Editorial…

Legítima defensa

La “mafia del poder” desapareció del vocabulario presidencial. Los nuevos villanos son la prensa “conservadora” y en especial Reforma.

A medida que el sexenio le arranca hojas al calendario, crecen las críticas presidenciales a diversos medios. Entre los señalados están Proceso, The Wall Street Journal, El Financiero, Uno TV y El Universal. A ninguno ha distinguido tanto como a Reforma, el diario capitalino ungido como ejemplo de la prensa “conservadora”, “hipócrita”, “fifí”. Señalamientos graves pero endebles, por carecer de sustento fáctico. Es decir, si Grupo Reforma viola los códigos de ética periodística, el Presidente tiene que demostrarlo, utilizando para ello el derecho de réplica. Lo otro son diatribas para la galería.

El encono hacia el Grupo Reforma tiene años incubándose, porque medio y político han tenido carreras paralelas. Reforma empezó a circular en noviembre de 1993, cuando López Obrador estaba dando el brinco de la política tabasqueña a la nacional. La beligerancia e independencia del diario provocaron una reacción ambivalente en López Obrador. Se alegraba con las encuestas que lo mostraban de puntero y se enojaba cuando publicaba información “imprudente”. Jamás habíamos llegado a la hostilidad actual. ¿Cómo explicarla?

Una de las razones es que AMLO hace política con enemigos que sirven de referente a sus seguidores. A Carlos Salinas lo calificó como el “innombrable”, luego vino la “mafia del poder”, un grupo de poderosos ya descontinuado porque algunos de ellos se incorporaron a las filas de los nuevos amigos del Presidente. Hubiera sido lógico que la sustituyera con los partidos opositores o con Donald Trump; opciones inviables, porque los primeros son ánimas que vagan por el purgatorio y el segundo es demasiado poderoso. Quedaban los medios críticos.

¿Cuál es el peso que tienen las descalificaciones o, parafraseando al Presidente, “qué sucede” a los periodistas que “se pasan” y rebasan los límites de la “prudencia” con preguntas o afirmaciones incómodas? Por ahora, solo hay que soportar las tundas de adjetivos e insultos vertidas por sus partidarios en las redes sociales; palizas legitimadas y aprobadas por el Presidente con silencios y elogios a la sabiduría popular. También importa que las cúpulas de Morena se abstengan de lanzarse contra los periodistas “imprudentes” y “conservadores”.

Si la realidad no se ajusta a las expectativas, la hostilidad podría transformarse en agresiones que empeorarían la precaria existencia de un gremio acosado por criminales y poderosos. Es decir, aun aceptando la imposibilidad de cambiar al país en cuatro meses, el tiempo pasa y seguimos con denuncias sin castigo y promesas sin resultados. Sólo vemos que a Elba Esther Gordillo le regresaron bienes, que el crimen organizado masacra con impunidad a trece personas en Veracruz (territorio totalmente Morena) y que el Presidente coquetea con “La tentación autoritaria” (tomo la frase de Proceso).

De mantenerse esta situación, crecerá la campaña para presentar a los medios “imprudentes” y a Reforma como cómplices de una conspiración urdida en las sombras contra el gobierno de la Cuarta Transformación. En otras palabras, los adversarios ya están convertidos en enemigos.

El relator especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Edison Lanza, advirtió sobre las consecuencias en una entrevista para Leonardo Curzio: “Cuando un Presidente, un ministro, un legislador se dedican a desacreditar a la prensa” llamándola “corrupta, enemiga del pueblo, deshonesta, etcétera” se debilita una “institución fundamental de la democracia” y “se la expone a más violencia”.

¿Qué pasará? Lo deseable sería que el Presidente sustituyera los exabruptos mañaneros con críticas fundamentadas sobre los errores periodísticos. Difícilmente lo hará; necesita un enemigo que justifique sus errores o limitaciones. Al periodismo independiente solo le queda recoger el guante para responder con informaciones y opiniones bien fundamentadas, mientras busca apoyo en algunas instituciones nacionales y en la comunidad internacional. En síntesis, ante las descalificaciones, razones y acciones que contengan la agresiva retórica presidencial: la legítima defensa.

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