(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
Conforme avanza el nuevo gobierno, se van perfilando los
principales programas sociales, que son los que impactarán positivamente a
gruesas capas de la sociedad mexicana que están en pobreza extrema.
Pero no son estos programas los que nos han de venir a garantizar
el crecimiento y desarrollo proyectado, que según estimaciones internacionales
no pasará del 2 por ciento e incluso menos, aunque el presidente Andrés Manuel
López Obrador afirma que podría llegar al 4 por ciento, algo histórico desde el
cambio de gobierno –pero no de régimen- en el año 2000.
De lograrlo este año, AMLO podrá cantar victoria. Habrá
revertido la tendencia empobrecedora de la política económica nacional, para
conjugar desarrollo con bienestar social y un reparto más equitativo de la
riqueza.
Los programas sociales son únicamente un muro de contención
para evitar que los sectores vulnerables se desbarranquen, y arrastren al resto
del país, que también lucha por sobrevivir. Para ello es fundamental que se
mejoren los sistemas de educación y salud, que están prácticamente
desmantelados en todos los estados, y Guerrero no es la excepción. Podemos
asegurar que hoy en día la gente está muriendo sin esperanza ni atención
médica, pues los centros de salud carecen de todo, y los hospitales generales
también. No tenemos hospitales de especialidades, y hasta los centros
hospitalarios que viven de las cuotas de patrones y trabajadores están para
llorar, pues también han sido saqueados. Incluso el sistema de salud militar
está tan podrido, que lo que antes parecía un privilegio, se ha convertido en
más de lo mismo.
Ahora que están de moda las noticias del Huachicolazo,
resulta escalofriante pensar que pudo haber ganado la elección el candidato del
PRI o el PAN. Tendríamos más de lo mismo y peor, y jamás habríamos enfrentado
siquiera la posibilidad de que el entramado de corrupción que está evidenciando
el presidente de la República, fuese desmantelado.
A pesar de la crisis económica que se vivió durante todo
2018, y de la crítica cuesta de enero en este 2019, hay optimismo precisamente
porque los criterios cambiaron y es cuestión de tiempo para ver sus beneficios.
En materia económica, empresarios, comerciantes, prestadores
de servicios y productores en general le están apostando a los programas de inversión
en el sector productivo, que permitirán mantener a flote la producción de
bienes y servicios, y levantar al país. Esto incluye infraestructura, créditos
e inversión directa, así como programas de incentivos.
El sector primario, que es donde se incluye a los productores
de alimentos para la nación, también sufrirá cambios y aunque se ha dicho que
se le invertirán menos recursos este año, con relación a 2019, los diputados explicaron
que solamente se les redujeron los “moches” que se programaban cada año para
las organizaciones sociales, que estaban acostumbradas a que se les diera una
mordida del gran pastel, aunque al campo llegaran migajas, para alimentar a sus
clientelas políticas, en lo que parecía un acuerdo interpartidista inapelable a
la hora de votar el presupuesto de egresos federal.
Por eso veíamos a la CNC y otras organizaciones de
productores, repartiendo paquetes tecnológicos y apoyos diversos a sus
agremiados, de donde salían los votos para que los líderes se convirtieran en
presidentes municipales y diputados locales o federales.
Con este esquema, entonces la vida política representaba
para nosotros los mexicanos una carga extraordinaria, pues por un lado los
partidos políticos recibían toneladas de dinero, mientras que las organizaciones
sociales que son su columna vertebral, también pedían su parte.
Los criterios ahora cambian y la inversión que se haga, sea
cual sea el monto, excluye no sólo a las organizaciones sociales, que en los
hechos son eminentemente políticas. Por eso resulta significativo ver ahora al
líder de la CNC, Edel Chona Ramírez, ex candidato a diputado federal por el
PRI, advertir que no permitirán que los recursos del campo se politicen; es
decir, que se entreguen con criterios partidistas. Pero lo cierto es que esta nueva
postura de oposición y crítica, se debe a que les quitaron su parte en el
reparto, y lo que les queda es lo que siempre debieron haber hecho: dedicarse a
hacer producir el campo, no a sus partidos. Producir alimentos, no votos. Y,
sobre todo, a vigilar que en efecto, los recursos no se repartan bajo criterios
electoreros.