Editorial

AMLO, la verdad y los medios

Al salir a la defensa de uno de los empresarios miembros de su consejo, Ricardo Salinas Pliego, el Presidente dijo que el hecho de que una acusación se publique en el Wall Street Journal (WSJ) no la hace verdadera. Y tiene toda la razón, no es el medio en que se publica una información lo que la hace falsa o verdadera sino la información y los datos que aporta. El historial de un medio, la forma en que se ha comportado a lo largo de su historia, hace que sea más o menos confiable. Esto es, todos los medios se equivocan en algún momento en alguna nota, en algún dato, pero hay unos que lo hacen con más frecuencia e incluso con dolo. Por eso la cabecera importa, por eso unos tienen más credibilidad que otros.

La credibilidad no es otra cosa que la confianza, una especie de contrato fiduciario (fides significa fe, confianza, lealtad) en el que el lector o usuario pone su lealtad en un medio porque confía que detrás de cada palabra escrita hay una serie de valores asociados a la veracidad de la información: ética, profesionalismo, verificación de datos, etcétera. Para desgracia del Presidente, WSJ está entre los medios con mayor credibilidad, pero aun así tiene razón: no por ello la información es cierta.

La información es cierta o falsa por lo que dice y eso es lo que deberíamos de discutir. Todos los políticos tienden a desestimar o a apreciar una información en función de cómo le cae el medio donde se publica. ¿Para qué matar al mensajero que trae las malas noticias si se le puede simplemente difamarlo, desacreditarlo, ningunearlo desde el poder? Así como lo odioso de las comparaciones es en realidad el resultado de estas, lo odioso de los medios no es su existencia sino lo que publican. Los políticos celebran la existencia de los medios cuando son su caja de resonancia, los amplificadores de su voz, sus ideas, sus ocurrencias y hasta de sus chistes. López Obrador es feliz frente a los medios todos los días, a veces hasta le gustaría que aplaudieran, pero no importa, se da con que están ahí todos los días para llegar hasta al último rincón del país con su palabra. Tienen derecho a preguntar, pero no a cuestionar ni a poner en duda la honorabilidad de los suyos. Bartlett puede tener muchas casas porque es un hombre arrepentido; Lozoya es un criminal, aunque también haya comprado las casas “cuando no era funcionario” (PLOP! Secretaria Sandoval). Cuitláhuac García, el Gobernador de Veracruz, tiene derecho a ser un inútil, porque se lo ganó con horas de sol en mítines y concentraciones, levantando los ánimos de los agotados ciudadanos que acudían a escuchar al entonces candidato eterno; los gobernadores de oposición ellos sí son responsables de la inseguridad.

Una verdadera transformación sería dejar de desacreditar a los medios y concentrarnos en la veracidad de la información; discutir la eficiencia y pertinencia de las políticas públicas sin importar quién la propone o propuso; impedir y castigar los negocios que se hacen desde el poder y con el poder y no la filiación política de quienes los hacen. Pero nada, es solo una ocurrencia.

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