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Editorial

De Cortés y los usos de la historia

Los 500 años de la llegada de Hernán Cortés al territorio que hoy es México se ha convertido en una excusa perfecta para el uso político de la historia. Cortés es sin duda el personaje más odiado de la historia del libro de texto; es el antihéroe necesario para que los otros brillen, el malo de la película que hace lucir al protagonista.

De aquí al 2021, que se conmemore la caída de Tenochtitlan, la figura de Cortés será recordada, novelada, discutida, vapuleada por unos y ensalzada por otros. Libros, miniseries, películas, pero sobre todo discursos políticos nos llegarán a raudales para recordar al militar extremeño. Unos privilegiarán la figura del invasor, el conquistador sanguinario, el hombre voraz, traidor y falto de escrúpulos. Otros rescatarán al estratega militar, al político capaz de entender las contradicciones y las luchas políticas al interior de un imperio no menos sanguinario que tenía sojuzgados a los pueblos vecinos para imponerse con muy pocos hombres (y unos cuantos virus) a un pueblo de guerreros. Entre unos y otros vamos sin duda a aprender mucho de Cortés, y vamos a escuchar enormes barrabasadas de sus aplaudidores y sus detractores.

Pero si de algo podemos estar ciertos es que Cortés estará en la boleta electoral del 2021. En su gran capacidad para polarizar y manejar elecciones que tiene Andrés Manuel López Obrador, la figura del conquistador está ni mandada a hacer para dividir a los que están con él, del lado de indígenas, de los pueblos originarios, de los que fueron vencidos, despojados y orillados desde hace 500 años a la pobreza, pero que ahora tienen la oportunidad de reivindicarse, frente a los otros invasores, los que representan los intereses extranjeros, la imposición, los que vencieron a la mala y condenaron a los habitantes originales a ser extranjeros en su s propias tierras.

Algunos conservadores de oposición (es importante hacer la distinción porque hay también muchos conservadores en el gobierno) ya mordieron el anzuelo y han entrado a debatir la figura de Hernán Cortés. Independientemente de que tengan o no razón histórica es una batalla perdida de antemano, cada vez que intenten matizar o contradecir la versión del presidente (como la falacia genial de esta semana de que Cortés hizo el primer fraude electoral del país) se van a colocar solitos del lado de los malos, pues no están luchando contra una simple versión de la historia sino contra la religión de la Patria, esa historia escrita en mármol, que solo tiene blancos y negros, generada después de la revolución como una estrategia de unidad y exaltación del nacionalismo.

Lo Cortés no quitará al debate lo estridente.

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