(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
El Senado de la República votó a favor el dictamen de ley
para garantizar a las trabajadoras del hogar las prestaciones de ley de
cualquier otro trabajador, sobre todo IMSS y aguinaldos.
El proyecto de decreto, remitido a la Cámara de Diputados,
reforma, adiciona y deroga diversas disposiciones de la Ley Federal del Trabajo
y de la Ley del Seguro Social, en materia de las personas trabajadoras del
hogar.
No podemos negar que este decreto viene a traer un ápice de
justicia sobre las trabajadoras del hogar, mal llamadas “chachas”, “criadas”,
“gatas”, etcétera, sobre todo luego de siglos de que los adinerados han
sometido a este tipo de empleados (no sólo hay mujeres trabajando en hogares),
a un esquema quasi de esclavos, amparados en las lagunas legales que por
centurias han prevalecido.
Seamos claros: las trabajadoras del hogar no sufren en los
hogares clasemedieros, donde los padres tienen que trabajar y las contratan
para cocinar, cuidar a los hijos, hacer las compras, lavar y en general todo lo
relativo al cuidado del hogar.
En estas casas, las trabajadoras del hogar tienen un lugar
casi de familia, pues no se contrata a cualquiera, sino a conocidas, vecinas,
conocidas, etcétera, y suelen tener un trato muy humano, donde a pesar de no
tener prestaciones de ley, sí tienen días de descanso, apoyos extras a su
sueldo, comida, etcétera.
En estos hogares no se requiere que se queden a dormir,
abandonando a sus propias familias, sino que terminando sus faenas se retiran,
sobre todo cuando la madre del hogar regresa de su empleo, para ocuparse ella
misma del cuidado de los hijos, las tareas, y los trabajos que quedaron
pendientes.
¿Dónde es donde realmente sufren las trabajadoras del hogar?
Con los ricos, con los millonarios, donde las ven como si fueran cosas, donde
las obligan a portar uniforme, a cubrir horarios agotadores incluso nocturnos
sin que eso signifique una mayor pago.
Estos millonarios contratan a sus empleados del hogar
mediante agencias de colocaciones, las cuales pasan a ser los verdaderos
patrones de las empleadas, porque los ricos no quieren pasar por el
desagradable trabajo de entrevistar a quienes se han de ocupar de sus preparar
sus alimentos, lavar sus ropas, limpiar sus pisos y baños, etcétera.
En realidad, este esquema viene repitiéndose desde tiempos
inmemoriales, con la diferencia de que ahora se les asigna algún sueldo.
Esto incluye a la clase política, que definitivamente está
acostumbrada a que le sirvan. Imposible ver, por ejemplo, a la esposa de un
senador de la República, de un secretario de Estado, de un gobernador, de un
director general, etcétera, fregando pisos y tendiendo ropa. ¡Jamás! Mucho
menos un empresario de la talla de Carlos Slim, los banqueros, los dueños de
empresas trasnacionales, los mineros, los grandes empresarios en general. Para
ello cuenta con un séquito de empleados; porque hay que entender que tienen a
un empleado para cada cosa: cocineras, recamareras, jardineros, choferes,
etcétera.
Luego entonces, con esta reforma laboral, los senadores
hicieron justicia a sus esclavos modernos, pero sometieron bajo una presión
innecesaria a los hogares clasemedieros, que no contratan personal porque
quieran, sino porque lo necesitan, pues les sería imposible trabajar sin el
apoyo extra en el hogar, sobre todo las mujeres.
Estas madres y padres que trabajan, comparten su sueldo con
alguna conocida para que les haga de comer, les lave y les planche mientras
ellos van a conseguir el sustento, y cada semana pagan por este servicio de
manera puntual, sin andar sacando a las “chachas” de la alberca, como sucede en
las residencias de lujo, donde los empleados no disfrutan nada reservado para
los patrones.
Aplaudimos esta medida, pero anunciamos que para un
profesor, la dueña de algún negocio, o cualquier profesionista, les será más
que imposible pagar IMSS o aguinaldos, porque incluso a veces ni ellos tienen
estos beneficios.
El problema vendrá cuando por necesidad contraten a alguien,
y entonces corren el riesgo de ser demandados ante los tribunales laborales,
que en lo sucesivo dependerán del Poder Judicial.
Resumen: Los senadores parece que legislaron para un país
primermundista, aunque ni en Estados Unidos se tienen semejante ley. Si así
fuera, ninguno de nuestros connacionales obtuviera empleo limpiando casas, uno
de los trabajos más socorridos para mujeres en la Unión Americana.