DEL ANECDOTARIO POLÍTICO “¡Aguirre, inecto… inecto, inecto, inecto!”

César Antonio Aguirre Noyola

Después de haber sido consejero académico de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Guerrero, impulsado por la corriente política Acción Revolucionaria (AR), tuve la oportunidad de formar parte de la planilla que compitiera por el Consejo Directivo de la Federación Estudiantil Universitaria Guerrerense (FEUG), período 1997-1999. Iba yo en calidad de candidato para integrar la Comisión Ejecutiva, órgano supremo del mencionado colegiado representativo estudiantil.

Yo era morador de la casa del estudiante Juan R. Escudero (por cierto la primera casa del estudiante instalada en Chilpancingo bajo las siglas de AR). Recuerdo que la casa fue coordinada por mucho tiempo, directa e indirectamente, por Tomás Estevez Galindo y Galdino Nava Díaz, quienes todo el tiempo fueron antagónicos y dividieron a los habitantes en dos bloques.

Para 1997, Acción Revolucionaria tenía más de cinco casas del estudiante habilitadas en la capital del Estado, más las otras que, aun respondiendo a otras fuerzas políticas, mantenían alianzas con aquella.

El 2 de octubre era una fecha importante para los estudiantes universitarios. Se hacían manifestaciones de protesta contra el gobierno en memoria de los caídos a manos del ejército aquel 2 de octubre de 1968 —acontecimiento conocido como la masacre de las Tres Culturas en la plaza de Tlatelolco, Ciudad de México— acción cruenta que vino a desactivar el movimiento estudiantil que se había tornado apoteósico e incontrolable a través de los sistemas ordinarios de represión.

Los representantes de las diferentes expresiones ideológicas que coexistían al seno de la Alma Nutricia del Estado se ponían de acuerdo (es menester resaltar que era de las contadas veces en que esto sucedía) para que conjuntamente se hiciera una marcha compuesta principalmente con los matriculados en los niveles educativos medio superior y superior. Por supuesto, los alojados en casas de estudiante teníamos la obligación de asistir a ese evento relevante, so pena de sufrir una sanción estatuida en el reglamento interno que regulaba la hospedería.

En este orden de ideas, se convocó a la marcha anual conmemorativa el 2 de octubre de 1997. La ruta trazada para el desplazamiento de los contingentes comprendía la avenida Benito Juárez —la alameda Francisco Granados Maldonado constituía el punto de reunión y, a la vez, el de partida―; nos detuvimos por unos instantes frente al edificio del Palacio de Gobierno, donde nos engallamos con las consignas en contra el gobernador substituto, licenciado Ángel Heladio Aguirre Rivero; proseguimos el camino; metros adelante doblamos a la izquierda, sobre calle Colón, y a la cuadra inmediata siguiente otra vez viramos hacia la izquierda para entrar por un acceso que desembocaba en la plaza pública Primer Congreso de Anáhuac; Toda vez que llegamos a la gran plancha de concreto hidráulico, las consignas aumentaron en el tono y en la variedad, hasta que algún vicario del gobierno salió del inmueble gubernamental para atendernos y decirnos que se formara una comisión de un número determinados de miembros para entablar un diálogo con el funcionario que para ese efecto ya había designado el Ejecutivo estatal.

En una fase del movimiento, particularmente cuando hicimos un mítin frente al Palacio de Gobierno —durante el recorrido sobre la avenida Benito Juárez— comenzamos a proferir algunas frases del amplio repertorio del que goza este tipo de manifestaciones y del que gusta participar la envalentonada muchedumbre, a saber: ¡2 de octubre, no se olvida, es de lucha, combativa!, ¡Aguirre, entiende, los estudiantes no se venden!, ¡Aguirre, ratero, regresa ya el dinero!, Aguirre, corrupto, caminas como puto!, ¡No somos uno, no somos cien, somos un chingo, cuéntanos bien!, ¡Aguirre, inepto, te queda grande el puesto!, entre otras caricias y sutilezas del ilustrado estudiantado.

El compañero José Antonio Mendoza Laureano, extensamente conocido por el sobrenombre de “El Peligro” (nunca supe por qué lo del mote) era originario de la localidad de El Súchil, municipio de Técpan de Galeana. Ahora bien, dentro de aquel contingente, él estaba a cargo de coordinar un sector en el que yo estaba incluido. Él posee la dificultad lingüística de pronunciar correctamente la palabra “inepto”, la cual degenera en “inecto” y, aunque eso no es lo esencial de la crónica, tiene relación directa con la misma. Resulta que inicia su perorata de consignas, él las iba diciendo por partes, y nosotros al unísono y estentóreamente las replicábamos, cuando de repente expresa ¡Aguirre, inecto…, y hace una pausa porque había olvidado el complemento —lógicamente muchos de nosotros también nos quedamos en silencio, esperando la parte faltante, pero al paso de unos segundos gritó ¡…inecto, inecto, inecto!, lo que provocó sonoras carcajadas de compañeras y compañeros que lo escuchábamos.

César Antonio Aguirre Noyola

Investigador en materias política y electoral.

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