El momento de los gobernadores
Entre las múltiples contradicciones que ha sacado a flote la epidemia de coronavirus es lo dañada que está la relación entre los gobiernos de los estados y el Gobierno federal, en realidad central. Nuestro federalismo, como muchas otras cosas de nuestra vida pública, es de papel pues salvo en contados momentos de la historia donde los estados sacan la cabeza, nuestra vida pública pasa toda por la capital. Pero, cuando en los estados mueven la aguas, retiembla en sus centros la tierra. La revolución de 1910 fue de los estados hacia el centro y el gran cambio democrático de finales del siglo XX, también.
Uno de los rasgos más evidente de la actual administración es hacer todavía más centralista la vida pública. Con la excusa, fácilmente argumentable, de que los gobernadores malgastaban el presupuesto, el Gobierno federal decidió que sería él y sólo él quien decidiría cómo mal gastarlo. Hoy no se ejerce mejor el presupuesto, por el contrario, se concursa menos, se compra con prisas y los ahorros, los de verdad y los malentendidos, acaban difuminándose en una burocracia cada vez más ineficiente. Junto con la centralización se redujo también la presencia del Gobierno federal en los estados, que si bien ganó terreno con la omnipresencia del Presidente en la comunicación lo perdió en el contacto cotidiano con los ciudadanos.
En este contexto, varios gobernadores comienzan a levantar la voz y a aprovechar las oportunidades políticas que ha dejado el Gobierno federal particularmente por la ineficiencia que ha mostrado el sistema de salud en esta crisis. A los grandes sistemas, el IMSS y el ISSSTE, los tomó debilitados institucionalmente, con delegados desarraigados, los cual puede ser útil cuando se trata de combatir la corrupción, pero no para mejorar la salud; al Insabi, parido prematuramente, lo sorprendió sin estructura y a todos con un sistema de compras, que no termina de funcionar y genera desabasto. Todo ello ha dado a los gobernadores, bocabajeados durante todo el primer año de Gobierno de Morena, la excusa perfecta para regresar a la palestra.
Lo que tienen los gobernadores y los alcaldes que nunca tendrá el Gobierno federal, es el territorio. Por más que crezcan los programas sociales y las estructuras de la Secretaría del Bienestar, el contacto básico de los ciudadanos sigue siendo con los gobiernos subnacionales. Hoy las grandes decisiones sobre cómo enfrentar la pandemia las están tomando los gobernadores en sus estados. Cada día son más los que en rebelión abierta o velada (cuando son gobiernos de Morena) se salen del huacal.
Los gobernadores ya entendieron que la grieta del monolítico y centralizado Gobierno federal está en el sistema de salud. De cómo se gestione en los estados la crisis de coronavirus que se nos viene en las próximas semanas dependerá en gran medida el número de canicas con las que jueguen en la elección intermedia.