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Estado de los ESTADOS

Lilia Arellano

*Sanos no quedaron ni el juicio ni la distancia

*Coronavirus paralizó al gobierno en México

Hasta ahora no se ha escuchado la voz presidencial dando instrucciones para aliviar un poco la otra crisis, la económica. No se han dictado medidas con las cuales puedan pequeños y medianos comerciantes, industriales, prestadores de servicios, turisteros, hacer frente a sus compromisos laborales. Para no cerrar definitivamente sus puertas han recurrido a la reducción de salarios en algunos casos, en otros a la liquidación, comprometiéndose a entregar las cantidades acordadas en parte. En el caso de los centros de hospedaje, ante la cancelación de miles y miles de reservaciones, cierran los de las grandes cadenas varios de los instalados y dejan solamente uno funcionando recurriendo a lo que llaman jornadas solidarias, es decir, cobran un tiempo laborando y otro no, alternándose los empleados para recibir todos un poco de dinero. Adelantan vacaciones, cubren medios turnos, etcétera.

El gobierno parece paralizado. Tampoco han recurrido a los propietarios de las tiendas de autoservicio para evitar sigan incrementando los precios, solicitando su solidaridad haciendo donaciones de alimentos a quienes, con el debido registro, se encuentren en situaciones de extrema necesidad. Debieran suscribir algún convenio que permitiera proporcionar leche gratuita para menores. Hay acciones con respaldo de la iniciativa privada con las cuales se demostraría existe todavía ese gran escudo mencionado por AMLO: su honestidad, y haciendo gala de ello intentar borrar esa ridícula cena con tamales de chipilín para dar entrada a los asuntos de gran seriedad en donde se solicita a los grandes empresarios emprender magnas acciones con las cuales demuestren el interés por evitar sucedan en México crisis para todos indeseables. En situaciones difíciles, mismas experimentadas prácticamente en todos los sexenios, hemos visto por lo menos tomarse la foto y hacer promesas al Ejecutivo en turno y a los dueños de las grandes fortunas en México. Ahora no hay movimiento alguno, ni de unos y mucho menos de los otros.

Los precios van a la alza cada 24 horas. Una lechuga cuesta, como mínimo este día, 15 pesos con 80 centavos, es decir más del 10 por ciento de un salario mínimo, cantidad fijada dentro de la Ley Federal del Trabajo para ser entregada por los empleadores durante 30 días cuando se registran crisis de salud como la actual. El kilo de cebollas ronda los 23 pesos, las papas 22.60 el kilo, los tomates verdes 23 pesos kilo, las naranjas 20 pesos el kilo, los plátanos 19 pesos, las manzanas 45 pesos, un kilo de carne de bola o falda o retazo con hueso 139 pesos, el queso fresco sale en 105 pesos el kilo, una docena de huevos 30 y 32 pesos, el kilo de arroz está en 20 pesos, la leche en 19 pesos. Y esto considérelo por días o por horas, tienen una vigencia limitada y no existe dependencia alguna para poner orden o límite. Ni que decir de la forma en la cual aumentaron los precios de los jabones, de todos, desde aquellos para lavar hasta los llamados “de tocador”, los líquidos, los gels, el papel sanitario, las toallas húmedas, el algodón, el alcohol, las servilletas, los artículos de limpieza, el pinol, los desinfectantes. Todo se fue a las nubes, sigue elevándose más, se enriquecen, para variar, los mismos de siempre y el gobierno durmiendo, protegidos los ancianos integrantes del gabinete de AMLO ya no importa la subsistencia de los ciudadanos comunes y corrientes, de esos que todo lo aguantamos.

Pero si así está la alimentación ya no sueñe con comprarse zapatos, los de hombre de cuero de fabricación nacional oscilan los mil 300 pesos; unos tenis de esos que tanto anuncian están inalcanzables con un precio de mil 400 pesos; si tiene necesidad de comprase un vestido para andar dentro del encierro muy arreglada, las tiendas de ofertón se los ofrecen en 620 pesos con el riesgo de ser úsese y tírese. Unos aguantadores pantalones de mezclilla andan por los 920 pesos. Ojalá a nadie se le ocurra andar con hojas de parra porque el producto de inmediato se encarecerá para disgusto de los libaneses y sus inclinaciones por comer esta planta rellena de arroz y carne molida.

