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Editorial

Gato por liebre

López Obrador prometió un gobierno de izquierda. Sus seguidores se dicen progresistas. Uno esperaría que quien ofrezca eso fortalecería al Estado, no lo vejaría; se rodearía de funcionarios públicos capaces, que garanticen que éste funcione; querría fortalecer programas sociales públicos, no eliminarlos; jamás les daría un mando militar a las funciones policiacas del Estado; protegería al medio ambiente, no revertiría el avance de energías renovables en aras de energéticos contaminantes; apoyaría con firmeza la función de agencias reguladoras que mantienen a empresas privadas fuera de prácticas oligopólicas que afectan más a quienes menos tienen; apoyaría el derecho de las mujeres a elegir sobre sus cuerpos; no se aliaría con el PES casi fascista.

Las acciones de López Obrador en sus primeros 100 días lo ubican lejos de un proyecto “de izquierda”, pero sigue gozando del apoyo inquebrantable de intelectuales y votantes “progresistas”.

López Obrador tiene una sola prioridad: hacerse de tanto poder, tan rápido como pueda. Tiene dos enemigos poderosos: su necedad y su ignorancia. Éstas se manifestaron a gritos en dos decisiones carentes de lógica económica y política. Primero, la cancelación del aeropuerto. Estimemos que el costo de esa decisión fue al menos de 270 mil millones de pesos. Eso excede en 40% al total asignado en el Presupuesto de Egresos de 2019 a los siete programas prioritarios de AMLO. Si en vez de cancelarlo hubiera continuado con la obra, manifestándose contrariado por el proyecto, enajenando los terrenos cuestionables que la rodean, auditando y levantando cargos contra casos de corrupción evidentes, habría ganado credibilidad, tiempo valioso y tendría muchos más recursos para su proyecto político.

Segundo, su insistencia en continuar la obra de la refinería de Dos Bocas, contradiciendo las razones expuestas por el subsecretario Arturo Herrera en su entrevista con el Financial Times; tenía sentido cancelar (o al menos posponer) la obra porque sabe que Rocío Nahle lo engañó. La refinería costará el doble de lo previsto y no estará lista este sexenio. Como dijo Cuauhtémoc Cárdenas, lo sensato sería utilizar sus escasos recursos para recuperar producción, apuntalándola con “farm-outs” a empresas privadas. Pero por terquedad tirará a la basura 15 mil millones de dólares, el doble del presupuesto de sus programas sociales, sólo para regalarles esa obra a los tabasqueños. Cree que puede presionar para que las condiciones originales prevalezcan, a pesar de que jamás tuvieron sentido. Su necedad romperá a Pemex, el eslabón más débil de su enclenque programa económico.

López Obrador no ve que fortalecerse a costa de debilitar al Estado hará su proyecto insostenible, y le pasará factura pronto. Sus Siervos de la Nación levantan un censo para él, no para Morena, con fines puramente electoreros, y financiados con recursos que son todo menos transparentes. Eso debería preocupar a quien crea que la democracia importa, como debería inquietar su tramposa “revocación de mandato”. Su confirmación de haber “presionado” a la Suprema Corte para interferir en un fallo debería importarle a quien le atañe la separación de poderes. Su uso de la Unidad de Inteligencia Financiera de Hacienda para atacar a sus críticos debería quitarle el sueño a quien crea que la libertad de expresión es vital para llamar a cuentas a quienes tienen el privilegio de un cargo público.

López Obrador no es de izquierda ni demócrata. Cree tener el derecho de amordazar a sus críticos. Habla contra la corrupción, pero sus dos caprichos costarán 555 mil millones de pesos (sin contar el Tren Maya), más que los 500 mil millones que dice costó la corrupción anualmente el sexenio pasado. Todo por necedad.

Entiendo el voto de castigo. Políticos y oligarcas impresentables nos dañaron. No entiendo el silencio cuando los reemplazamos con otros peores. No entiendo que gente inteligente siga apoyándolo y que los liberales no vean que les está dando gato por liebre.

Quienes decían que no podíamos estar peor, finalmente confirman que se podía.

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