EDITORIAL

Reducir la desigualdad

Afirmar que la desigualdad social es el mayor problema de un país como el nuestro no es ninguna novedad. Se trata de un problema sobre diagnosticado para el cual los gobiernos de todos los signos políticos no han sabido construir respuestas eficaces.

Lo anterior es una realidad en múltiples países del mundo, no solamente en México, pero hace décadas está claro que América Latina es la región más desigual del planeta y por ello el tema cobra especial relevancia aquí.

Pero lo importante no es tener clara la existencia de la desigualdad sino diseñar e implementar estrategias capaces de reducirla de forma eficaz. Y ciertamente el simplismo a la hora de hacer propuestas no contribuye en lo más mínimo a nutrir una discusión que demanda seriedad.

El comentario viene al caso a propósito del planteamiento divulgado por el presidente Nacional del partido Morena, Alfonso Ramírez Cuéllar, a través de su cuenta de Twitter, según el cual un paso necesario para combatir la desigualdad es dotar al Instituto Nacional de Estadística y Geografía de atribuciones para “entrar, sin ningún impedimento legal, a revisar el patrimonio inmobiliario y financiero de todas las personas”.

 La idea es que este grupo que concentra el 50 por ciento de la riqueza nacional… se solidarice, coopere, apoye, los gastos para financiar un estado de bienestar que tanto necesitamos”

El propósito de esta medida, de acuerdo con Ramírez Cuéllar, sería que cada dos años, el INEGI de cuenta de “los resultados que arroja el total de los activos con los que cuenta cada mexicano”.

Y hasta ahí la propuesta, es decir, el dirigente nacional del partido del Presidente -razón por la cual no puede considerarse el posicionamiento un hecho anecdótico- no precisa cuál sería el propósito de que el INEGI acopiara tal información.

En entrevistas concedidas a diversos medios, Ramírez Cuéllar solo ha dicho que la intención de su propuesta es que el grupo de mexicanos “que concentra el 50 por ciento de la riqueza nacional… se solidarice, coopere, apoye, los gastos para financiar un estado de bienestar que tanto necesitamos”.

¿Qué significa esto último? resulta muy difícil saberlo porque los dichos del dirigente nacional de Morena han sido vagos y no es posible deducir de ellos el objetivo específico detrás de su propuesta.

Esa vaguedad, sin embargo, es lo que resulta peligroso, pues lejos de contribuir a que se registre un debate informado y serio respecto de un problema real y evidente como es la desigualdad, lo que provoca es una mayor polarización social e incertidumbre en un sector cuyos recursos resultan indispensables para hacer crecer nuestra economía.

Los “escopetazos al aire”, al estilo del que acaba de realizar Alfonso Ramírez Cuéllar, alimentan la polémica respecto de que este Gobierno es “enemigo” de los empresarios -exista o no razón para realizar tal afirmación- y lo peor es que lo hace en uno de los momentos más inoportunos.

La desigualdad social es una herida lacerante en el cuerpo social mexicano, de eso no hay duda. Pero plantear ocurrencias como fórmula para combatirla no ayudará en nada a disminuirla y, acaso, lo que logre sea profundizarla aún más.

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