Agua de La Laguna
En su mañanera de ayer el presidente Andrés Manuel López Obrador habló de La Laguna, esa comarca compartida por Coahuila y Durango que se ha convertido en ejemplar centro de producción ganadera y lechera pese a su aridez. Si bien el mandatario reconoció el “esfuerzo de los empresarios” laguneros, y los “muchos beneficios” que su trabajo ha traído, advirtió: “Pero ya no se puede seguir creciendo en La Laguna con cuencas lecheras, porque para producir la leche se requiere de la alfalfa y se requiere de mucha agua y no hay agua suficiente en La Laguna”.
Para evitar el problema, el presidente propone una mayor planificación: “Por eso se requiere también de la planeación. Esa es una diferencia con el modelo neoliberal. Para ellos el mercado es lo predominante, la rentabilidad. Cuando se tiene un estado democrático, se tiene que buscar que haya una planeación racional, que haya un desarrollo sustentable”.
Quienes conocen la historia de La Laguna saben que la razón del desarrollo de esa región, una de las más prósperas del país, es precisamente la falta de agua y de otros recursos naturales. La aridez hizo que las tierras no fueran tan codiciadas como en el sur del país, lo cual promovió la inversión productiva, el trabajo intenso y la unión de los productores. La comarca lagunera es no solo el lugar de origen del Grupo Lala y de Carnes La Laguna, sino de Soriana, Quesos Chilchota y muchas otras empresas.
Cuando los políticos dicen que quieren una planificación “racional”, hay que ponerse a temblar. Las inversiones ganaderas se hicieron en La Laguna y no en Tabasco o Chiapas, bendecidos por una gran abundancia de agua, precisamente por la intervención de los políticos en estas entidades. La fragmentación de la tierra en el sureste debido al ejido y la falta de derechos de propiedad, producto de la idea de que había que proteger a los ejidatarios de sus propias decisiones, solo llevaron las inversiones a lugares donde la mano de los planificadores no era tan pesada. Si el gobierno decide hoy imponer su “planeación racional” a La Laguna y restringe la inversión pecuaria con el pretexto de que es una zona árida, causará un enorme daño, pero sin generar una mayor producción en el sureste.
El mercado que cuestiona el mandatario es la clave para promover un mayor desarrollo. Si el agua (que en México es propiedad de la nación y no de los dueños de la tierra como en Estados Unidos) se cobrara a un precio de mercado, los ganaderos de La Laguna y de otras zonas áridas del norte considerarían lugares con mayor abundancia de líquido. Para invertir en el sur, sin embargo, tendría que haber tierras para comprar y certeza jurídica en las transacciones, que no hay.
Si López Obrador fuera realmente un liberal como pregona, debería promover las soluciones de mercado de los liberales. Benito Juárez y sus correligionarios del siglo XIX entendieron la importancia de acabar con los bienes de manos muertas, como los ejidos, para impulsar la propiedad privada y la inversión. La Laguna es un ejemplo de cómo una comarca puede sobreponerse a condiciones adversas gracias a la libertad de mercado. Si el gobierno pretende limitar el desarrollo de La Laguna por decreto, sin crear condiciones para una mayor inversión en otros lugares, estará simplemente condenando al país a una mayor miseria.