Editorial

Mercados de energía

         En Texas los productores no pueden ya siquiera regalar el gas natural. Los precios en el Waha Hub, el centro de distribución del condado de Pecos, han sido negativos desde el 22 de marzo. Este 3 de abril se registró un precio de -3.38 dólares por millón de BTUs (British termal units, Oilprice.com); en otras palabras, los productores tienen que pagar a los dueños de los gasoductos para llevarse el gas. Esta es la cotización más baja desde que se tienen registros.

         El Waha Hub ha arrastrado otros precios de gas en Estados Unidos. El 1 de abril la cotización del Henry Hub de Louisiana estaba en 2.74 dólares (eia.gov). En cambio, Rusia vendió gas a Europa a un promedio de 6.01 dólares en febrero (Index Mundi).

         Lo que ocurre en el Waha Hub es producto en parte de un problema temporal de mantenimiento de un gasoducto y de planes de reparación de otro. Más de fondo es el hecho que la producción de petróleo y gas natural de la cuenca Pérmica del oeste de Texas y Nuevo México ha aumentado 120 por ciento desde 2016. El uso del fracking, o fractura hidráulica, ha impulsado este auge.

         Los precios bajos de Norteamérica nos benefician. Nuestro país ha venido realizando una transformación de su sistema de generación de electricidad al poner en operación nuevas plantas de ciclo combinado de gas que producen energía de manera más eficiente, limpia y barata.

         Un especialista mexicano me comenta, sin embargo, que en este nuevo gobierno, en lugar de acelerar la construcción de ductos, “los tienen parados y deciden utilizar combustóleo y carbón, cuyo costo está entre 10 y 12 dólares por unidad equivalente. Y luego nos preguntamos por qué somos un país pobre”.

         Los mercados de energía se mueven con gran rapidez. Tomar decisiones ideológicas y mantenerlas durante décadas, como se hizo en los tiempos del viejo PRI, ya no funciona. México hizo el cambio a las plantas de gas en un momento adecuado y esto ha redituado en un ambiente más limpio y en menores costos de generación.

         El problema es que la Cuarta Transformación quiere borrar todo lo que se hizo en el “período neoliberal”. Varios ductos están detenidos por grupos políticos, en algunos casos cercanos a Morena. Esto tiene un costo enorme para la Comisión Federal de Electricidad o para las empresas constructoras y operadoras. La decisión de reactivar las viejas plantas de la CFE de carbón o combustóleo implica no solo un aumento en los costos sino una agresión enorme al ambiente.

         Ayer el presidente afirmó que estaba “muy contento” de que el Senado no hubiese aprobado a los candidatos a la Comisión Reguladora de Energía. El rechazo era de esperarse, después de que López Obrador envió los mismos nombres rechazados la primera vez. El mandatario dijo que esto es señal de que México vive por primera vez una verdadera democracia.

         La verdad, sin embargo, es que el rechazo del Senado le permitió nombrar directamente a los cuatro nuevos comisionados, incluyendo a José Alberto Celestino, de 90 años de edad, a quien él considera el mejor “refinero” de México. El presidente ha logrado así el objetivo de imponer un control absoluto sobre la CRE sin necesidad de eliminarla. Los nuevos comisionados ya no serán un contrapeso para las decisiones del ejecutivo y de la CFE. Su función será acatar las instrucciones de Palacio Nacional, en un momento en que el cambiante mercado de energía necesita más inteligencia y flexibilidad que nunca.

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