Dolia Estévez
Históricamente, la recuperación económica en Estados Unidos ha tenido un impacto multiplicador en México, más que en otros países y más aún en situaciones de crisis profunda como la provocada por la pandemia. De ahí que es buena noticia que los paquetes de estímulo fiscal estadounidenses, los más grandes en la historia, lograron su objetivo: impedir otra Gran Depresión y poner a la economía estadounidense en camino al crecimiento. El FMI estima que este año, el PIB de EU crecerá siete por ciento.
En 2020, México registró una caída del 8.2 por ciento del PIB, no vista desde los años treinta del siglo pasado. Sin esos estímulos, aprobados por el Congreso de EU en marzo de 2020 y febrero de este año, la situación económica mexicana hubiera sido mucho peor.
El banco BBVA pronostica que el PIB mexicano crecerá 6.3 por ciento en 2021. Aun así, tendría que aumentar a un ritmo no visto en décadas recientes sólo para poder igualar el nivel del PIB previo a la pandemia.
Recibidos por el grueso de los 13 millones de mexicanos y descendientes de mexicanos que radican y pagan impuestos en EU, los cheques impulsaron el alza récord de las remesas.
El Banco de México reportó que el ingreso por concepto de remesas fue de 4.5 mil millones de dólares en julio pasado, lo que representa un incremento anual de 28.6 por ciento. El más alto registrado históricamente, el monto contribuyó significativamente, para que, en el acumulado de los primeros siete meses de 2021, se alcanzara un valor acumulado de más 28 mil millones de dólares, una expansión anual del 23.5 por ciento, en comparación con el mismo período de 2020.
Al rebasar el umbral de 40 mil millones de dólares en 2020, las remesas representaron casi cuatro por ciento del PIB nacional.
Andrés López Obrador destacó el fenómeno como un gran “logro” de su gobierno en su más reciente informe. Seguido llama “héroes” a los migrantes por ayudar a México. Sin embargo, la creciente dependencia en las remesas muestra el fracaso crónico de crear empleos bien remunerados en casa, y no un logro de política pública.
La pandemia provocó un aumento en los niveles de pobreza sin precedente en las décadas recientes e impactó fuertemente en la desigualdad y el empleo en América Latina. La Cepal estima que el total de personas pobres ascendió a 209 millones a finales de 2020, 22 millones de personas más que el año anterior; 11 millones, la mitad de los nuevos pobres, son mexicanos (Panorama Social de América Latina 2021, CEPAL, marzo 2021).
Y es que en los países que casi no invirtieron en paquetes de estímulo fiscal e iniciativas de gasto social a gran escala para hacer frente al Covid, como México, el incremento de pobres fue superior. Brasil destinó cerca de ocho por ciento de su PIB en comparación con el 0.7 por ciento de México.
En México la pobreza extrema creció de 10.6 a 18.3 por ciento en 2020, siendo uno de tres países latinoamericanos donde más se multiplicaron las personas pobres, según la Cepal. Una estadística que quizás no diga mucho, pero que en la práctica es sinónimo de hambre.
De acuerdo con Nora Lustig, coautora de un estudio que compara la respuesta a la pandemia de los países latinoamericanos más grandes, en México prácticamente no hubo medidas para mitigar el impacto sobre los ingresos para los trabajadores informales. No hubo aumentos en la cantidad de transferencias monetarias o cobertura para los beneficiarios en los programas existentes ni nuevos programas de asistencia social para cubrir a los trabajadores del sector informal afectados por la crisis (La Protección social durante la pandemia: los casos de Argentina, Brasil, Colombia y México, Blofield, Lustig, Trasberg, Pensamiento Iberoamericano, marzo 2021).
Estados Unidos es el mejor ejemplo de la diferencia que hacen los subsidios gubernamentales para mitigar el impacto sobre los ingresos cuando las economías son rebasadas por crisis imprevistas como la pandemia. Los miles de millones de dólares en estímulos fiscales, no sólo frenaron el crecimiento de la pobreza sino la redujeron.
La Oficina de Censos anunció la semana pasada que la pobreza bajó de 11.8 a 9.1 por ciento entre 2019 y 2020, el nivel más bajo que se tenga registro, lo que significó rescatar a 8.5 millones de estadounidenses de la miseria.
A lo largo de un año y medio, cerca de 130 millones de personas recibieron depósitos directos en sus cuentas bancarias o cheques por correo postal en las dos rondas de alivio fiscal desde que el Congreso aprobó la llamada Ley del Plan de Rescate en marzo de 2020. En total, más de 220 mil millones de dólares han sido erogados por la Agencia de Recaudación de Impuestos.
La reducción de pobres se dio en todos los grupos de edad, raciales y étnicos, y de nivel educativo. Fue más notable en los sectores más rezagados de la población: madres solteras, afroamericanos, hispanoamericanos y adultos sin estudios.
Una familia de cuatro personas que percibe un ingreso anual inferior a 26 mil 250 dólares, es considerada pobre, de acuerdo a la definición de la Oficina de Censos.
La agresiva política de estímulos fiscales ayudó decisivamente a México. Las remesas y exportaciones se dispararon y la economía mexicana no se fue al despeñadero. Guste o no, EU seguirá guiando el crecimiento de la economía mexicana en un marco de interdependencia; se reconozca o no, la vecindad no es una maldición.