Néstor Araujo y el Celta rescatan un punto de oro ante el Atlético de Madrid

A la espera de uno sobre el césped que la temporada aún está a tiempo de ofrecer, el Atlétíco ha decidido convertirse en su peor enemigo. Quien dice el Atlético dice un sector de la plantilla rojiblanca a la que no parece le vaya mal en el empeño, de momento ya ha cedido dos puntos en casa. Suárez es síntoma de salud y a punto estuvo de ganar el partido, pero un accidente muy bien aprovechado por Aspas y compañía tiró por el sumidero a última hora el botín que saboreaba el líder. A la espera de nuevas batallas, no estaría de más que se aprendieran de una santa vez lo de que están prohibidas las reuniones de no convivientes en domicilios. Aunque tu casa sea grande, aunque tengas muchos amigos, aunque te hayan dado un par de días libres… prohibidas.

El Celta de Néstor Araujo había asistido a los acontecimientos con palomitas. Más de una semana entre partido y partido sirvieron para rearmar al equipo olívico en lo que desde la distancia se contemplaba la descomposición del rival. Ya que todo lo tenía, todo lo puso Coudet. El once del Metropolitano era el que se podía recitar de memoria hasta que se lesionó Aspas, con la lógica inclusión de Aarón en el puesto que fuera de Olaza. Por su parte Simeone solucionaba la ausencia de Lemar a última hora centrando a Saúl y tirando de Lodi para el carril izquierdo. Tampoco esa alineación sonaba mal, cuestión distinta era el aspecto diezmado del banquillo local. Efectivamente, apenas se haría un cambio.

El Atlético despachó un primer acto infame… del que salió absolutamente vivo. Ni para saludar se había acercado a Rubén hasta la última jugada del mismo, pero ese lance, única y exclusivamente ese lance, tuvo el mismo valor de cara al marcador que el notable rato de fútbol que había exhibido el Celta, no sólo con más criterio a la hora de manejar la pelota, sino también con más determinación a la hora de pelearla. En realidad el líder anda aficionándose a eso de empezar por debajo, ya le pasó últimamente ante Eibar o Valencia, pero también a lo de empatar antes de marcharse al camerino.

Las dos dianas nacieron por la derecha, al servicio Hugo Mallo, al servicio Llorente, y las dos encontraron un ariete dentro del área, a su servicio Santi Mina, a su servicio Luis Suárez. El punta celeste buscó la espalda de Felipe, ese latifundio, mientras el ariete rojiblanco ganó la acción al citado Mallo. Conviene insistir en que la diferencia, más allá del buen rato que separó una y otra, pasaba por que la visitante premiaba el rendimiento mientras que la local premiaba precisamente eso, tener un pistolero en tus filas. Que no es poco, claro que no.

El Atlético se había sentido absolutamente incómodo, descosido desde el momento en que los centrales se metían demasiado atrás y sin que eso valiera siquiera para ofrecer seguridad cuando el rival se arrimaba. Especialmente peliagudo se antoja el caso de Felipe, una rémora ahora mismo. No sólo salió retratado del gol, sino que después se ganó una tarjeta e hizo todo lo posible por ganarse otra. Por su perfil y por el de Lodi insistía la tropa de Coudet, con Mallo y con Brais primero, con todo el que iba comprobando el roto después. Tampoco es que diera para ocasiones, las cosas como son, pero hasta el descanso se jugó a lo que quiso el Celta. Hasta la jugada previa al mismo, por ser más concretos.

Y, de repente, Kondogbia. Para romper líneas buscando a Lodi y que éste pusiera a Suárez el segundo, que contado así parece como si el charrúa no tuviera mérito alguno. Eso, en una porteria. Y para cruzarse de forma providencial cuando Aspas se disponía a certificar el empate a la contra. Eso, en la otra. Dos acciones que justifican una titularidad y las que se tercien. Así que ahí andaba el Atlético, por delante ya en el marcador sin haber jugado al fútbol aún. Simeone, efectivamente, había prescindido de Felipe después. Pero ya no tiene más centrales, así que recuperó el viejo 4-4-2 con Torreira en la sala de máquinas.

El Atlético ganó aplomo. Por el marcador y porque sí. Al Celta se le echó de menos ahí. No hubo reacción a la que vinieron mal dadas. Su técnico apenas hizo dos cambios, hombre por hombre. Para incluir a los nuevos, lanzando de paso un mensaje evidente al resto. Oportunidades no había, ni en una portería ni en otra, pero el fútbol está en los detalles: Savic salió malparado de una acción, rompiendo cualquier posibilidad de fuera de juego, y Aspas tiró de escuadra y cartabón para habilitar a Solari y que éste cediera el empate a Ferreyra. Ahora vaya usted a discutir los cambios de Coudet. A Oblak, por cierto, un día se le caerá el larguero en la cabeza. Sí, lo que han leído.

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