César Antonio Aguirre Noyola
Una vez más la historia se repite: como ocurrió en los primeros meses de los años 2020 y 2021 hoy se pone al descubierto la ausencia de una estrategia de contención por parte del Gobierno federal para frenar la propagación del agente viral SARS-CoV-2 que provoca la enfermedad de la Covid-19.
A diario nos enteramos a través de la televisión, por medio de la radio, mediante la prensa escrita y/o vía redes sociales el avance vertiginoso del virus, ahora en su variante ómicron. Las letras del alfabeto griego avanzan consecutivamente y la especie de coronavirus muta constantemente, convirtiéndose un auténtico desafío para los sistemas de salud de los países del orbe.
La preocupación surge cada vez que desde su púlpito, por las mañanas, el licenciado Andrés Manuel López Obrador, presidente de los Estados Unidos Mexicanos sale a declarar en torno al tema, sobre todo cuando expresa situaciones para tratar de convencernos de que todo está controlado, que no hay peligro alguno, que pronto pasará. En este contexto, hemos escuchado frases como “la pandemia está domada”, “la pandemia nos cayó como anillo al dedo” y que el mal se cura “frotando vapo rub en el pecho, espalda y planta de los pies, acompañadas de caricias”. Y luego le hace segunda el merolico del médico Hugo López- Gatell Ramírez— quien le hace honor a la segunda parte de su primer apellido— en sus sesiones vespertinas, donde otras sandeces ha dicho que su jefe (López Obrador) “no representa una fuerza de contagio, sino en una fuerza moral”, o que “dudaba que la cifra de muertos por la pandemia en el nivel país llegara a los 60 mil, y que si llegaba sería un escenario catastrófico”. Son en la actualidad oficialmente más de 300 mil fallecidos y contando, sin contar el subregistro y a las personas en cuyos certificados médicos de defunción les ponían otras causas de la muerte para ocultar que se trataba de coronavirus.
Cada día se rompe el récord de personas infectadas, siendo en los últimos días arriba de 40 mil de forma cotidiana: está creciendo exponencialmente. Infectólogos, epidemiólogos y virólogos coinciden en que la variante ómicron tiene más capacidad de transmisión que otras variantes, pero menos letalidad. La menor letalidad, sin embrago, se debe a que gran parte de la población ya tiene sus dosis de vacunación —incluso algunas personas ya tienen la de refuerzo—, a otros les suministraron plasma, otros más se recuperaron por otros medios y crearon anticuerpos.
En las últimas fechas también hemos escuchado que admitieron a trámite las demandas interpuestas en contra del “Doctor Muerte” (seudónimo bien ganada por Hugo López-Gatell) por las tragedias ocurridas en muchísimas familias, derivadas por supuesto por el mal, ¿qué mal?, pésimo manejo de la pandemia. Ojalá y las demandas prosperen para que se siente un precedente importante: que ningún funcionario público al amparo del poder puede cometer tantas tropelías y quedar impune.
De acuerdo a toda la información que fluye la infección masiva aún no alcanza su punto acmé o la meseta por lo que nos esperan tiempos aciagos, mientras las autoridades se empeñan en mantener a la mayoría de las entidades federativas en color verde del semáforo de riesgo epidemiológico (ello representa un despropósito, un actuar sin escrúpulos, un crimen).
Ante el desinterés de nuestras autoridades, ante la opacidad en el actuar de los gobernantes, ante el proceder de colusión de los representantes populares, lo que debemos hacer es reforzar el protocolo de salud, cuidarnos nosotros mismos, informarnos, atendernos, ya que estamos ante la orfandad gubernamental.
El Gobierno ha optado por la economía en detrimento de la salud y la vida de los mexicanos y de las mexicanas, en lugar de buscar un equilibrio entre estos dos aspectos torales para el funcionamiento o una buena sinergia social: salud y economía.
Sabia virtud de conocer el tiempo.
César Antonio Aguirre Noyola
Investigador en materias política y electoral.