(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
Al menos los guerrerenses podemos descansar sabiendo que los
perredistas no boicotearán el proyecto de la creación de la Guardia Nacional,
como lo hicieron sus correligionarios a nivel nacional.
Ayer, diputados y líderes del partido se reunieron en
Chilpancingo para anunciar que le darán un voto a favor a la Guardia Nacional.
Y aclararon que aunque priorizan que ésta tenga un mando civil, tampoco se
andarán con remilgos y votarán conforme a las necesidades que se tienen en la
entidad en materia de seguridad pública, sin politizar el problema, como
sucedió en San Lázaro, donde el PRD y el PAN votaron en contra o se
abstuvieron.
Recordemos que sólo cuatro diputados federales perredistas
votaron a favor de la Guardia Nacional, entre ellos el que representa el
Distrito 6 de la Montaña baja de Guerrero, Raymundo García Gutiérrez, pero se
toparon con la guillotina en su partido, que los quiere expulsar por haberse
salido del guion dictado a la bancada perredista desde la dirigencia nacional,
algo impropio tanto para el partido –que nada tiene que hacer dictando línea-,
como para los diputados, que se supone son representantes populares y se deben
al pueblo, no a sus líderes.
Los perredistas se quedaron acostumbrados al son que les
tocó Enrique Peña Nieto, cuando se integraron al Pacto por México, el cual
consistió en que su dirigente nacional –en ese tiempo Jesús Zambrano, el Chucho
menor-, tomaba acuerdos con sus homólogos del PRI y del PAN, con relación a las
reformas estructurales, cediendo y concediendo, y enseguida aleccionaban cada
uno a sus diputados para que votaran en consecuencia.
Aquel nefasto plan fue peor que un golpe de Estado, pues
prácticamente inutilizaron al Congreso de la Unión, a través de venderse al
mejor postor como líderes partidistas. Y en el caso de los diputados,
incurrieron en una gravísima traición a sus representados, pues en lugar de
velar por los derechos de estos, escucharon a sus corruptos dirigentes.
Esta vez parece que no sucederá así. Y más les vale a los
perredistas de Guerrero deslindarse de la mafia nacional de su partido,
actualmente en proceso de renovarse para no morir, porque aquí la iguana masca
del otro lado.
No votar a favor de la Guardia Nacional, proyecto que el
mismo gobernador Héctor Astudillo Flores ha dicho que es de extrema urgencia,
será como condenar a Guerrero a una eterna guerra desigual entre la sociedad
desprotegida y desarmada y los grupos delincuenciales.
En realidad, es tan grave el problema para los guerrerenses,
que ya no la queremos con chongo. Como dijo la muerte cuando vino por uno que
para no ser encontrado se rapó la cabeza: “Aunque sea este pelón me llevo”. Y
se lo llevó.
El hecho de que los diputados, que durante 13 años han
venido siendo testigos de la extrema violencia que se padece en cada una de las
regiones de Guerrero –al grado de que incluso la clase política ha sufrido
graves consecuencias-, se tomen libertades que van más allá de su papel como
legisladores, debe terminar ya.
Nunca como ahora se antoja importante redefinir al papel de
los legisladores, y obligarlos a sujetarse al mandato constitucional que rige
su quehacer, so riesgo de fincarles un juicio político.
Estamos mal cuando nadie hace lo que le corresponde ahí
arriba, condenándonos a los de a pie a seguir en las mismas, mientras ellos
ejecutan sus vendettas políticas.
Lo declarado ayer por el líder de la bancada perredista,
Celestino Cesáreo Guzmán, da un respiro a Guerrero, pues la Guardia Nacional,
una vez que se vote en el Senado, y por tratarse de una reforma constitucional,
tendrá que tender el voto de la mayoría de los congresos estatales.
Por lo menos Guerrero no figurará en la historia como la
entidad con más muertos, pero también como la que se opuso a un nuevo modelo de
seguridad pública, gracias a la mediocridad de sus diputados.