La 4T y los movimientos sociales

Rubén Martín

La retórica simplista y maniquea del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y el gobierno de la Cuarta Transformación de clasificar a todos sus opositores o disidentes como conservadores, mientras él y sus seguidores se clasifican a sí mismos como liberales y transformadores, es un discurso que sirve para mover y unificar a sus bases de simpatizantes, pero que deja fuera de este binarismo a un amplio campo de luchas sociales y políticas que no pueden ni quieren ser clasificadas en los bandos liberales o conservadores.

El abuso de esta retórica política simplificadora ha provocado varias polémicas al descalificar a movimientos sociales como el feminista, ecologista o defensores del territorio, como conservadores o incluso de extrema derecha.

El presidente López Obrador lo volvió a hacer el pasado viernes 29 de octubre en su conferencia de prensa mañana, desde Campeche, al responder una pregunta que se le planteó sobre los opositores al megaproyecto del Tren Maya. Inicialmente respondió: “Bueno, la mayoría de la gente está a favor del Tren Maya y yo lo agradezco mucho, porque hay opositores, tenemos de adversarios a los conservadores que se oponen a todo (cursivas mías) , que quisieran que nos fuese mal”.

Luego al abundar en otra interpelación López Obrador soltó la frase que incendió el debate público al sostener que ciertas causas como el feminismo, ecologismo y la defensa de los derechos humanos fueron alentadas, incluso financiadas, por los mismos que diseñaron las políticas neoliberales. “(…) más que nada son grupos que tienen que ver con una forma que encontraron de trabajar. ¿Qué hizo el neoliberalismo o qué hicieron los que diseñaron para su beneficio la política neoliberal, qué hicieron? Una de las cosas que promovieron en el mundo para poder saquear a sus anchas fue crear o impulsar los llamados nuevos derechos. Entonces, se alentó mucho, incluso por ellos mismos, el feminismo, el ecologismo, la defensa de los derechos humanos, la protección de los animales.  Muy nobles todas estas causas, muy nobles, pero el propósito era crear o impulsar, desarrollar todas estas nuevas causas para que no reparáramos, para que no volteáramos a ver que estaban saqueando al mundo y que el tema de la desigualdad en lo económico y en lo social quedara afuera del centro del debate. Por eso no hablaba de corrupción, se dejó de hablar de explotación, de opresión, de clasismo, de racismo”.

Esas agencias internacionales “que apoyaban el modelo neoliberal”, añadió el mandatario siguen financiando “a grupos ambientalistas, defensores de la libertad” e incluso a quienes se oponen a uno de los proyectos insignia del actual gobierno: el Tren Maya, “que recibían dinero de la embajada de Estados Unidos, como también las asociaciones de Claudio X. González”.

Estas desafortunadas declaraciones encendieron rápidamente las redes sociales y alentaron la tóxica polarización de proAMLO o antiAMLO. Pero esta polarización no permite reconocer con claridad que más allá de estas posturas políticas centradas en la disputa del poder estatal, hay luchas y movimientos sociales organizados que están defendiendo causas políticas que no tienen qué ver con la disputa del poder estatal.

Si bien es cierto que hay muchas organizaciones no gubernamentales que trabajan acompañando luchas sociales y que reciben financiamiento de organismos o fundaciones internacionales o nacionales, la mayoría de los movimientos sociales que el presidente quiere encasillas como “conservadores”, se organizan y financian por sí mismos, como hacen la miríada de colectivas que componen el amplio movimiento feminista en México, o los pueblos organizados en comunidad para defender sus territorios del extractivismo y los megaproyectos tan vivos ahora como en el periodo neoliberal, declarado ya difundo por el actual gobierno.

No es que no haya intereses geopolíticos, de agencias internacionales o que la derecha conservadora del país no pretenda intervenir en la lucha por el poder estatal en México. Sería ingenuo no admitirlo. Pero es obtuso del presidente y los promotores de su proyecto no reconocer que hay otros sujetos políticos que escapan a la polarización liberal – conservador.

Uno de ellos son los pueblos mayas de la península de Yucatán que se oponen al Tren Maya. Vuelvo a ellos porque la oposición a este megaproyecto fue lo que dio pie a las declaraciones de López Obrador.

Apenas tres días antes de las declaraciones del presidente, el director general del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur), Rogelio Jiménez Pons, declaró ante una comisión de senadores que el gobierno tenía bien identificados a las “327 personas han interpuesto 25 amparos contra el proyecto y señaló que 49 personas físicas y morales se repiten en todos los amparos y se tienen identificadas a seis organizaciones de la sociedad civil detrás de estos” (La Jornada, 26 octubre 2021).

