Los Inicios del Sometimiento de una Nación

Nayeli Rubí Pérez Ochoa

México, pobre Nación, hundido desde primer momento, golpeado por intereses políticos de quienes sólo buscaban un beneficio propio, faltaron patriotas que dieran la cara por el pueblo, que se preocuparan por el crecimiento, que velaran por tu bienestar, mi querido México, te faltó amor.

Antes de que termine este hermoso mes patrio, con el ánimo de mantener viva la llama del desprecio a hacia algunos ilustres de antaño, recordemos algunos eventos desconocidos por muchos.

En el año 1923, en un afán de ser reconocido por el cariñoso vecino del norte, el presidente Álvaro Obregón, decidió que para ganarse el anhelado afecto debía entregar lo que fuera necesario, total, lo pagaría el pueblo mexicano, en ese año se firmó la “Convención Especial de Reclamaciones”, la que tenía un único fin, satisfacer a los estadounidenses de la manera más generosa y con la mayor celeridad posible.

El motivo, durante la Revolución Mexicana, que comprendió el periodo que va de 1910 a 1920, debido a los disturbios, se generaron afectaciones y pérdidas colaterales a los extranjeros, ya sea en sus propiedades, en sus comercios, o en su persona, sólo faltó el daño en sus sentimientos; poca importancia tiene el saber quién lo ocasionó, lo importante es proteger al ya de por sí privilegiado extranjero de los inconvenientes sufridos e indemnizarlo monetariamente.

Derivado de esto, la Convención Especial de Reclamaciones abrió un periodo de tiempo de dos años, durante el cual los reclamos se harían llegar a una Comisión integrada por un representante de cada país y un tercero, la cual fue creada para recibir las reclamaciones, y el mismo a consideración de quien manda (Estados Unidos de América), podía ser prorrogado hasta por seis meses más.

En tal convención se especificó que el Estado mexicano debía aceptar de manera obligatoria cada reclamación, y las mismas siempre serían satisfechas, porque para qué solicitarle las pruebas debidas, si es de conocimiento popular que no se puede ni debe cuestionar a las fuerzas de hecho.

El Presidente Obregón creyó conveniente y útil que de manera textual expresaran “El Gobierno Mexicano […] que ex gratia (sin reconocer obligación legal) que siente moralmente obligado a dar completa indemnización”, una pizca de disimulo les faltó para que no fuera tan evidente la traición que se realizaba al pueblo mexicano, que por un motivo político egoísta, se decidió que era una asombrosa idea el endeudar más al país porque de otra forma no iba a poderse pagar el total de las reclamaciones.

Ese mismo egoísmo ha venido permeando desde siglos, teniendo en ocasiones un brillo, de vez en cuando parece que llega al poder alguien que quiere a su gente, que entra al juego de la política para poder luchar en contra de la corrupción, pero en eso queda, en la apariencia, en motivar a la austeridad cuando a los hijos se manda al extranjero mientras al pueblo se le entretiene con un noticiero que desinforma y engaña

La convención de reclamaciones, como todas las que suscribe el Poder Ejecutivo, fue ratificada por el Senado de la República, el que, aunque corrompido, tenía ciertos destellos de dignidad, ya es que injusto y degradante resultaba que el Estado Mexicano tuviera que agacharse ante el opresor del norte, por lo que en una estrategia que pretendía posponer lo inevitable, evitaron que el Quorum requerido, que consiste en que se reúnan la mitad más uno de los integrantes de la Cámara, se reuniera para otorgarle la validez necesaria.

Pero la desgracia alcanzó al Senado con la muerte del honorable Francisco Field Jurado, asesinado a unas cuadras de su hogar, fue quien promovió la dilación de lo que consideraba un claro signo de traición a la patria. Por su valeroso actuar será reconocido, nunca se escondió ni vio con buenos ojos a quienes lo exhortaron al ocultamiento, sus palabras ante tal: “Un hombre debe ser estoico y las ideas justas de la vida deben de hacerlo inconmovible aunque vea que el universo se une ante sus pies. Guárdese usted la llave, pues si la llevo conmigo, podría ocurrírseme la cobardía de esconderme y yo no me escondo, porque mi muerte puede ser el principio del desprestigio de quien no siente ni por la vida ni por la patria.”

Para algunos parecerá un suicidio, pues tenía conocimientos de la amenaza de muerte, pero al final, debe verse como un hombre que ante cualquier cosa antepuso sus valores, no quedó únicamente como acto protocolario el “protestar guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, las leyes que de ella emanen, así como desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Senador, que el pueblo de México les ha conferido, mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión”

La sentencia: “Si así no lo hiciere, que la Nación se lo demande”, no condena a ese ilustre, la patria no puede demandarle nada, sólo queda recordarlo y seguir el ejemplo de lo que es ser patriótica(o).

La Convención de reclamaciones, al final en un acto deleznable, fue ratificada debidamente por el Senado de la República, pasó a ser válido y obligatorio, ¿Cuánto se terminó pagando? No existen datos al público, ni de cuantas reclamaciones se hicieron y por qué motivo, lo que es un hecho, es que se pagó mucho, no sólo de manera monetaria, pues se perdió el total respeto, México pasó a ser un ejemplo del sometimiento para el mundo.

About Author

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Salir de la versión móvil