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Editorial

Víctimas: pasmo y desafío

Reflexionar en la violencia, muerte y dolor que dejaron sexenios anteriores invita a recordar los versos de María Rivera que sintetizan tragedias, una tragedia nacional:

se llaman / secretos de sicarios, / secretos de matanzas, / secretos de policías, … / se llaman personas, se llaman súplicas, se llamaban yo, / se llamaban tú, / se llamaban nosotros, / se llaman vergüenza, / se llaman llanto…

“Se llamaban yo, se llamaban tú, se llamaban nosotros”, dice la poeta y yo infiero un reclamo fundado, un reproche por la ajenidad que, sobre las víctimas fallecidas y vivas, domina en la mayor parte de la sociedad mexicana. Muchos, demasiados, se sienten ajenos porque ni a ellos ni a sus cercanos les ha tocado padecer en directo la violencia. Ha habido y hay una notable insensibilidad social y sólo algunos medios le dan al asunto la relevancia que tiene, mientras la mayoría se limita a la superficialidad.

Y si esa conducta es reprochable, la omisión del Estado en el gobierno de Enrique Peña Nieto no tiene nombre. ¿O cómo llamar a la incapacidad de garantizar la seguridad, razón primigenia de la existencia del Estado? ¿Cómo llamar a la incapacidad de hallar a decenas de miles de desaparecidos? ¿Cómo llamar a la incapacidad de siquiera identificar ¡26 mil cuerpos!? “Gran simulación”, le llamó Alejandro Encinas (Segob).

Esa incapacidad, derivada de la ineptitud y la frivolidad, se manifestó incluso en la carencia de morgues y por eso fuimos testigos del episodio dramático de tráileres errantes y repletos de cuerpos inertes, mientras los familiares buscaban el rastro de sus desaparecidos en fosas colectivas y clandestinas, en hospitales, en terrenos yermos.

Omisión y simulación reflejan el pasmo del Estado, su parálisis en esta materia. Y en este sentido es plausible que el actual jefe del Estado, Andrés Manuel López Obrador, haya anunciado el domingo 24 de marzo de 2019, al reinstalar el Sistema Nacional de Búsqueda de Personas, una serie de decisiones que pueden implicar un golpe de timón: dar todo el presupuesto que se requiera, impulsar el compromiso con los gobernadores de que para septiembre estén integradas todas las comisiones de búsqueda estatales, la creación del Instituto Nacional de Identificación Forense y la evaluación de avances en tres meses, cuando el propio AMLO se reunirá de nuevo con las víctimas.

La nueva directora de la Comisión Nacional de Búsqueda, Karla Irasema Quintana Osuna, ha precisado que, sin descuidar la enorme tarea de identificación, la prioridad es encontrar con vida a los desaparecidos, entre los cuales hay víctimas de trata de personas, delito que implica no sólo el ámbito sexual, sino también el laboral.

El desafío, enorme, implica el diseño de estrategias que exceden el ámbito de la sola búsqueda, pese a la importancia que esta tiene. Jacobo Dayán, especialista en derechos humanos, afirma que la agenda de víctimas es mucho más compleja y amplia y exige ser atendida de manera integral, so pena de que la crisis humanitaria no sea resuelta, sobre todo si el gobierno solamente se centra en casos concretos, algunos de ellos emblemáticos.

“La dimensión del horror ha desbordado a las instituciones ordinarias -escribió recientemente Dayán-. Es necesario emprender medidas extraordinarias en materia de verdad, justicia y reparación. Es urgente un modelo de seguridad que garantice la no repetición. La Guardia Nacional no es esa solución. El gobierno tiene una estrategia de caso a caso. Eso no dará resultados ante la masividad de la violencia” (https://bit.ly/2UWqSCe).

Si tenemos presente la simulación denunciada por Encinas, es posible deducir que el nuevo gobierno recibió escasa o nula información de su predecesor, de modo que las dimensiones de la tarea que aguarda a la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, y a su equipo son mayúsculas. De ahí que importe escuchar las voces de la sociedad y trabajar conjuntamente con ella. El primer paso, que convendrá dar con pulcritud y rapidez, debería ser el diagnóstico y el diseño de una estrategia integral. Trabajar de la mano con quienes conocen del tema y no están en el gobierno, no implica una cesión de atribuciones, sino el aprovechamiento del talento y la vocación ajenos.

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