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DEL ANECDOTARIO POLÍTICO –  “Pensé que como rector de la universidad eras una persona seria”

César Antonio Aguirre Noyola

 “Pensé que como rector de la universidad eras una persona seria”

El maestro Florentino Cruz Ramírez fue rector de nuestra alma máter guerrerense en el lapso 1999-2002. En el año 2001 asiste al auditorio “Lic. Norberto Flores Baños” de la Maestría en Derecho Público —el cual se incluye dentro del conjunto arquitectónico de la Facultad de Derecho— con el propósito de iniciar los trabajos del foro para la Transformación Universitaria que correspondía a la referida facultad. Era director de la institución, por segunda ocasión, el licenciado Emiliano Corona Solano, y yo me desempeñaba como su asistente.

El acto de inauguración terminó y acto seguido el rector se dispuso a retirarse del lugar. Ya afuera del recinto lo esperaban, para abordarlo, un grupo de docentes interinos adscritos a la misma institución educativa. El licenciado Marcelino Arizmendi Flores fue el portavoz del colectivo magisterial, dirigiéndose al maestro Florentino Cruz para decirle “Señor rector, los maestros interinos de esta facultad tenemos varias quincenas sin cobrar, ya acudimos al doctor Roberto Rodríguez Saldaña como delegado del sindicato y no nos resuelve; de igual  manera ya nos entrevistamos con el director Emiliano Corona y tampoco encontramos respuesta positiva a nuestra demanda”, planteamiento al que el rector de manera ligera contestó “Ya ven pues, Emiliano no sirve como director, vuélvanlo a apoyar”. Al terminar la conversación con el rector, el licenciado Marcelino Arizmendi orientó su andar hacia la dirección para ver al licenciado Emiliano, a quien le dijo “Oye líder, cuando le expusimos nuestro problema al rector, éste nos dijo que tu no sirves y, en tono irónico, que te volviéramos a apoyar”, entonces el licenciado Emiliano, aparentemente tranquilo, externó, “¡Ah!, así que eso dijo”, y eso fue todo. En cuanto el licenciado Marcelino se marchó, el licenciado Emiliano le dijo a su secretaria que lo comunicara a la rectoría para pedir que le registraran en la agenda una entrevista con el rector, lo cual consiguió sin problema para el día siguiente a las once de la mañana. Lo observé y pensé en que la cosa se iba poner interesante.

Al día siguiente, poco antes de las once de la mañana, y encontrándonos en la dirección, el licenciado Emiliano me ordenó “César, acompáñame a la rectoría”. Lo seguí, nos subimos al auto, se puso al volante, yo ocupé el asiento del copiloto, y nos fuimos a la rectoría. Cuando estábamos en la explanada del edificio que albergaba el gobierno central de la UAG, recorrimos la escalinata que conducía al siguiente piso donde se encontraba, entre otras, la oficina del rector. Llegamos a la recepción donde el licenciado Emiliano saludó, sin detenerse, a una guapa y joven señorita; más adelante, tras una puerta de cristal transparente se encontraba, controlando el acceso, el amigo Rogelio Hipólito Tacuba (Rogelio había sido asistente del director que había perdido la reelección en la Facultad de Derecho), quien al ver al licenciado Emiliano entreabrió la puerta, pero el director enojado le dijo, “Quítate pendejo”, y entró frenético. El rector estaba ocupado, pero alguien le avisó que el licenciado Emiliano aguardaba esperándolo, y a los pocos minutos salió platicando con una señora intendente de la Facultad de Filosofía y Letras, a la que atendía. Cuando el rector terminó de platicar con la trabajadora de la limpieza, le comentó al director, “Pásale Emiliano”, por supuesto que mi jefe me dio la señal de que lo siguiera. Me acuerdo que el rector se sentó en un elegante y cómodo sillón negro de piel sintética —dentro de su amplia y decorada oficina—, el licenciado Emiliano se colocó frente a él y yo me ubiqué a la izquierda de mi jefe. Entonces el maestro Florentino se dirige al licenciado Emiliano —señalándome al mismo tiempo con el dedo índice de la mano derecha— para preguntarle, “¿Y a éste lo dejamos aquí, o que se salga”, sin pensarlo el licenciado Emiliano le externó, “Él se queda porque viene conmigo, y porque es mi asistente”. Posteriormente el rector tomó la iniciativa de comenzar la charla, y le manifestó, “Ahora sí Emiliano, dime, en qué te puedo servir”. Casi esperando nada más ese preámbulo, el licenciado Emiliano empieza su verborrea, “Escucha bien, Florentino, pensé que como rector de la universidad eras una persona seria, porque una autoridad con tu investidura lucha por la unidad de sus representados, por la armonía, y se dirige siempre con respeto, pero en cambio me doy cuenta de que andas como verdulera en las escuelas creando conflictos en lugar de solucionarlos, y ese definitivamente no es tu trabajo; pero bueno, no vine a eso, vine a tratar el asunto de los maestros interinos”, el maestro Florentino Cruz soltó una fuerte carcajada —lógicamente producto de la impresión y de la perplejidad del acto— complementándola con las palabras, “¡Ah, que Emiliano!”. Después de eso le entraron al tema principal.

Lo que llama la atención de este relato consiste en que lo ordinario es ver que el director de una institución educativa dependiente de la universidad vaya y le rinda pleitesía o tienda a granjearse con el rector (por ser una autoridad superior), pero aquí se dio todo lo contrario. Así era el licenciado Emiliano, cuando lo denostaban o atacaban, le importaban un bledo la cortesía y las jerarquías.

César Antonio Aguirre Noyola

Investigador en materias política y electoral.

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