Lo bueno de estar encerrado es permitirse el lujo de hacer cuentas. Cada kilómetro a bordo de un taxi le significa pagar 9 pesos con 90 centavos, a este trayecto habrá de sumársele el clásico banderazo cuyo promedio alcanza los 35 pesos, ya que uno es el marcado mediante el taxímetro para los libres callejeros y otro es el de los de sitio. Si llegar a su destino final le lleva una hora a bordo de uno de estos transportes debe preparar mínimo 150 pesos por el servicio con todo y un promedio actual de precio en las gasolinas de 20 pesos. El pase mensual de transporte público ronda los 380 pesos. Y todavía le faltan los pagos por el servicio de electricidad, de agua, de recoja de basura y del gas. Más las facturas telefónicas y si se cuenta con servicios de cable o se pagan otras exhibidoras como Amazon, Netflix, Izzi, etcétera, de algo tendrá que abstenerse al no contar con ningún apoyo gubernamental.

Los tiempos en los cuales podría comprarse la casa, ese techo tan peleado por los mexicanos porque en las etapas difíciles se repite: teniendo techo seguro no importa comer frijoles, pero resulta ser ahora ni lo uno ni lo otro. Más o menos 18 mil pesos cuesta el metro cuadrado de una vivienda fuera de las zonas urbanas. Dentro de la zonas centrales se dispara a 27 mil 500 por metro cuadrado. Los departamentos con un solo dormitorio, de esos construidos en espacios del tamaño de las caballerizas, de los presumidos por los gobernantes por levantarse por miles rodeados siempre de cemento, sin espacios para jardines o campos deportivos o escuelas, y obviamente sin contar con un solo árbol, ni macetas aunque sean de chile, ronda entre los 4 mil 400 y los 6 mil 900 por metro cuadrado, depende si está el edificio en las afueras de la ciudad o dentro de ella.

Así las cosas, nadie puede negar será muy difícil salir de la crisis económica sin mediar de por medio acciones trascendentes y determinaciones del gobierno, del federal, de los estatales e inclusive de los municipales. Acercarse a la iniciativa privada es sumamente importante. Es hora de llegarles a los “fifís” pero no para insultar y adjetivar, sino para medir su solidaridad con el país y sus habitantes. Es el momento de hacer de lado las tentaciones, los deseos de trascender a través de una refinería, de un aeropuerto, del tendido de un tren, de sacar de las arcas el dinero que compra votos a través de programas como Sembrando Vida, o Jóvenes emprendedores, o las pensiones y dádivas a la tercera edad, o esas cuentas alegres para poner en marcha 100 universidades.

¿Alguien recuerda cuando AMLO aseguró el fin del llamado “apriétense el cinturón” utilizado por los presidentes del PRI y del PAN para amargarles la existencia a los ciudadanos? Dijo que ahora sería el gobierno, los burócratas de alto nivel, quienes tuvieran que cumplir con esa consigna y de ahí partió la famosa austeridad gubernamental, misma que, al igual que muchas otras medidas, no ha tenido el éxito esperado. Nada le sale bien al tabasqueño y si lo vemos fríamente no todo es por culpa de los anteriores o de los neoliberales sobrevivientes, o de los conservadores, o de los fifís, o de los adversarios metidos en la prensa hasta convertirse en enemigos. Hay algo más cuando se lleva una carga de prepotencia llevada al límite, al punto en donde pueden hacerse burlas de muy mal gusto sobre las creencias religiosas o para subrayar la poca importancia dada a ordenamientos de orden internacional dedicados a evitar la muerte a causa de una pandemia como la actual. Tal vez lo mejor para todos sea hacerle eco a la expresión: “sana distancia” emitida por López.

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