En el olvido, la primera cárcel comunitaria en Tecpan

Cuauhtémoc Rea Salgado

TECPAN. En la comunidad de Tenexpa, en Tecpan, existe la que fue una de las primeras cárceles comunitarias en la región de la Costa Grande, un lugar al que los pobladores bautizaron con el nombre de La Chona.

El lugar, que hoy se encuentra en ruinas invadido por la maleza en sus paredes y techos, ambos deteriorados por el paso del tiempo, fue creado por los pobladores para encarcelar a quienes alteraran el orden público.

Su creación dio paso también a la formación del primer y único cuerpo de policía que ha tenido la localidad que estuvo conformado por tres elementos cuyas atribuciones eran las de detener y encerrar a quienes, bajo los efectos del alcohol, escandalizaban en lugares públicos.

La Chona fue inaugurada en 1953 por el entonces presidente municipal de Tecpan, Marcial Ríos Valencia y el comisario municipal, Ramiro Mena Alejandri, quienes al mismo tiempo pusieron en marcha al cuerpo de policía.

María Teresa de la O Reyes, habitante de Tenexpa y vecina de la pequeña cárcel, contó que el nombre de La Chona surgió de un acuerdo entre las autoridades y el pueblo, que la cárcel llevaría el nombre o apodo de la primera persona que cayera presa en ella, de ahí que quien estrenó el inmueble fue una mujer que trabajaba en el cabaret del pueblo a la que todos conocían como La Chona, “quien por cierto lloró toda la noche que estuvo encerrada”, recordó la mujer.

En una visita al lugar, se pudo ver que La Chona es un cuarto de pequeñas dimensiones.

 En el interior había un muro que lo dividía en dos secciones. La puerta era de madera con barrotes de acero por donde sólo sacaban la cara los reos, en su afán por recibir la luz del sol.

Junto a la entrada principal está aún colocada una placa en la que se indica que el lugar se inauguró en 1953 siendo presidente municipal Marcial Ríos Valencia y comisario de la comunidad Ramiro Mena Alejandri, -quien años más tarde en 1969 fue electo alcalde de Tecpan-.

Según los pobladores de mayor edad del pueblo, un hombre a quien apodan El Gavilán, logró fugarse de la prisión tres veces, a través de túneles que cavó en el suelo.

La cárcel comunitaria funcionó como tal menos de 10 años, y después quedó en el abandono total. Actualmente está en el olvido. Las paredes y techos están deteriorados. En su interior hay una gran cantidad de escombros y la maleza colma todo el sitio. La placa alusiva, aunque aún se mantiene en el muro, apenas y se distingue, siendo uno de los pocos vestigios que dan fe de lo que fue una de las primeras cárceles comunitarias en la región.

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