Editorial

Derecho vuestro

Las Naciones Unidas declaró en 1993 al 3 de mayo como el Día Mundial de la Libertad de Prensa.

Por lo que nos pareció, valorados lectores, una excelente oportunidad para, dialogando, aclarar con ustedes que este derecho universalmente reconocido -aunque no en todas partes respetado- es uno que los atañe a ustedes, y no exclusivamente a nosotros los miembros de la prensa.

La libertad de prensa, íntimamente ligada a la libertad de expresión, es una garantía con la que los ciudadanos cuentan. Es la garantía de contar con una prensa libre, esto es, diseminadores de información que responden exclusivamente a la sociedad que sirven y no al gobierno.

Como está conceptuada la democracia, y esto desde los tiempos griegos en los que en el Ágora de cualquier centro poblacional se podía hablar con libertad absoluta, es que en toda democracia debe existir una tensión integral en la relación medios de información-Gobierno.

Sólo en dictaduras, como la de los Castro en Cuba, Maduro en Venezuela o Hitler en Alemania, históricamente pueden encontrarse medios de información al servicio del estado. En una democracia los medios no pueden ni deben estar jamás exclusivamente para alabar al gobernante, o formar parte de su cajón de herramientas para impulsar su programa o poder político.

Esto no quiere decir que no haya coincidencias, sino que meramente en las democracias se deben no sólo tolerar, sino esperar, las diferencias de opinión, las críticas y los puntos de vista diversos, y hasta contrarios, a los oficiales gubernamentales. Los medios que sirven al Estado son órganos de propaganda y no medios de información.

Lo que Naciones Unidas propone, pues, y que la mayoría de los países del mundo han firmado y pactado, es que toda sociedad cuente con la garantía de que no será presa de la propaganda, algo sumamente diferente a la información, y que usualmente en los regímenes totalitarios se hace pasar por información.

Así como en el derecho la justicia es la verdad y la verdad es la justicia, así también en las sociedades democráticas deben soplar libremente los vientos de la controversia: nadie debe temer a que ésta se dé, ya que al final del día la verdad saldrá triunfante. Y con el triunfo de la verdad, ganará siempre la sociedad.

Observen ustedes cómo están entrelazadas las libertades: libertad de expresión, de pensamiento, de prensa, de profesar la religión que cada quien quiera, de escoger la profesión por ejercer, de acceso a los mercados, de competir y de emprender.

Todas y cada una de estas libertades están concatenadas y son a la vez interdependientes, formando juntas la piedra angular de todo sistema democrático. Mucho nos entristece observar, amigos, cómo en nuestra sociedad en ocasiones nos falta valorar en toda su dimensión uno de los axiomas principales de la libertad: cuando se vulnera la libertad de uno, se vulnera la libertad de todos.

Estarán de acuerdo con que un México sin libertades es un México que pronto valdría queso: resulta inconcebible pensar en un México sin libertades, pero si no las defendemos día a día de pequeñas y grandes amenazas, una mañana podríamos despertar en un país totalitario constituido no por ciudadanos libres, sino por hombres y mujeres esclavizados por la tiranía. Ha sucedido: sucedió en Cuba, sucedió en Venezuela, sucedió en Alemania y en muchos otros países.

Nuestras libertades son como un músculo social: esto es, se deben ejercitar con regularidad para mantenerlas fuertes, resistentes, vigentes. No se piense, pues, que cuando la ONU celebra hoy el Día de la Libertad de Prensa festeja un derecho ajeno, que atañe sólo a quienes ejercen la profesión de periodistas: NO, es una libertad que protege a la sociedad y está consagrada para SU BENEFICIO.

Defendamos pues, les proponemos, amigos, ésta y todas las libertades, porque ¡Sin una no hay ninguna!

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