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DEL ANECDOTARIO POLÍTICO “Los puestos son para demostrar que puedes con ellos, para hacer amigos y para ayudar a la gente”

César Antonio Aguirre Noyola

Corrían los primeros días de agosto de 2018, esperaba yo, como representante propietario del Partido Verde Ecologista de México en los consejos distritales 03 del Instituto Nacional Electoral en Guerrero y 12 del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana del estado de Guerrero —ambos con cabecera en la ciudad y puerto de Zihuatanejo—, la última sesión de esos cuerpos colegiados distritales dentro del Proceso Electoral Federal 2017-2018 y del Proceso Electoral Ordinario de Diputaciones Locales y de Ayuntamientos 2017-2018, respectivamente.

Por esa época el licenciado Javier Miralrío García era regidor en el Ayuntamiento Municipal de Zihuatanejo de Azueta, por el período que comprendía del 30 de septiembre de 2015 al 29 de septiembre de 2018. Había logrado integrar el cabildo a través del Partido de la Revolución Democrática en la elección celebrada el domingo 7 de junio de 2015, pero ya le faltaba poco menos de dos meses para concluir su mandato, en virtud de que tanto la Ley número 483 de Instituciones y Procedimientos Electorales como la Ley Orgánica del Municipio Libre, ambos ordenamientos jurídicos vigentes en la entidad federativa, establecen que la gestión de los ediles termina el 29 de septiembre del año de la elección.

El licenciado Javier Miralrío y quien el presente redacta tenemos un compadrazgo, pero también nos une una gran amistad y, más allá todavía, priva entrambos una especie de hermandad. Frisamos los 25 años de conocernos, y desde que ocurrió el primer encuentro confraternizamos de forma espontánea, siendo el lugar y la fecha la casa del estudiante Juan R. Escudero ubicada en la ciudad de Chilpancingo, en el mes de julio de 1997.

A pesar de que siempre hemos estado participando en bandos políticos diferentes, nuestras llamadas por teléfono son constantes, como constantes son las convivencias entre sí y el intercambio de mensajes de texto y de Whats App por medio de los móviles que nos acompañan a todas partes, como si nuestras manos estuvieran imantadas.

Siempre hemos tenido la deferencia de visitar la oficina donde despachamos con motivo de ostentar alguna responsabilidad dentro del servicio público —y no precisamente para hacer algún trámite o pedir cierto favor— si no con el único propósito de saludarnos, intercambiar algunas bromas, hasta recordar pasajes universitarios donde fuimos protagonistas. Él lo hacía cuando yo era director del Registro Civil en Gobierno municipal de Zihuatanejo de Azueta (2012-2015), y yo solía hacerlo cuando él se desempeñaba como regidor titular de la comisión de Desarrollo Económico en la administración pública municipal también de Zihuatanejo de Azueta (2015-2018).

Así, en aquellos primeros días de agosto de 2018, en el ocaso de su cargo edilicio, fui a buscar a su oficina al licenciado Javier Miralrío, simplemente para charlar un rato. Subí las escalinatas que conducen a las áreas, entre otras, de Presidencia, Sindicaturas, Regidurías y Secretaría General. Después de saludar verbalmente a las recepcionistas —por cierto siempre muy amables y atentas—, y de estrechar la mano a dos o tres personas conocidas que me topé en el trayecto, dirigí mis pasos hacia su cubículo.

Cuando estaba frente a la puerta, la toqué con los nudillos de la mano derecha en forma de puño, específicamente con la parte opuesta a las falanginas de los dedos; en breve la abrió una de sus asistentes de nombre Reyna y, como ya sabía que su jefe siempre me recibía sin dilación alguna, me dijo “Pásele licenciado”, aprestándome a cruzar de inmediato el umbral. Después de estrecharnos las manos y darnos un fuerte abrazo, comenzamos a platicar.

Estábamos concentrados en plática, cuando repentinamente alguien que llegó a la oficina interrumpió la conversación, manifestándole “Oye regidor, ya deberías dejar de venir e ir pensando en llevarte para tu casa estos muebles y varias cosas de aquí”, entonces el licenciado Javier Miralrío repuso “No es mi estilo, los puestos son para demostrar que puedes con ellos, para hacer amigos y para ayudar a la gente”. El tipo guardó silencio, posteriormente retomamos la charla irrumpida por la imprudencia. Yo le dije al licenciado Javier Miralrío, haciendo alusión a su expresión respecto del comentario del intruso, “Sólo te faltó decir ¡he dicho!”, y soltamos los dos unas sonoras carcajadas.

César Antonio Aguirre Noyola

Investigador en materias política y electoral.

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