Fernando Zabala
«No miraré atrás»
«Nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojamos
de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por
delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe» Hebreos 12:1-2
PRIMERO LA LLAMARON «La milla milagrosa» luego recibió el calificativo de «La milla del siglo», Eso fue exactamente lo que resultó ser la competencia que enfrentó a los dos hombres más veloces del planeta en la carrera de una milla: Roger Bannister y John Landy.
El año, 1954. El lugar, Vancouver, Canadá. El escenario, los V Juegos de la Mancomunidad. Para ese entonces los dos atletas habían logrado romper la barrera de los cuatro minutos, el récord para la distancia. El primero en lograrlo fue Bannister, con una marca de 3:59.4, en mayo de 1953. Poco después, en junio de ese mismo año, Landy logró detener el reloj en 3:58, convirtiéndose así en el dueño de la nueva marca. ¿Quién de los dos prevalecería?
Cuando se dio la señal de partida, Landy salió al frente, como de costumbre Bannister, lo seguía de cerca Pronto los demás contendores quedaron lejos Mientras tanto, en las gradas, una multitud de 35 000 fanáticos observaba, expectante.
Al entrar en el último cuarto de milla, Landy iba al frente. Cuando apenas faltaban unos ochenta metros para la meta, Landy escuchó un gran alboroto proveniente de la multitud. Eso podía significar solo una cosa: que Bannister se estaba acercando peligrosamente. Entonces, justo antes de la línea de llegada, Landy miró hacia atrás, a su izquierda. Quería asegurarse de la posición de su rival, En ese mismo instante Bannister lo superó por el lado derecho, ¡justo cuando llegaban a la metal! Una estatua en Vancouver se erige hoy en recuerdo del dramático final.
El nuevo año ha comenzado. El mundo nos observa. ¿Como correremos «la carrera que tenemos por delante»? He aquí un plan con resultados garantizados.
Teniendo en cuenta:
Que no estamos solos en esta carrera, y que tenemos ante nosotros «tan grande nube de testigos» -los fieles hombres y mujeres que nos precedieron y que vencieron gracias a la sangre del Cordero-.
Resolvemos:
(1) Que nos despojaremos «de todo peso y del pecado que nos asedia».
(2) Que no miraremos hacia atrás, a menos que sea para recordar la manera como Dios nos ha guiado hasta aquí.
(3) Que correremos la carrera puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de nuestra fe.
Gracias, Padre celestial, porque estás, no solo al principio, sino también al final de nuestra carrera.
Ayúdanos, en el año que comienza, a despojarnos de todo lo que deshonre tu santo nombre.
Por sobre todo, ayúdanos a mantener nuestros ojos fijas en Jesús, ¡Con él de nuestro lado,
nuestra victoria está garantizada!