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LA FUNDACIÓN DEL MUNICIPIO DE ZIHUATANEJO DE AZUETA

César Antonio Aguirre Noyola

“UN MARAVILLOSO RINCONCITO DEL PACÍFICO GUERRERENSE”

CAPÍTULO PRIMERO

E) ÁMBITO LOCAL.

El incremento de los moradores, aún lento, dio origen al trazo de una nueva calle, la conocida como “Cuauhtémoc”; este acceso de terracería abarcaba únicamente tres o cuatro cuadras y tradicionalmente alojaba a la mayor parte de los pequeños comercios, los cuales eran, en 1952 y en orientación de Sur a Norte, el de las hermanas Romero “Las Landitas”, la tienda de don Salvador Espino, la tienda de María Landa, la carnicería del señor Rodolfo Campos, la tienda del ciudadano Juan Ayvar y, casi fuera del pueblo, una bodega para la compra de semillas conocida como “La Fama”.En ese mismo año, don Jesús Cuevas Saucedo, un michoacano avecindado en esta ciudad y comisario municipal, delimitó y puso en servicio el total de la hoy calle Vicente Guerrero, además de asignarle el nombre de colonia Lázaro Cárdenas al barrio de La Noria.

De acuerdo con un artículo elaborado por el señor Sigifredo Amaro Juárez, para 1953 sólo existía una escuela de instrucción básica: la Escuela Rural Federal “Vicente Guerrero”, cuyo director era el profesor Marciano Delgado, la cual se convirtió en la primera institución que adquiere el rango de rural federal en toda la Costa Grande.Algunos egresados de la generación de ese año fueron Luís Pano, Efraín Merel, el propio Sigifredo Amaro, Silvano Hernández (Chanana), Chino Castro, Salvador Castro, Fidel Gutiérrez y Cheyo Castro.

El Palacio Federal (en la actualidad Museo Arqueológico de la Costa Grande) fue construido en el médano de la playa, junto al estero de La Boquita, donde aún permanece; su arquitectura sería la  primera  que  rompiera  el  molde  local de materiales rústicos, lo  cual sugería que Zihuatanejo se ponía en marcha con paso firme, aunque lento, como puerto de mar y de vocación turística. Aquel edificio con muros de roca, parecía augurio de una mejor vida, fue un heraldo mudo de su futuro.Esta “casa de piedra”, irreverentemente conocida también de este modo por muchos lugareños, se encuentra muy cerca de la decana escuela primaria Vicente Guerrero, separados sólo por un trecho de la calle Juan N. Álvarez.

Dos factores más que influirían para que se constituyera el municipio de José Azueta fue la densidad poblacional de Zihuatanejo, así como la distancia significativa a través de una carretera de terracería que había entre éste —y las demás comunidades aledañas— respecto con la cabecera del municipio de la Unión al que pertenecían. Ambos motivos se asentaron en el Considerando Tercero del multicitado Decreto 50 expedido el 23 de diciembre de 1953, mismo que establece lo que se copia textualmente: “CONSIDERANDO TERCERO.- Que Zihuatanejo cuenta con mas [sic] de 1,500 [sic] habitantes y además con un gran número de poblados y rancherías que en la práctica reconocen su jurisdicción política, con la circunstancia de que éstas se encuentran retiradas de su actual cabecera municipal que es la [sic] Unión”.

En 1953 operaba una Oficialía del Registro Civil, la cual empezó a inscribir nacimientos desde el año de 1934, matrimonios a partir 1943, y defunciones en 1948. Hasta el 31 de diciembre de ese mismo año oficialmente había en Zihuatanejo 1463 registros de nacimiento, 324 registros de matrimonio y 35 registros de defunción.

Dentro de la paz recoleta de Zihuatanejo se escuchaba, gárrulo, un motor que se ponía en marcha con el fin de encender la dínamo que proporcionaba el fluido eléctrico necesario para activar la llave del radiotelégrafo operado por don Fernando Bravo Solís en su calidad de jefe de la Oficina Radiotelegráfica Nacional de Zihuatanejo (para aquella comunidad, don Fernando era un pivote social, pues de él dependían las novedades que se suscitaban en el exterior, ya que a través de sus audífonos llegaban en la clave Morse las noticias más importantes). Aquel motor que ponía en servicio Chago Gutiérrez, todas las mañanas, parecía ser el corazón de aquel poblado sin campanarios y sin ninguna otra señal pública que atrajera la atención de los porteños, así que el runrún de dicho motor era un verdadero despertador del pueblecito. Chema Abarca, mensajero de lujo del lugar, era el encargado de llevar los radiogramas que se recibían; por sus manos pasó información de  diferente  clase que expresaba a los destinatarios algunas veces alegrías y otras penas, por lo que la presencia de este personaje, en el cumplimiento de su trabajo, contenía pensamientos inquietantes…

Sabia virtud de conocer el tiempo.

César Antonio Aguirre Noyola

Investigador en materias política y electoral.

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