Colosio y el complot
El asesinato de Luis Donaldo Colosio sigue obsesionando a nuestro país. El 25º aniversario, este pasado 23 de marzo, ha reanudado los alegatos y las declaraciones. El propio presidente Andrés Manuel López Obrador dio a conocer que cenó con Colosio en casa de Clara Jusidman dos días antes del homicidio. En su momento Manuel Camacho Solís dijo también que se había reunido con Colosio, de quien era acérrimo rival, lo que llevó al acuerdo de que Camacho renunciaría públicamente a sus aspiraciones de ser candidato a la Presidencia.
La gente cercana a Colosio siempre estuvo convencida de que Colosio fue asesinado por una conspiración y no por un asesino solitario. Diana Laura Colosio, la viuda de 36 años que moriría de cáncer en noviembre de ese mismo 1994, estaba al parecer convencida de que Camacho había estado detrás del homicidio. Se negó así a firmar una carta que le envió el presidente Carlos Salinas de Gortari en la que exoneraba al ex regente del Distrito Federal que había luchado por la candidatura presidencial del PRI contra Colosio. Escogió personalmente al entonces ministro de la Suprema Corte, Miguel Montes, para ser el primer fiscal especial del caso con la encomienda de que encontrara la conspiración.
Montes impulsó originalmente la investigación por ese camino y habló de una “acción concertada” que ilustró públicamente con un video en el que buscaba encontrar patrones en los movimientos de distintos personajes en los momentos previos al homicidio. Semanas después, sin embargo, se vio obligado a reconocer que no había podido comprobar esa acción concertada. La decisión fue sumamente impopular y Montes dejó el cargo para ser reemplazado por la doctora Olga Islas, quien tampoco encontró indicios de una conspiración.
Pablo Chapa Bezanilla fue nombrado tercer fiscal especial por un procurador panista, Antonio Lozano, y postuló la presencia de un segundo tirador. Detuvo a Othón Cortés, un personaje menor que gravitaba en torno a las oficinas del PRI en Tijuana, pero el caso se desplomó ante las pruebas periciales y al demostrarse que los testigos de cargo habían sido inducidos. Cortés fue exonerado por los tribunales.
El último fiscal especial, Luis Raúl González Pérez, actual presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, hizo un trabajo sistemático sobre todas las líneas que surgían de las teorías de la conspiración, desde la existencia de dos Aburtos hasta la presunta responsabilidad de un agente del Cisen, Jorge Sánchez Ortega, que estaba en el lugar de los hechos. Todas las hipótesis de conspiración se cayeron ante el peso de las pruebas o los dictámenes de los peritos, como los fisionomistas que confirmaron que el Aburto de la cárcel era el mismo detenido en Lomas Taurinas el 23 de marzo de 1994.
González Pérez no cerró el caso, porque hacerlo era una decisión política, pero declaró que no había pruebas que señalaran que alguien además de Aburto hubiera participado en el asesinato. La Fiscalía General de la República debería hoy publicar completa la investigación.
Sin embargo, poco importan las pruebas. La convicción popular es que el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari mandó matar a su protegido y candidato. Esta es la versión que han promovido películas como Colosio de Carlos Bolado o la serie de Netflix Historia de un crimen: Colosio. Siempre se logra más éxito con una trama de conspiración que con la verdad.