EDITORIAL

El basurero de la historia

Al margen de si es condenado o no por delitos de narcotráfico, para sus víctimas y para los que padecieron su tiranía, el legado de Genaro García Luna ya está escrito. Los depositarios de ese legado son 120 mil muertos que dejó cuando salió huyendo a la Florida, acusaciones de contubernio con los capos y ser el primer secretario de Estado alcanzado por el largo brazo de la justicia estadounidense.

En un reciente seminario, organizado por El Colegio de México y coordinado por Sergio Aguayo, Tony Payan, director del Centro para los Estados Unidos y México del Instituto Baker de la Universidad Rice, presagió que el legado de García Luna será de “constructor de instituciones”, frase que atribuyó a Eduardo Medina Mora. Tras describirlo como un “personaje muy complejo, que entendía muy bien su trabajo, su visión y lo que él tenía qué hacer en materia de seguridad”, consideró que el que haya evidencia de que pudo haber tomado sobornos del narco, no le quita mérito.

En sus años de exilio dorado, abruptamente interrumpido por su detención en diciembre de 2019, Genaro García Luna se esforzó en cultivar la imagen que de él tiene Payan. Se abrió puertas en centros académicos en Washington, Nueva York y Houston. Lanzó e una campaña publicarrelacionista que lo perpetuara como el inventor de un enfoque científico sobre seguridad pública en México que él mismo buscó implementar. Y que, de paso, redituara ganancias a GLAC Consulting, la firma de asesoría que cofundó, cuyo teléfono y página web hoy están desactivados.

Payan invitó a García Luna a impartir dos pláticas en 2017 y 2018. La última tomó lugar el 10 de diciembre de 2018, tres semanas después de que Jesús “El Rey” Zambada García declarara bajo juramento en el juicio de El Chapo Guzmán, que dos veces entregó maletas con 3 millones de dólares a García Luna. “Estoy convencido que es un pensador profundo, y hasta un académico en esos temas [protección pública y seguridad] por mérito propio”, dijo Payan al presentarlo.

En el marco de la conferencia, Payan y Guadalupe Correa, profesora asociada, con tenure, en la Universidad George Mason e investigadora no residente del Centro México en Rice, pasaron tres distendidos días, tardes y noches con García Luna, entrevistándolo y ahondando en su “compleja personalidad”. Hasta lo que se sabe, fueron los últimos académicos que convivieron con él antes de su arresto un año después.

Con base en esos intercambios inéditos, y en un trabajo de investigación previo, Payan y Correa están por publicar uno o dos libros sobre la estrategia de seguridad de Calderón y la trayectoria de García Luna.

Abundan los ejemplos de personas con negras verdades ocultas que al salir a la luz pública difuminan los logros reales o virtuales que pudieron haber alcanzado. Así, el legado de Nixon no es el acercamiento a China sino el Watergate; el de Salinas de Gortari, no es el TLCAN sino la corrupción de su hermano y la subasta de empresas estatales a sus cuates; el de Epstein, no son los millones de dólares que donó a la academia y la ciencia sino la red de tráfico sexual y pornografía infantil que comandó; y el de García Luna, no es haber creado la Policía Federal y la AFI, independientemente del mérito, sino su complicidad criminal en la guerra de Calderón.

Por la memoria de los miles de mexicanos que perdieron la vida por culpa de un presunto visionario, García Luna tiene un lugar reservado, pero en el basurero de la historia.

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