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Índice Político

Francisco Rodríguez

Presidente popular. Desconfianza en su gobierno

La fiducia latina es un concepto milenario, sobre el que se construyó el concepto del mando y toda la estructura financiera y de intercambios internacionales. A partir de ella, de la confianza, fue posible que florecieran todos los compromisos y las relaciones económicas y políticas, además de los negocios, por supuesto.

Todo está construido sobre la bona fide, desde el respeto a la propiedad, hasta la elección de autoridades y las constituciones de los pueblos. La misma democracia es el voto de confianza del mandante al mandatario para hacer lo que se le ordena. La confianza es en el mundo material el equivalente a la fe en el mundo espiritual.

Hasta Mao Tse Tung, el violento líder chino de la Gran Marcha, llegó a decir que él podía heredar un reino sin armas, pero lo indispensable era tener la confianza. Sin ella es imposible todo. Sería como ordenar en el mundo de nunca jamás.

Una vez que se pierde, recuperar la confianza es equiparable a tratar de pegar los mil pedazos en que voló por los aires un vidrio plano, después del manotazo. Es imposible. La confianza se construye día con día y se pierde en un minuto. El mandato del régimen actual está asentado sobre una confianza mínima que le concedió un número menor a la mayoría de los empadronados en el año 2018. Por eso era necesario conservarla y acrecentarla.

La única política pública y constante, de largo plazo, es la “mañanera”. Pero los llegados de Tepetitán tomaron el poder como si hubieran destrozado a sus adversarios electorales en una revolución sangrienta. No dejaron un solo espacio para los militantes de otros partidos que se rifaron el cuero para que se sentaran en La Silla de Palacio Nacional. En la actual oposición eso no se olvida.

Amenazaron y persiguieron a los propagandistas de los partidos opositores y a los que vigilaron sus casillas electorales, se hicieron de una mayoría calificada ficticia en la Cámara de Diputados a base de comprar diputados de las franquicias afines, PT y Partido Verde. Sin ellos, sólo hubieran sido una mayoría simple, sin posibilidad de modificar la Constitución. El orgullo falso de ser la aplanadora en la Cámara tiene un origen fraudulento.

Y nada, nada. Hasta la fecha la única política pública y constante, de largo plazo, es la “mañanera”. Un auténtico ridículo que ya ha sido criticado hasta por los más leales del cotarro.

En el gobiernito, “noventa y cinco por ciento de lealtad y cinco de eficiencia”

Los miles de chamaquitos seleccionados para integrar gobierno no pertenecían a los cuadros políticos surgidos y representativos de las regiones… sino a los alrededores de Macuspana. Ninguna escuela filosófica, política, militar de la antigüedad y de nuestros días, hubiese sido capaz de producir estas miles de personitas que, sin tener una puñetera idea del asunto, fueron sentadas en los sillones de mando para manejar miles de millones de pesos. La condición era tener sangre o amigos o parientes, vamos, cuando menos haber ido de visita unos días antes de la toma de posesión.

Pero ahí no paró la inconsecuencia. Llegaron sin un programa contra el flagelo de la delincuencia organizada, más bien, un convenio de complicidad. Ni una hoja de intenciones para atender los asuntos mínimos del bienestar de los mexicanos, la salud, la educación, la vivienda, la alimentación, la seguridad social y el empleo, por citar sólo algunos.

El vandalismo, con dinero puesto, ha gobernado en la República. Al poco tiempo, sin estar todavía bien sentados, desataron a los perros del fisco en el contexto de una actitud impositiva regresiva, antipopular y antisitémica, lo que les acarreó la desconfianza de las fuerzas productivas y de los creadores de empleo.

Todo lo pospusieron para dedicarse al trafique del cobro de comisiones. Todo, hasta las posiciones de califas, a dormir en la hamaca de la Cuarta Transformación, que hasta la fecha ni ellos mismos saben con qué se come. La ignorancia es francamente agresiva, supina, integral.

Repartieron registros de proyectos de partidos que correspondían a padrinos incómodos, pero que no representaban a nadie. Dedicaron toda su reforma política a financiar sin ton ni son a los grupúsculos violentos de la CNTE y del Sindicato Mexicano de Electricistas, entre otros, a quienes concedieron cobertura, membresía y representación nacional. El vandalismo, con dinero puesto, ha gobernado en la República.

