todo de la caña”.

Dulces y alimentos derivados del coco y el plátano también aprendió a hacer doña Vale allá en su tierra, en donde en casa no podía faltar el pescado seco que su padre Venustiano Romero, quien fue además campesino y un reconocido albañil- iba a sacar de las aguas de Cayaquitos, la laguna de Nuxco, el río Los Camarones, en ese municipio donde se da el tradicional Puzumiche del río Tecpaneco, “nadie habla de eso y no sé por qué; cada año pasa, es un manjúa de pescado, en cantidades enormes, pequeñitos, como de un centímetro, una hebrita, una larvita, un pecadito pequeñito, flaquito, viene como si fuera una carreterita en lo más bajito del río, en lo más manso, una mancha café-negra, yo creo que vienen de la laguna, ¡millones de pescados!, me parece que es en este mes de octubre, dos, tres días; si ahorita va a Tecpan ahorita encontramos ese pescado seco, se guisa, la gente va a cazarlos con sus coladores, como mosquitero…no sé cuál es su fin, de dónde salen, qué clase de pescado. Todavía siguen pasando. Un vasito me parece que cuesta 15 pesos”.      

Arroz, frijol, pescado seco, plátanos –con lo que comían una especie de gorditas fritas con manteca-, telimón para beber, están entre los recuerdos de la infancia en familia de esta señora que todavía se da tiempo de preparar todo eso que comía en aquellos años. 

“Sin conocer a nadie”, es en el año 2000 cuando la entrevistada llega a radicar a la capital, “sabía que había un montón de tecpanecos acá; llegué y me instalé en la colonia Tatagildo, por azares del destino ahí me tocó, Tatagildo es el héroe de mi pueblo, yo me sentía en Tecpan (ríe)”.

– Este arte es algo que Dios me dio-, dice esta cocinera, “cuando pruebo una comida sé qué tiene y la preparo igual o hasta mejor; si me sirves un platillo que nunca he probado, lo voy a saborear y te juro que lo voy a hacer más perfecto, sin saber qué le pusiste. Mi mamá así era, conocedora de sabores, se hereda, me imagino”.   

Alrededor de diez años tarda la entrevistada vendiendo comida en la comunidad del Súchil, “siempre he cambiado de giro con la intención de ir mejorando, aparte de ir disminuyendo el esfuerzo”.

Era el periodo en que además de ama de casa, también ya tenía a sus tres hijas, “esa ha sido mi razón de ser, no tener que perder el espacio que a ellos les correspondía como hijos o marido”.  

Aquí comenta doña Vale lo que llama “el secreto” de su cocina, aprendido de su madre: “los condimentos, hay que saber combinar, el comino con el clavo, cilantro con el comino, la pimienta con el orégano, cada combinación era para cada comida; el relleno lo que lleva es condimento de todos, mezclados, muchísimo condimento, pero tiene su punto exacto. Compro el condimento en bola, en grano, y aquí lo vamos moliendo, junto las cantidades necesarias para la cantidad que voy a cocinar, y todo se muele junto. Es mi clave, es la base, ya sé cuántas cucharadas de condimento le voy a poner a mi salsa que estoy preparando para marinar el puerco…son secretos, es ingenio”.      

– ¿Y fue buena para usted la decisión de haber venido a radicar a Chilpancingo?

– Fue la mejor decisión que pude tomar. Me ha dado tantas oportunidades Chilpancingo, con la gracia de Dios. Hay tanta gente linda aquí.

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