EDITORIAL

México, una Federación sorda

La existencia de una república federada exige, por encima de cualquier otro requisito o circunstancia, la determinación de un conjunto de estados libres, independientes y soberanos, de integrar un cuerpo más amplio que solo cobra sentido si, producto de esa determinación, aquellos terminan siendo más fuertes de lo que serían de forma individual.

En otras palabras, el vigor de un país que se integra a partir de una federación de estados reside en la fortaleza de las entidades que lo conforman y no al revés. No es la federación la que hace fuertes a los estados, sino al contrario. Y si esto no se da en los hechos, la federación deja de tener sentido.

Hacer énfasis en lo anterior no tiene el propósito de convocar o alentar la “balcanización” del país, sino el poner las cosas en su justa dimensión y puntualizar lo que somos como nación: un conjunto de entidades que decidieron ceder parte de su soberanía para obtener ventajas que no tendrían de permanecer aisladas.

Esa es la forma de nuestra organización política y en este hecho reside la capacidad que tienen los gobiernos estatales no solamente de “quejarse” cuando los beneficios de pertenecer a una federación no se notan, sino de exigir que esto ocurra.

El comentario viene al caso a propósito de los señalamientos realizados ayer por el gobernador de Coahuila, Miguel Ángel Riquelme, en el sentido de que en la atención a la crisis sanitaria y económica generada por la pandemia del coronavirus nuestra entidad no está siendo respaldada en la forma en la cual requiere y debería ocurrir.

Los comentarios del titular del Ejecutivo coahuilense son graves, sobre todo cuando reprocha que el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, no haya considerado siquiera que debía comunicarse con las autoridades locales antes de emitir críticas en público respecto del trabajo que aquí se realiza para hacer frente a la pandemia.

No es la primera vez que esto se reprocha, pero ahora pareciera que se ha llegado a un punto en que la comunicación se ha roto. “Ya dejé de conectarme (a las videoconferencias con funcionarios federales)… porque, además, si necesitábamos una orientación, jamás la tuvimos, lo que nos obligó a construir nuestra propia dinámica, nuestra propia historia en salud, en economía, en seguridad”, dijo el mandatario.

Nadie debe celebrar ni alentar el que la tensión entre los gobiernos federal y estatal escale, porque en este, como en cualquier otro caso, debe ser el diálogo y las herramientas de la política, los elementos que caractericen el trabajo que ambos órdenes de gobierno deben realizar en conjunto.

Sin embargo, tampoco debe dejar de señalarse que, en circunstancias como esta, hace falta asumir, en toda su dimensión, el hecho de ser un estado soberano que no integra una federación en calidad de subordinado, ni en situación de minusvalía.

El reclamo que ha formulado el gobernador Riquelme es justo y proporcional. Por ello, los coahuilenses haremos bien en respaldarle en este caso y demandar, a una sola voz, el trato respetuoso que nuestra entidad merece.

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