Alejandro Calvillo
Con una investigación realizada en más de 15 países en cinco continentes sobre las tácticas de las grandes corporaciones frente a la grave crisis global de contaminación por plásticos, la organización Changing Markets muestra cómo éstas han “obstruido y socavado durante décadas soluciones legislativas comprobadas”. Entre las 10 principales corporaciones globales con mayor impacto en la contaminación plástica del planeta, que va desde los impactos en la vida marina hasta los microplásticos en nuestro organismo, encontramos que la gran mayoría son de comida chatarra y bebidas endulzadas: Coca-Cola, Nestlé, Pepsico, Unilever, Danone, Mondeléz, Mars, P&G, Colgate Palmolive y Perfetti Van Melle.
No se trata solamente de las islas flotantes de basura en los océanos, de las ballenas varadas con estómagos repletos de desechos plásticos, de las tortugas muertas enganchadas en plásticos de six packs; se trata de la contaminación tóxica que viene desde la producción de estos plásticos, de las emisiones de gases de efecto invernadero en su fabricación, de sus micro y nanoparticulas ingresando en las cadenas alimenticias y de la gran cantidad de aditivos tóxicos que contienen. Entre estos aditivos se encuentran pigmentos, estabilizadores, ignifugantes, endurecedores como bisfenol A y ablandadores como los ftlatos. Estos dos últimos son identificados como alteradores del sistema hormonal que pueden afectar el desarrollo del feto en gestación y la fertilidad de los adultos. Estas sustancias se han encontrado ya en la leche materna.
La revista National Geographic reportó un estudio en el que se encontraron microplásticos en 114 especies acuáticas, señalando que más de la mitad son de consumo habitual. La contaminación plástica ha vuelto omnipresentes los microplásticos que tarde o temprano se degradan generando nanoplásticos, partículas aún más pequeñas, que pueden penetrar en las células y migrar a tejidos y órganos. Señala la revista: “pero como los investigadores carecen de métodos analíticos para identificar su presencia en los alimentos, no disponen de datos sobre su absorción y aparición en el organismo humano”.
El documento recientemente publicado por Changing Markets, “Hablan Basura. El manual corporativo de soluciones falsas a la crisis del plástico”, expone cómo estas corporaciones han seguido toda una estrategia doble, por un lado, manifestando que se preocupan por el problema y presentan supuestos programas para enfrentarlo y, por otro, bloquean por todos los medios las regulaciones que prohibirían/reducirían su producción y uso.
Al respecto, Changing Markets reporta que en la investigación en que participaron periodistas, investigadores y especialistas de todo el mundo se encontró que: “la percepción reflejada es la de una red de organizaciones muy bien constituida que ejecuta presión en todos los niveles y se moviliza incluso en contra del menor intento de restringir o regular la producción de plástico. También revela la hipocresía de las grandes corporaciones multinacionales, como Coca-Cola, la cual recientemente proclamó su apoyo a algunos proyectos de ley en la UE, pero aún ejerce presión en contra de cualquier cambio en África, China y Estados Unidos, no se diga en América Latina”.
El reporte destaca a la empresa más contaminante en plásticos, Coca-Cola, y la estrategia de dar una imagen de responsabilidad a través de una serie de compromisos públicos que no ha cumplido y que le han servido para continuar con sus prácticas, como a otras empresas. Menciona cómo estas corporaciones han comprometido mil 500 millones de dólares a la Alianza para Acabar con los Residuos Plásticos, un grupo que les sirve de maquillaje, mientras los miembros de esa Alianza invirtieron 186 mil millones de dólares en nuevas instalaciones petroquímicas entre 201 y 2017, y continúan invirtiendo para aumentar su producción de plásticos”.
Señalan que “nuestro análisis encontró una sorprendente superposición entre la membresía corporativa de las iniciativas que afirman resolver la contaminación del plástico, y las asociaciones comerciales y grupos de presión y lobby corporativo, que trabajan activamente para desacreditar cualquier tipo de legislación suficientemente ambiciosa”.
Es increíble ver cómo las estrategias de estas corporaciones son las mismas que aplican contra las políticas de salud pública. Son totalmente semejantes a las desarrolladas por la industria del tabaco, del alcohol, de la agroquímica, etcétera. El siguiente párrafo, que resume lo que la investigación encontró a lo largo de los cinco continentes sobre las estrategias de estas corporaciones para mantener sus prácticas plásticas, se puede aplicar a lo que vivimos actualmente por parte de las mismas empresas contra el nuevo etiquetado frontal de advertencia en alimentos y bebidas:
“Hay formas más sutiles de convencer a los legisladores de que la implementación de medidas obligatorias no es necesaria. Causar retrasos a través de compromisos voluntarios grandilocuentes, retener o tergiversar datos para enmascarar la gravedad del problema, pedir el retraso en la implementación o agregar condiciones a las leyes para ampliar el tiempo que las corporaciones poseen para continuar como de costumbre o buscar otros vacíos legales son algunas otras de las tácticas”. ¿Le suena?
En esta lógica es que por un lado llega a México el CEO de Coca-Cola, James Quincey, para reunirse con el Presidente y le dice que aceptan el nuevo etiquetado y, por el otro, su principal embotelladora en Yucatán, Bepensa, interpone un amparo en contra del etiquetado, además de que FEMSA Coc-Cola apoya a Concamin y ConMéxico a interponer otros más en el mismo sentido.