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La batalla del cubrebocas

La defensa de la salud en tiempos de epidemia es un problema privado, además de público.

La historia de los contagios se narra sobre descuidos individuales o malas prácticas colectivas que provocan la transmisión del virus en cuestión, pues es difícil contagiarse si se siguen todas las instrucciones de cuidado, sencillas por cierto, que han compartido los expertos en materia de epidemia; aun así es increíble como los adversarios del régimen han concentrado su lucha política, publicitaria y propagandística en demostrar que “lo que dice el Gobierno es falso”.

Una de las batallas más intensas la han centrado en el uso del cubrebocas, convirtiéndolo en causa belli e intensificándola de tal manera que ya hay personas que consideran que el cubrebocas protege de toda suerte de contagio; el tema lo usan a sabiendas de que es un tema secundario, que sólo funciona o es indispensable en ciertas circunstancias, y no es garantía de salud.

Este fin de semana Lopez-Gatell usó un cubrebocas y explicó que era recomendable usarlo en interiores con poca circulación de aire y sin poder guardar la sana distancia, lo que aprovecharon los adversarios del actual Gobierno como su victoria en la guerra por la protección de la salud.

Un editorialista de un afamado periódico escribió en su Twitter lo fácil que hubiese sido reconocer, hace tres meses, que el cubrebocas era indispensable y en respuesta cientos de comentarios se unieron a su canto de victoria, como si la selección mexicana hubiese ganado la Copa Mundial, además de exigir que López-Gatell fuera enjuiciado por la muerte de todas las víctimas de la COVID-19 hasta la fecha.

No se requiere ser un experto epidemiólogo para entender que este accesorio puede ser útil en ciertos momentos y que no necesariamente representa la diferencia entre la vida y la muerte.

La guerra por el cubrebocas, responsabilizar a las autoridades por el aumento de los contagios, la exigencia permanente por la reapertura de negocios e industrias con la excusa de fortalecer la economía y el uso de la muerte dolorosa en las familias como argumento político ha desnudado la calidad moral de quienes ansían la renuncia de Andrés Manuel.

Es cierto que las condiciones económicas y sociales actuales hacen imposible mantener por más tiempo la emergencia sanitaria y la disminución de la movilidad de la población; tenemos que salir a buscar trabajo, comida y los recursos necesarios para la supervivencia, y aquí en Ciudad Juárez sabemos que salir a la calle representa muchos riesgos, como una balacera en vía pública que termine con nuestras vidas por una bala perdida, como le ha pasado a muchas personas, pero no nos queda de otra.

Estoy seguro que es bueno usar el cubrebocas pero este accesorio es secundario y no garantiza mi salvación.

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