El número oficial de mexicanos muertos por la COVID-19 habrá llegado este viernes a los 50 mil, según los registros de la Secretaría de Salud. Sabemos que el número real es mucho mayor. Aterrador. Sobre todo porque la tendencia de contagios y fallecimientos sigue al alza, a pesar de todos los contradictorios vaticinios de la autoridad sanitaria.
Y no hay información oficial al respecto.
Hace un par de semanas, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) alertó sobre el hecho de que los servicios de prevención y tratamiento de las Enfermedades No Transmisibles (ENT) se han visto gravemente afectados desde el comienzo de la emergencia en la región de las Américas.
Informó que una encuesta de la propia OPS/OMS confirmó que el impacto es mundial y que la interrupción de los servicios de salud de rutina constituye una amenaza para la salud de las personas que viven con enfermedades crónicas.
Y es que desde que comenzó la pandemia, los servicios de salud de rutina fueron reorganizados o interrumpidos y muchos dejaron de brindar atención a las personas en tratamiento contra enfermedades como el cáncer, enfermedades cardiovasculares, males renales y diabetes.
Asimismo, muchos trabajadores de la salud que suelen brindar esta atención fueron redirigidos a la respuesta de la COVID-19. El tratamiento y los cuidados para estos pacientes deberían continuar, advirtió la OPS; pero no ocurre así. En el 89 por ciento de los países americanos que respondieron a la encuesta, el personal de los ministerios de salud que trabajaba en la esfera de las ENT fue parcial o totalmente reasignado para apoyar la respuesta a la pandemia. “Los países deben buscar formas innovativas de garantizar su continuidad al mismo tiempo que hacen frente al coronavirus”, alertó la organización.
Y aportó un dato elocuente: antes de la COVID-19, el 81 por ciento de todas las muertes en países de América se debieron a ENT. Se estima que 62 millones de personas en los países de América viven con diabetes, y 1.2 millones de personas viven con cáncer sólo en América Latina y el Caribe. Además, alrededor de una de cada cuatro personas en las Américas tiene mayor riesgo de enfermar gravemente y morir si se infectan con COVID-19 por vivir con una enfermedad crónica.
También el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, se ha referido al asunto. En un mensaje, advirtió específicamente que los efectos secundarios que puede provocar el nuevo coronavirus en las mujeres, niños y adolescentes “pueden ser mayores” que las muertes que en sí ha generado la pandemia.
No es el caso de muchos otros enfermos rutinarios, ambulatorios o no contagiosos, como se les cataloga. Son miles. Muchos habrán muerto en estos meses por falta de atención. Nadie los cuenta. Y de ellos ninguna autoridad del sector salud hace siquiera referencia. Ni una palabra. Son invisibles.