Luego sin prueba alguna, Jiménez Pons sostuvo que detrás de esos amparos “están organizaciones como el Frente Nacional Anti-AMLO (Frena) e Indignación, grupos que no nos quieren. Es obvio que está la extrema derecha en la zona. Hay grupos mucho muy conservadores”. Otra vez se mete en el costal “conservador” a todos aquellos que no comulgan con el proyecto de la 4T.

Pero no es Frena, ni grupos conservadores de extrema derecha quienes se oponen al Ten Maya, como dice el titular de Fonatur. Son comunidades mayas organizada en redes más amplias, como es la Asamblea de Defensores del Territorio Maya Múuch’ Xíinbal, quien reaccionó a las acusaciones de Jiménez Pons con un contundente comunicado: “Acusamos al gobierno federal de racista y promotor de la violencia contra los indígenas. La ridiculez inaudita e insensata de etiquetarnos como ‘grupo de ultraderecha’ habla por sí sola de la propensión a la mentira, la simulación y la mala fe del gobierno federal y del señor Jiménez Pons, director del Fonatur. (…) la única alianza de la ultraderecha de Yucatán en relación con el mal llamado Tren Maya es la complicidad que se ha establecido entre los gobiernos estatal (del panista Mauricio Vila) y municipales (como el del panista Renán Barrera en Mérida) con el gobierno federal mexicano para imponer y echar adelante el proyecto etnocida del presidente López, violando abiertamente los derechos del pueblo Maya”.

Las comunidades organizadas en la Asamblea de Defensores del Territorio Maya Múuch’ Xíinbal se oponen a este megaproyecto no porque formen parte de los “conservadores” opositores a la 4T; se oponen a esta obra porque temen que los despoje del territorio y de sus medios de vida.

Así lo dijo Pedro Uc, integrante de esta asamblea en una entrevista para Radio Universidad de Guadalajara: “el proyecto del Tren Maya está basado en un reordenamiento territorial en el que está planteada la construcción de por lo menos 15 o 20 ciudades que van a estar en el camino del tren en donde cada una de esas ciudades tendrá al menos 50 mil personas y esto va a generar un impacto muy fuerte en nuestra cultura maya, en el patrimonio cultural, en los espacios de agua como las lagunas y los cenotes; y está planteado para construir un corredor industrial en el que se plantea una línea de producción a través de fábricas y que esto va a servir para conectar con el otro tren, del istmo de Tehuantepec, y así abrir a los gobiernos esta parte del mundo y controlar los dos mares que hay en el istmo. Lo que nosotros vemos, y nos preocupa es el despojo de nuestro territorio y la destrucción de nuestro entorno…”.

En esa misma entrevista, vislumbró los riesgos que implica esta visión desde el desarrollismo capitalista de llevar “progreso” mediante la inversión pública a través de grandes megaproyectos: “Empezamos a tener conflicto con el término ‘desarrollo’ porque no entendíamos la palabra, es extraña en las comunidades que hablamos lengua maya. Y cuando vimos que el desarrollo estaba con las maquinarias que estaban tirando los árboles, están destruyendo la tierra, fumigando las abejas, contaminando el agua, todo este tipo de agresiones que sufre nuestro entrono y repercute en nuestra salud porque como pueblos mayas decimos que si el entorno tiene buena salud en consecuencia los seres humanos vamos a tener una salud para vivir bien. Sin embargo estos megaproyectos han venido a destruir a contaminar a acabar con muchos kilómetros de selva, de flores y sobre todo afectando la salud del agua que consumimos. Entonces, no lo vemos como una oportunidad, sino lo vemos como una amenaza de muerte y finalmente cuando nos quitan el territorio nos quitan la vida. Siempre hemos dicho que somos como los peces que si les quitan el agua obviamente se mueren. A nosotros si nos quitan el territorio, nos morimos. Y eso es lo que hace este gobierno que, curiosamente, ha declarado que se ha muerto el neoliberalismo”, denunció Pedro Uc.

Esta visión compleja con el territorio es la que los lleva a resistir los megaproyectos y a convertirse en sujetos políticos organizados para la defensa de sus modos de reproducción de la vida. Son las formas políticas que desde abajo se organizan para defender sus vida, pero que no caben en la retórica simplista de la 4T de poner en el bando conservador a todos los que no están de acuerdo con su proyecto.

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