Editorial

Le falta ambición a AMLO

A veces cuesta trabajo concebir a políticos que buscan el poder por el poder mismo, no como medio para enriquecerse. Parece ser el caso de López Obrador. En su estupendo texto en la revista Nexos, María Amparo Casar hace un elocuente y detallado recuento de cómo y dónde avanza rápidamente en este proyecto.

AMLO entiende la ventana de oportunidad que proviene de su incuestionable mandato electoral y evidente popularidad. Sin ambages, ha pasado encima de la ley, debilitado contrapesos y atacado con la fuerza del Estado a quienes lo cuestionan. Llena vacantes en la administración pública con funcionarios sin capacidades mínimas, en su mayoría, pero más obedientes, leales e ideológicos.

Nadie se le pone enfrente pues la oposición está mutilada y arrasada. Me parece injusto esperar que en cien días estén listos para reaccionar, dada la magnitud del choque recibido. Pero más les vale apresurarse.

AMLO no ve que su falta de pragmatismo es su peor enemigo. Esto es positivo. Si estuviera ejecutando el mismo arrasador proyecto para monopolizar poder con más inteligencia, visión táctica y pragmatismo, sería imparable. Si, por ejemplo, hubiera frenado la cancelación del aeropuerto, habría comprado tiempo invaluable, muchos le seguirían dando el beneficio de la duda. Si no hubiera detenido las nuevas rondas para explotación petrolera, hubiera liberado cuantiosos recursos que el Estado podría utilizar para fines que le rendirían frutos políticos infinitamente más jugosos que su despistado intento de salvar a Pemex. Ese error sellará su destino. Si no hubiera, innecesariamente, presentado un ambiente tan hostil a la inversión extranjera e incierto para inversionistas nacionales, la inversión tendría una inercia capaz de acelerarse, generando crecimiento que le daría muchos más recursos fiscales de los que tendrá. Si fuera más pragmático e inteligente, no estaría peleándose con las calificadoras y con los mercados, cuando en su Presidencia apenas amanece.

Lejos de lo que parecería a primera vista, el mayor problema de AMLO es su falta de ambición, no su exceso. Él imagina un México en el que nuestra población subsiste, donde todos los niños reciben alguna educación, aunque sea mala, y donde Morena pasa de ser un movimiento a un partido hegemónico en un país donde la separación de poderes es mera ceremonia. Un partido cuya permanencia proviene de un sistema clientelar nacional bien arraigado.

En su visión, México ve hacia adentro. No se mete con nadie, esperando que los demás hagan lo mismo. Su afición a la historia lo encandila y le hace pensar que su Presidencia es rehén de un pasado cuya realidad está más lejos de la actualidad que la distancia cronológica. Lo está porque en decenas de miles de años de humanidad nunca ha habido un entorno cambiando más rápido que éste. El avance de las ciencias, de la tecnología, de la medicina presentan retos y oportunidades grandiosas de las que no podemos ni debemos abstraernos. Quiere aislarnos en medio de un mundo que nunca ha estado más conectado y que, por lo mismo, nunca ha sido más co-dependiente.

Su miope liderazgo y absoluta falta de entendimiento de lo que viene condena a México a un futuro de inferioridad, de sumisión y de atraso. O decidimos cómo nos incorporamos a un mañana lleno de esperanza, o ese mañana nos llevará tirándonos del pelo, sin oportunidad alguna para decidir dónde y cómo desarrollamos nuestras fortalezas relativas para insertarnos en forma estratégica e inteligente; para pasar de ser espectadores a protagonistas, de ser clientes a proveedores, de regatear migajas a crear riqueza verdadera.

AMLO no imagina a millones de niños mexicanos capaces no sólo de incorporarse al futuro sino de contribuir e influir en él. No imagina un México abierto y sin miedos, capaz de ser mundialmente competitivo. Cree en regalarle títulos sin valor a nuestros jóvenes, porque no los cree capaces de sudar y competir para obtenerlos. No los cree capaces de emprender y sólo alcanza a concebirlos como clientes. Cree en un país de dependencia, no en uno creativo y pujante.

A AMLO lo que le falta es ambición.

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