Editorial

Amenaza de plástico

Es una mañana cualquiera de noviembre en el Caribe. Las olas, de un legendario azul turquesa, bañan una playa de arena tan blanca y fina que parece talco. Tras la playa, un macizo de vegetación, que incluye palmeras y manglares endémicos, cierra el acceso a tierra.

No hay ni un atisbo de presencia humana. Sólo hay chorlitos, garzas, cormoranes y pelícanos, una variedad de aves que da muestra de una biodiversidad especial, la de un área natural protegida, la de un paraíso. El paraíso se llama Sian Ka’an.

Sin embargo, junto a los chorlitos, garzas, cormoranes y pelícanos hay otra diversidad: botellas de refresco, envoltorios de frituras, bolsas de supermercado, tampones, cepillos de dientes, líneas de pesca, cubetas, tapas de retretes, zapatos, tuberías industriales… y un largo etcétera.

Es la diversidad de la contaminación plástica invadiendo el paraíso de Sian Ka’an, desde sus playas y manglares hasta sus arrecifes de coral y pastos marinos.

Sian Ka’an es sólo un botón de muestra de cómo los lugares más silvestres e inhóspitos del mundo han sido alcanzados por los plásticos que irresponsablemente desechamos como sociedad. Si esta contaminación ha llegado a estos lugares remotos y protegidos, cabe preguntarse qué podemos esperar en lugares del país aledaños o que albergan asentamientos humanos importantes.

El plástico encontrado en el Sian Ka’an, una Reserva de la Biósfera y Patrimonio de la Humanidad, tiene el potencial de afectar no sólo a aves, peces, colonias coralinas y demás poblaciones de este paraíso, sino de alcanzar la salud y la economía de las mexicanas y los mexicanos de distintas maneras. ¿Un ejemplo?

Al menos 1 de cada 5 peces mexicanos contienen microplásticos en las vísceras, según un estudio publicado hace pocas semanas por Greenpeace, en alianza con investigadores de distintas instituciones del país. Y ese “al menos” significa que podrían ser hasta la mitad de los peces mexicanos en cuyas tripas se identificó visualmente algún material producido por el hombre, ya que sólo una fracción de eso pudo ser comprobada con una prueba de laboratorio.

Mientras la evidencia científica internacional continúa hallando plásticos en la sal, el polen o el agua de lluvia, las principales empresas productoras de plásticos sólo se involucran con soluciones falsas (como la falacia del reciclaje o la promesa de los bioplásticos) dirigidas más a lavarse la cara que a solucionar el problema.

Desafortunadamente, el greenwashing ocurre en complicidad con líderes políticos, empresariales y demás tomadores de decisiones. Por eso, es el poder de la gente es el único que puede cambiar el balance de este juego con soluciones de fondo: prohibir los plásticos de un solo uso y adoptar enfoques de reducción y reuso de botellas, contenedores y utensilios.

Actualmente el Congreso de la Unión analiza distintas iniciativas de reforma a las leyes que gestionan los residuos sólidos en México, con el fin de encontrar una solución al problema de los plásticos. Es necesario que los legisladores prioricen las demandas ciudadanas sobre los intereses de las empresas plastiqueras, y adopten un marco regulatorio que proteja la salud y la economía de las y los mexicanos antes que las acciones de un puñado de empresarios.

El desastre plástico en Sian Ka’an es sólo un recordatorio del futuro que le espera a México si seguimos sin considerar los costos ocultos de esos envases supuestamente baratos en los que se ha vertido toda nuestra vida como consumidores.

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