Hacer la movilidad urbana limpia y sustentable
El transporte es el sector responsable del 25 por ciento de las emisiones de CO2 en México. Para mover al país -literalmente- se continúa dependiendo del petróleo como principal fuente de energía. Aún siendo un área altamente importante y que debe ser atendida con prioridad para frenar el cambio climático, los esfuerzos en descarbonizar el transporte han sido limitados e insuficientes.
Para tener una reducción considerable de emisiones de CO2 en las ciudades, tenemos que generar alternativas escalables y de forma acelerada, y éstas se deberían centrar en implementar sistemas de transporte público con redes que ofrezcan la posibilidad de conectar rápida y eficientemente al centro con las periferias. El transporte público debe marcar la pauta de un nuevo modelo de movilidad y de ciudad. Los autobuses eléctricos y trolebuses son cada vez más costeables, por lo que los tomadores de decisiones deben acelerar la adopción de este tipo de tecnologías mediante diversos incentivos y trabajo con prestadores de servicio de transporte público para modernizar la infraestructura y hacerla una opción atractiva.
El vínculo que existe entre el transporte y la energía es bastante fuerte. La transición tecnológica hacia vehículos eléctricos, tanto en autos como en el transporte público, ganará cada vez más terreno al motor de combustión interna. Desde ahora se debería tener la previsión y planes para que las emisiones contaminantes no solamente sean desplazadas en su fuente de origen, sino que se eliminen, ya que la movilidad eléctrica alimentada por energía fósil nos aleja de lograr metas ambientales y de cambio climático.
Según el Foro Internacional de Transporte de la OCDE, la demanda de transporte urbano podría crecer entre el 60 y 70 por ciento para 2050. El crecimiento poblacional, el desarrollo económico y la continua expansión urbana conducirán a un incremento fuerte en cuanto a necesidades de movilidad. Imaginemos que nuestras ciudades continuarán operando bajo la tendencia actual; tendríamos dos posibles escenarios: en el primero, habrá una cantidad tan grande de autos que nos llevará al colapso por rebasar la capacidad de las ciudades, incluso aunque se continúen construyendo segundos pisos, desniveles y demás infraestructura; en el otro escenario, el transporte público poco atendido estaría más atestado y saturado que en la actualidad. Ambos escenarios son caóticos e idóneos para filmar una película apocalíptica. La única solución: cambiar desde ahora la dinámica en que funciona la ciudad.
Considerando el caos vial ocasionado por el exceso de carros en las calles de nuestras grandes ciudades, podemos concluir que más allá de que cada persona tenga un auto, un futuro próspero depende de repensar la ciudad mediante alternativas de transporte más adecuadas y suficientes para atender la demanda de movilidad. La visión de ciudad del futuro debe alejarse del automóvil como protagonista y colocar a las personas en el centro. La ciudad del futuro es un espacio que asegura una mejor calidad de vida para todos sus habitantes, y para ello, sin duda es necesario asegurar sistemas que nos ayuden a movernos mejor y de manera limpia.