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Editorial

La paz de los sepulcros

La cifra es escalofriante para cualquiera, sobre todo para los responsables de gobernar el país. La muerte dolosa de 35 mil personas el año pasado plantea uno de los principales retos para el presidente Andrés Manuel López Obrador, incluso más allá de la lucha contra la corrupción pues se trata del fin y origen del Estado: dar seguridad y garantía de vida a la sociedad.

La polifonía o multiplicidad de voces que se levantaron el domingo en el zócalo de los participantes de la caminata por la paz, es apenas una pequeña muestra de la gran tragedia nacional, del show macabro que inició en la presidencia de Vicente Fox, se amplió con Felipe Calderón y se hizo más terrible con Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador.

Hasta ahora todas las estrategias para combatir la violencia generada por el crimen organizado han fracasado porque no se ha tomado en cuenta a las familias de las víctimas para darles justicia y también por la nula investigación a los ganadores de este negocio internacional: la banca y el sistema financiero.

No se sabe hasta ahora si se han abierto indagaciones en el sistema financiero y bancario que es a donde llegan las ganancias por el clásico lavado de dinero. Pero si realmente se quiere atacar al crimen organizado se debe seguir la ruta del dinero para dar con los grandes capos.

La estrategia policiaca militar ya demostró su nula efectividad pues el principio del que parte –mata la cabeza y el cuerpo cae solo– el descabezamiento de los grupos criminales únicamente ha generado la propalación de los mismos y la generación de nuevos liderazgos más violentos y salvajes.

Con una variante mínima que son los programas sociales, la estrategia implementada por López Obrador ya demostró que tampoco ha dado resultados positivos a un año de vigencia porque se sigue desdeñando a las familias de las víctimas y se mantiene la estrategia policía militar de querer terminar con los grupos quitando a las cabezas.

En el caso de los familiares de las víctimas, la atención del gobierno de López Obrador se ha concentrado principalmente en considerar a los desaparecidos de Ayotzinapa, dejando a un lado a las otras familias afectadas a las que ni siquiera quiso recibir el pasado domingo 26 y que realizaron la caminata por la paz desde Cuernavaca a la Ciudad de México.

El trato que López Obrador dio a las familias de las víctimas de la violencia fue indignante al no recibirlos y ordenar que fueran atendidos por los miembros del gabinete se seguridad. Peor aún fueron tratados por los seguidores del presidente a las afueras de Palacio Nacional vejándolos con insultos y amenazas cuando terminaron la caminata en el zócalo.

Nada justifica el desdén con el que han sido tratados quienes piden justicia. Pareciera que el deseo de la Cuarta Transformación para los familiares de los muertos, desaparecidos y desplazados no es la justicia sino la paz de los sepulcros y eso es el mismo trato que les dieron los gobiernos pasados.

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