Editorial

Evidencias del desabasto de combustible

El reciente episodio de desabasto de gasolina puso en evidencia la dependencia que la población tiene a los combustibles fósiles. Si bien es cierto que los vehículos particulares fueron los principalmente afectados, también hubo implicaciones a la distribución de productos perecederos y para los servicios de transporte, incluido el aéreo. Esto debido al cierre de poliductos de Petróleos Mexicanos (PEMEX) que también transportan turbosina y diésel.

Hubo malestar ciudadano observable en las calles, aunque también encuestas indicando un apoyo mayoritario a las acciones del gobierno federal; reflejando así la polarización que caracteriza al país en estos tiempos. En esta sintonía, algunos criticaron la estrategia para combatir el huachicoleo, pues la importancia del combustible es crucial para las distintas actividades económicas del país; mientras que hubo quienes vieron la oportunidad para fomentar un cambio en la forma de transportarse, organizándose mejor y buscando, incluso, que rindiera el combustible que les costó tiempo obtener.

Mientras unos y otros observan consecuencias diferentes, hay un punto en común que es importante valorar: las implicaciones de esta estrategia para el medio ambiente. Es sabido que la reducción del aforo vehicular solo puede mejorar la calidad del aire en un país con varias ciudades que presentan esta problemática cotidianamente. Tal fue el caso en la Ciudad de México y en Toluca, donde hubo reducción de ozono troposférico durante los días con desabasto, de acuerdo a los registros de monitoreo atmosférico de ambas ciudades. Puede ser el mismo caso en las ciudades donde aún no se normaliza la distribución de gasolina y diésel.

Haya sido por no tener combustible o por cuidar el poco con el que se contaba; el uso de medio alternos de transporte, como la bicicleta, la motoneta eléctrica o el patín del diablo eléctrico afloró en la Ciudad de México. Si bien esto es adecuado para desincentivar el uso del vehículo a combustión interna, es importante regular este tipo de transporte a la brevedad, pues se corre el riesgo de convertir la ciudad en una versión latinoamericana de Nueva Delhi. Si bien es cierto que el automovilista tiene que aprender a convivir con el ciclista y el peatón (tema aún pendiente en la agenda de movilidad de la ciudad), también lo es que el usuario de estos modos de transporte debe estar capacitado sobre cómo usarlos; respetando la señalización, la dirección del tránsito y al peatón.

Ahora bien, estos medios de transporte no son viables para quienes deben transitar distancias largas o porque tienen determinada condición física (adultos mayores y mujeres embarazadas, por citar un par de ejemplos), por lo que el uso del transporte público también debe fomentarse. Éste fue remedio para quienes suelen usar vehículo propio, pareciendo estar a la altura aun cuando estuvo saturado más de lo normal en horas pico durante dicho desabasto. Esto muestra que es posible un cambio gradual de paradigma: transitar del transporte privado al público. El siguiente paso debe ser la electrificación de este medio, y que no sean únicamente los trolebuses los que tienen esta característica. Así se podrán reducir las emisiones contaminantes del transporte, mejorando en consecuencia la calidad del aire.

Es así que el desabasto de gasolina evidencia la dependencia de la sociedad al combustible fósil, pero a la vez presenta beneficios a la sociedad en materia de calidad del aire, mientras que indirectamente promueve una movilidad diferente al uso del transporte privado. Puede haber inconformidad al respecto, o se le puede poner buena cara, más allá de las preferencias político-electorales. Sin embargo, el carácter temporal del cierre de ductos infiere que todo se puede normalizar: el tráfico habitual generado por la presencia de un numeroso parque vehicular, los niveles de emisiones contaminantes diarias por encima de la norma, y una creciente presencia de medios alternos de transporte que abonan a conflictuar el tráfico por la falta de un comportamiento adecuado por parte de sus usuarios. Ante esto, vale la pena cuestionarse si es oportuno buscar la bonanza de gasolina, y mejor aprovechar este desajuste en la cotidianeidad para replantear un tránsito a un modo más sustentable de vivir en la ciudad.

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