Cuando llegó la pandemia, ya se habían acabado al Estado. Tres mil millones de dólares, por lo menos, derrochados sin provecho alguno en publicidad gubernamental, dejan un testimonio incontestable de que la campaña por instalar la Cuarta Transformación es un completo fracaso, con cargo a nuestros bolsillos.

Cuando llegó la pandemia, el Estado ya no existía. Se habían acabado al Estado y a sus fuerzas productivas de empleo. La población ya le había retirado la confianza el elixir de los dioses en los gobiernos. El gobiernito era un cascarón inerte, presidido por los pactos de impunidad y por los negocios a todo tren de la familia presidencial con narcotraficantes y líderes charros.

De ahí para acá, el derrumbe. El aplastamiento total de las cuentas nacionales, de todos los rubros de la producción, la eficiencia y el compromiso popular. La economía, previamente secada por billones desviados a cuestiones insustanciales ya no pudo responder. Ningún impulso vital en el enfermo. Ni ahora que balbucea que no se pone cubre bocas, “porque ya no contagio”. Otra de las mentiras que México ya no merece.

En el colmo de los alardes de su ignorancia‎, ¡ahora quieren que el IFT controle las redes sociales internacionales! Pues ¿no que andaban queriendo desaparecer los organismos autónomos? Primero muerto que cancelar los proyectos faraónicos y meter el dinero en comprar ahora sí, en serio, las vacunas. Si no es así, nunca van a llegar.

En los estados más grandes del país la confianza se ha perdido. Por eso en los estados más grandes del país, en los que tienen mayor padrón electoral, en los que juntándose un puño pueden hacer mayoría, la confianza se ha perdido. La opinión pública está realmente indignada y sólo espera el momento de hacer patente su enojo y reclamar su revancha.‎ Y por eso es moralmente imposible el triunfo de este régimen de corrupción desenfrenada. ¿Cómo es posible que el “caudillito” diga que vamos a crecer este año al 5%? ¿No que era mejor la felicidad?

Sus habitantes preguntan: ¿cómo es posible que se hable de austeridad cuando se está pagando más nómina que en el pasado? Si el gobierno lleva dos años y los resultados del combate a la corrupción son de cero casos, cero sentencias, cero recursos recuperados, cero redes desarticuladas, cero investigaciones de alto nivel, ¿de qué se trata?

Buscan no al más honesto y preparado, sí el indispensable en los enjuagues. El pueblo está esperando cobrarse la afrenta del modito de gobernar que se ha empeñado en arrasar con todas sus instituciones de un plumazo por el perverso afán de enriquecerse a velocidad turbo medrando a sus costillas. Quieren quitar a esta especie antropófaga que vive de la miseria de la gente. Las listas de Forbes, primero que el pueblo.

Candidatos impresentables que presumen sus encuestas pagadas para cualquier nominación, donde haya forma de hacerse de mulas, donde haya quién les crea sus necedades. No se busca al más honesto y al más preparado, se busca al indispensable en los enjuagues, a la tapadera del pasado reciente, del hueso que se deja.

El presupuesto todavía es demasiado alcahuete para colocar a tanto desperdicio biológico y ético. La burocracia no conoce fronteras para subsidiar a los favoritos, amigos, parientes y validos que marcan el rumbo y el ritmo de las preferencias sentimentales de los gobernantes.

Hace falta ya un gobierno serio, con sentido de Estado. ¡Urge!

Hace falta un barrido y un trapeado para acabar con el saqueo indiscriminado, porque ya somos el hazmerreír del mundo.

La ambición nacional es tener los primeros lugares entre los multimillonarios de la revista Forbes: Total, el enfermo imaginario ya lo logró: quiere decir que lo puede lograr cualquiera.

Hace falta ya un gobierno serio, con sentido de Estado, que ponga fin a los ridículos que nos denigran ante la comunidad internacional. De la confianza, ya ni se habla. Tiene mucho que se perdió.

¿No cree usted?

Índice Flamígero

El 18 de marzo de 2020, justo cuando comenzaba el encierro de los mexicanos en sus hogares, el Presidente de la República pidió a la población tener confianza en nosotros mismos, porque por nuestra idiosincrasia y cultura hemos sobrevivido todas las calamidades, incluyendo epidemias, terremotos, inundaciones, malos gobiernos y neoliberalismo; incluso, llamó a la población no “dejarse apantallar”.

Se mantiene y hasta crece la popularidad de AMLO, pero ¿qué hay de la confianza en su gobierno? ¿También es estable o creciente? ¿O todo lo contrario?

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