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Editorial

El sur de México

El sur de México pareciera otro país. En Chiapas hablan de vos como en Centroamérica, en Yucatán la historia propia se sobrepone a la nacional, mientras que, en Tabasco, Quintana Roo, Campeche y Oaxaca la población vive de una economía rural muy alejada de la industrial de centro y norte.

Desde hace un siglo se han planteado ideas para impulsar el desarrollo en esta parte del país marcada por la pobreza y el rezago.  Pero hasta ahora nada ha funcionado y la población, una buena parte indígena, sufre un retraso económico y social importante.

Durante el siglo XX hubo iniciativas importantes de abatir este atraso. La primera fue de Porfirio Díaz quien planteó construir el tren que conectara los océanos Pacífico y Atlántico; luego fueron Luis Echeverría y Ernesto Zedillo los que plantearon ideas parecidas de hacer esta red ferroviaria y usarla como pivote de crecimiento económico.

Los tres grandes proyectos fracasaron porque no tomaron en cuenta a la población indígena que ve la llegada de esta iniciativa como un peligro a la tierra que les ha dado el sustento por generaciones.

Nuevamente se echó a andar esta idea de impulsar el sur de México con los proyectos del gobierno de Andrés Manuel López Obrador de construir el Tren Maya en la península de Yucatán –iniciando en Chiapas– y el Corredor Transístmico con vías de tren y una super carretera que vaya del puerto de Salina Cruz, Oaxaca, al de Minatitlán, Veracruz, y compita con el Canal de Panamá.

Pero como en los tres primeros casos, al gobierno de López Obrador le ha hecho falta dialogar y establecer acuerdos con los pueblos indígenas y campesinos que ven como algo ajeno e incluso amenazante que se construyan estas vías para beneficio de grandes empresarios extranjeros y nacionales, dejándolos una vez más al margen del desarrollo.

Para el Corredor Transístmico se prevé una inversión total de 8 mil millones de pesos, incluyendo la rehabilitación de la vía de ferrocarril; la ampliación de la carretera Salina Cruz-Coatzacoalcos; la modernización de esos dos puertos de Oaxaca y Veracruz; y la rehabilitación de las refinerías de Salina Cruz y de Minatitlán, para abastecer de combustible a toda la región.

En tanto, se prevé que el Tren Maya tendrá una inversión 7 mil millones de pesos para rehabilitar las vías obsoletas que van de Palenque a Valladolid, y la construcción de mil 400 kilómetros de vías nuevas en los tramos de Selva y Caribe, atravesando los estados de Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo.

Hace falta saber cómo y de qué manera habrán de beneficiar a las comunidades de los siete estados estos dos magnos proyectos que plantea el gobierno de López Obrador porque hasta ahora solo se han emitido comunicaciones muy generales de la inversión pública asegurando que beneficiarán con fuentes de trabajo los años de construcción.

Es necesario que los habitantes de las comunidades y poblados tengan claro saber cuál será el impacto que tendrán dichos proyectos en su desarrollo y para eso el gobierno de la Cuarta Transformación tendrá que implementar una estrategia de comunicación que despeje cualquier duda que exista en la población y no ocurra como en los otros tres intentos de querer imponer los proyectos a la fuerza y no con el convencimiento.

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