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EDITORIAL

Para millones quedarse en casa no es la opción

Ciudad Juárez, la frontera industrial del norte, tiene un millón y medio de habitantes y más de un millón 150 mil derechohabientes del IMSS. La gran mayoría de las personas que viven ahí son trabajadores industriales, obreras de producción y empleados del servicio de transporte de personal, y aunque también existen muchos comerciantes informales, su labor también gira en torno a la producción industrial; ninguno de ellos se puede quedar en casa, y es inevitable salir del hogar a las 5 de la mañana para empezar a trabajar.

Hablamos de cientos de miles que no van a abandonar las calles, ni dejar de acudir a su trabajo o protegerse del contagio, porque en la planta los puestos de producción están apenas separados 50 cm uno del otro y hasta el momento las fábricas se mantienen activas, con su integridad financiera asegurada, y sin ofrecer a sus trabajadores alternativas para que puedan quedarse en casa.

Simplemente esta semana, que se adelantó la suspensión de clases en el estado de Chihuahua, se generó un gran desequilibrio en los hogares de las obreras, muchas de ellas madres solteras, porque para ellas las instituciones no son sólo lugares de aprendizaje para sus hijos sino que cumplen el papel de guarderías mientras ellas laboran y buscan su salario, indispensable para la vida familiar; durante estos días ellas enfrentarán una crisis doméstica, porque no podrán quedarse a cuidar a sus niños, ya que perderían su salario si abandonan su empleo.

Sin embargo, existe otro enorme grupo de personas a quienes les resulta imposible quedarse en casa, un grupo integrado por individuos marginados y descalificados socialmente, pero seres humanos a fin de cuentas; entre ellos están niños en situación de calle, que hace tiempo fueron expulsados de sus hogares por padres o familiares insensibles e irresponsables, personas mayores e indigentes que se protegen en albergues o dormitorios temporales, y cerca de 20 mil adictos cuyo trabajo o estudio han sido afectados por sus dependencias y que enfrentan problemas personales, familiares y de salud mental, muchos de ellos también sin domicilio.

Para ellos ha sido una bendición que el Covid-19 permanezca en su primera fase, de importación viral, aunque ahora que la autoridad determinó que está cerca de presentarse su segunda fase, la contaminación comunitaria, muchos de ellos están en riesgo de convertirse en portadores del virus, otros tantos de sufrir sus síntomas más graves y otra fracción importante, debido a sus circunstancias de salud, podría enfrentar la muerte.

Por eso es tan importante opinar sobre la situación del país, desprendiéndose primero de las filias y fobias ideológicas o políticas, pues México enfrenta una situación de altísimo riesgo, no sólo como territorio o administración pública sino como la nación de los invisibles y desfavorecidos, de los que mueren por mala alimentación, de los que padecen Diabetes Mellitus, Hepatitis C, y de las víctimas de sobredosis o del sicariato; esos miles que no se pueden quedar en casa, muchos porque no la tienen, y que seguirán saliendo a jugársela en la calle, en el trabajo, forzándose a salir adelante y a vivir un día más.

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