(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
Ante el debate del rescate del campo, y el conflicto que se
está adelantando por la reducción en el presupuesto del fertilizante, parece
que los productores de Guerrero están dejando de lado algo que también es
sumamente importante, y tiene que ver con el mantenimiento y conservación de
los bosques, de los que la Costa Grande depende.
Los macizos boscosos de la Sierra son la vida para Guerrero
y parte de la biodiversidad de México y del planeta en su conjunto. Sin
embargo, a nadie le importan. Un puñado de ecologistas viene desde los años 90
advirtiendo el deterioro de la Sierra Madre del Sur, y el riesgo que implica el
deterioro de los bosques, que parece que para nadie son importantes, a pesar de
que estos sustentan la vida misma, pues representan agua, oxígeno, suelo,
paisaje, turismo y en general los bosques sostienen prácticamente toda la
economía, la primaria sobre todo.
En realidad, los gobiernos estatales no están invirtiendo en
la conservación de bosques. Los presupuestos de las dependencias
medioambientales son muy pobres y han fallado los intentos por rescatarlos. En
los municipios el panorama es de plano patético. Mucho menos se ha hecho
efectiva la vigilancia de parte de la Procuraduría Federal de Protección al
Ambiente (Profepa), organismo que más bien ha sido un membrete en la entidad,
al grado de que habiendo 7 regiones, además de la Sierra, sólo se tienen
oficinas de esa dependencia en Acapulco.
En este sector todo está fallando, y el impacto negativo
hace muchos años que lo estamos viendo: incendios forestales, ríos secos y
contaminados, escasez de agua en la mayor parte del territorio estatal (y
nacional), saqueo de los bosques de manera indiscriminada sin devolverles nada.
Esperemos que de parte del nuevo gobierno federal se tenga
una estrategia genuina para impactar en el sector medioambiental, pues la
corrupción permea en todas las áreas y ésta no es la excepción. Al contrario,
el campo y la ecología son tan vulnerables, que todo mundo contamina sin
recato.
Para no variar, los programas de reforestación que se han
lanzado, a la postre resultan un verdadero fracaso, pues simplemente las metas
nunca se cumplen, y los resultados son un desastre.
Sabemos que el gobierno federal tiene diseñado el programa
Sembrando Vida, para reforestar de manera masiva los bosques del país, y que
esto será motivo para generar empleos. Es decir, se adoptará el modelo de
empleo temporal para que los brigadistas trabajen. Hasta ahí todo bien, pues
tampoco el esquema de voluntariados ha servido de nada. Los amantes de la
ecología están generalmente en las ciudades, advirtiendo de los peligros, pero
pocos salen a plantar siquiera un árbol.
En el campo, ni se diga. Nadie quiere problemas con nadie y
son pocos los ejidos en donde se tiene un plan de manejo forestal, aunque éste
debe ser obligatorio. Los ejidatarios se quejan que la ley se les aplica a
ellos de manera puntual, pero no a los terratenientes, quienes disponen de sus
recursos naturales arbitrariamente, sin importar el daño que provoquen. Abren
tierras al cultivo sin miramiento, derribando bosques de cualquier tipo, cuyos
suelos por naturaleza son ácidos, ya que tienen vocación forestal y no agrícola.
Para hacer frente a esta crisis, el gobierno de Andrés
Manuel López Obrador presentó desde octubre pasado el programa Sembrando Vida,
que es uno de los 25 proyectos prioritarios de su administración federal.
Tendrá una inversión de 15 mil millones de pesos, para
sembrar 1 millón de hectáreas de árboles frutales y maderables e incluir
cultivos de ciclo corto.
El gobierno federal aportará las plantas y los recursos para
sembrarlas. Cada productor, comunero y ejidatario que se integre a este
proyecto cultivará 2.5 hectáreas, por lo que recibirán un jornal de 5,000 pesos
mensuales.
Además, deberán formar parte de una comunidad de aprendizaje
integrada por 25 campesinos que recibirán capacitación de un técnico social,
quien trabajará para favorecer el bienestar de la comunidad, impulsando
relaciones de cooperación, armonía y corresponsabilidad; un técnico productivo,
que los asesorará sobre técnicas de producción, tipos de suelo y cultivos mejor
adaptados; y tres becarios del programa Jóvenes Construyendo el Futuro, que
vivan en la comunidad y que participarán en los procesos productivos y
sociales.
Esto último es lo que me parece que marca la diferencia con
otros programas, como el que lanzó Felipe Calderón y que resultó un fiasco.
Primero, se dispone de suficientes recursos económicos; segundo, se impulsa la reforestación
con fines económicos; y tercero, se impulsará la reeducación y concientización
de la gente del campo es, asesorados por técnicos.
Sin un cambio de mentalidad en la población será muy difícil
superar los niveles de deterioro ambiental, en un país que es el cuarto por su
biodiversidad, y por lo tanto uno de los más importantes para el sostenimiento
de la vida en el planeta.
Guerrero, por sus sierras, es uno de los pulmones del país.
Y aunque aquí el problema de rescate es mucho más complejo por la situación de
inseguridad en esa región, la intervención de los ejidos, de las familias y
gobiernos, será crucial para lograr la meta.