Guillermo Arteaga González
El siglo XXI ha traído consigo muchos avances en diferentes sectores, al igual que retos de una magnitud sin precedentes como lo son el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la degradación del suelo y la contaminación del aire y del agua, son solo algunas de las cuestiones que exigen una respuesta inmediata y sostenida, la relación entre la humanidad y la naturaleza ha sido históricamente antropocéntrica, poniendo al ser humano en el centro y considerando a la naturaleza como un simple recurso a su servicio, sin embargo, para enfrentar estos retos, es imperativo adoptar un enfoque ecocéntrico que reconozca a la naturaleza como un ente con derechos propios y que entienda que la supervivencia humana está intrínsecamente ligada a la salud del planeta.
Vivimos en un mundo en el que, a pesar de los avances tecnológicos y científicos, enfrentamos una crisis ambiental de gran magnitud, el calentamiento global, la pérdida de biodiversidad, la contaminación de los océanos, entre otros problemas, se presentan como amenazas palpables y urgentes, no sirve de nada estar al tanto de los problemas que existen si no se emprende acción sobre de ellos, la respuesta a estos problemas es clara, la conciencia social sobre los problemas ambientales es el primer paso, pero es inútil sin la participación activa y comprometida de la sociedad.
Crear conciencia es sin duda, la base que puede revolucionar y otorgar soluciones a los problemas ambientales existentes, una sociedad informada es una sociedad que puede tomar decisiones informadas, conocer los problemas ambientales y entender su impacto y consecuencias a largo plazo es esencial para generar un cambio de mentalidad, pero este cambio de mentalidad debe ir más allá del simple conocimiento, debe generar una sensación de urgencia y responsabilidad.
Una vez que se ha establecido una conciencia ambiental y que se haya entendido la seriedad de los retos que tenemos hoy en día, es fundamental que la sociedad emprenda acciones que reflejen ese entendimiento, esto puede manifestarse de diversas maneras, desde acciones individuales como el reciclaje, la reducción del consumo y el uso de energías limpias, hasta acciones colectivas como la participación en movimientos y organizaciones ambientales, que la participación exista sobre la defensa del medio ambiente no solo desde el ámbito social si no también del ámbito legal.
La comunidad, al actuar colectivamente, tiene el poder de influir en la toma de decisiones en niveles más altos, las políticas públicas, por ejemplo, no se formulan en el vacío, responden a las demandas y necesidades de la sociedad, si una comunidad demanda políticas ecológicamente equilibradas, los líderes y quienes se encargan de la toma de decisiones se verán presionados para actuar en consecuencia, para cultivar una mentalidad ecocéntrica en las generaciones venideras, es fundamental que el currículo educativo incorpore temas ambientales de manera transversal, esto significa que, más allá de ser una asignatura específica, el respeto hacia la naturaleza debe permear en todas las materias, desde historia y geografía, hasta matemáticas y literatura, por ejemplo, al estudiar historia, se puede abordar la relación histórica entre las civilizaciones y su entorno, mostrando cómo las culturas ancestrales, como los mayas o los aztecas, entendían y respetaban la naturaleza.
La verdadera prueba de una sociedad comprometida con el medio ambiente es la implementación de políticas públicas que prioricen la sostenibilidad, estas políticas no solo deben ser reactivas, abordando problemas después de que ocurren, sino proactivas, previniendo futuros problemas y asegurando un desarrollo que beneficie tanto a las generaciones actuales como a las futuras, una política pública ecológicamente equilibrada considera la economía, la sociedad y el medio ambiente como partes interdependientes de un todo, no sacrifica el bienestar de uno por el otro, sino que busca un equilibrio que asegure la prosperidad a largo plazo.
La impartición efectiva de la justicia ambiental es otra pieza clave, los procuradores de justicia, y las nuevas generaciones de estudiantes de derecho deben entender que la naturaleza no solo tiene un valor intrínseco, sino que protegerla es un derecho y una obligación de todos, además, es crucial que comprendan que las comunidades más vulnerables suelen ser las más afectadas por la degradación ambiental, reforzando así la idea de que la justicia ambiental es también una cuestión de justicia social, si México desea enfrentar de manera efectiva los desafíos ambientales de los tiempos en los que vivimos, es imperativo que se adopte un enfoque educativo que ponga a la naturaleza en el centro, que inculque un respeto profundo hacia ella y que forme ciudadanos comprometidos con su protección y conservación. Es una inversión no solo en el futuro del medio ambiente, sino en el futuro de la nación y de la supervivencia de la especia humana, que esta intrínsecamente relacionada con la conservación de la naturaleza.